La piel es el órgano humano más extenso y más expuesto, por lo cual también se trata de uno de los más afectados por problemas que debemos cuidar, sobre todo en los más pequeños. La piel de los bebés es muy frágil por su permeabilidad y por su escasa capacidad de defensa debido a que el sistema inmunitario del bebé está aún en desarrollo.
La piel seca y dura al tacto es uno de los problemas que podemos encontrar en los bebés, y puede deberse a distintos motivos. Si se le aplica aceite o crema hidratante específicos para bebés de modo regular, la piel debería experimentar una rápida mejoría y pasará a ser suave al tacto.
Estos productos deberían formar parte del aseo diario. Hay que prestar especial atención a hidratar la piel que se encuentra detrás de las orejas, propensa a descamarse, y el empeine es otra de las zonas que requieren mucha hidratación.
Hay que estar pendientes de la evolución de la piel seca, pues podría ser indicio de una dermatitis atópica, una de las afecciones cutáneas infantiles más frecuentes que suele presentarse alrededor de los tres meses.
Los polvos de talco se deben usar con precaución, ya que su uso excesivo tiende a resecar la piel del bebé y taponar sus poros, impidiendo la respiración cutánea.
Para lugares sin humedad ambiental se pueden utilizar humidificadores y los calefactores de aire se usarán con precaución, intentando no elevar demasiado la temperatura ni que se reseque todavía más el ambiente.
Por supuesto, no hemos de olvidar que el bebé lleve una ropa adecuada, de tejidos suaves y transpirables (fibras naturales), y proporcionarle una hidratación suficiente al ingerir líquidos, especialmente en épocas calurosas o zonas muy secas.
Del mismo modo, la protección solar evitará las quemaduras, y tras los baños en mar o piscina hay que quitar los restos de cloro o sal con agua corriente para evitar la sequedad en la frágil piel del bebé.
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