Muchas veces hemos visto cómo los niños demuestran su cariño a los animales domésticos, y éstos, muchas veces huyen despavoridos de los pequeños, pues los niños no tienen control de la fuerza que ejecutan y pueden estar haciéndoles más daño que otra cosa.
Particularmente, la última ocasión en que hemos podido verlo, fue con la hija de una compañera que cogía a su gatita, el pobre felino siempre era sustentado por el cuello o agarrado y arrastrado por la cola. Y es que, una niña de dos años, no comprende el mal que puede ocasionar a un animal cuando lo que pretende es demostrarle cuánto le quiere.
Además, cuando los niños son tratados con amor y se sienten seguros, los abrazos son la respuesta de sus sentimientos, igual que abrazan a su osito de peluche o a sus muñecos, es como abrazan a su mascota, sin medida del amor que procesan. Nosotros como padres, debemos enseñar a nuestros hijos desde pequeñitos que los animales sienten y responden según sean tratados, hay que explicarles que un peluche no es igual que un animalito, el primero no tiene vida, no siente ni padece, pero los animales sí, y hay que respetarles, cuidarles y darles cariño, pero con el fin de que la mascota lo perciba como tal.
Debemos enseñarles la medida de sus acciones para con la mascota, y explicarles además, que cuando ésta emita un chillido, es que le está apretando más de lo que puede tolerar.
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