Las matronas (y matrones, que cada vez hay más) desempeñan un papel fundamental a lo largo del embarazo y en el momento del parto. Son un gran apoyo para la madre y complementan el trabajo del ginecólogo.
En la sanidad pública, las matronas siguen la evolución del embarazo con consulta propia realizando un seguimiento mensual de la gestación, además de las citas con el ginecólogo.
La matrona controla el peso, toma la tensión, examina la tripa, escucha los latidos del bebé y está disponible para cualquier consulta que necesitemos hacerle, incluso, sobre higiene, hábitos del salud o alimentación. También suele ser la encargada de dar las clases de preparación al parto y a la maternidad en los centros de salud.
En cambio, en la sanidad privada el seguimiento del embarazo lo realiza sólo el ginecólogo y la matrona (también llamada partera en algunos países) aparece por primera vez en el momento del parto, cuando ha comenzado la dilatación. Aunque si sigues tu embarazo por un médico privado pero quieres el servicio de una matrona, también puedes hacerlo a través de la sanidad pública.
Si durante el embarazo el papel de la matrona es importante, en el momento del parto lo es aún más. Su función es guiar, servir de apoyo, dar seguridad a la madre y controlar que todo vaya bien.
Es ella quien controla la dilatación y con quien practicarás lo primeros pujos una vez que estés en la sala de partos. Controlará además el estado del bebé a través de la monitorización fetal. En el caso de parto vaginal, te acompañará durante todo el período de dilatación y durante el expulsivo, cuando ya tu ginecólogo reciba al bebé.
Su función no acaba en el parto. También puedes seguir en contacto una vez que el bebé haya nacido. En el posparto controlará los puntos, examinará si el útero está volviendo a su tamaño, evacuará todas tus dudas sobre lactancia y servirá de apoyo en tus primeros días como madre.
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