Una definición de negociar del diccionario de la Real Academia de la Lengua es la siguiente: "Tratar por la vía diplomática, de potencia a potencia, un asunto". Es muy interesante llevar esta definición a la realidad de los niños porque la resolución de conflictos será básica para sus capacidades de convivencia y sociabilización.
¿Cómo podemos facilitar a los niños que aprendan a resolver sus conflictos de forma diplomática?. El objetivo sería que recurrieran en el menor número de ocasiones a llanto, rabietas o agresiones para resolver sus discrepancias tanto con los demás niños como con los adultos. Reflexionemos sobre algunos aspectos que les puedan ayudar a conseguir este objetivo.
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A negociar se aprende negociando. Es necesario que surjan situaciones de conflicto para que los niños puedan aprender a manejarlas, aunque debemos intentar que se den en el mejor momento: cuando el niño esté descansado, con un estado de ánimo tranquilo y el objeto del conflicto no sea demasiado valioso para él (un juguete preferido, una golosina u otra cosa significativa).
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Como bien dice la RAE: "de potencia a potencia". No podemos enseñar a los niños a negociar, debemos crear el contexto adecuado para que ellos aprendan por sí mismos. Si el niño se acostumbra a que el adulto actúe de mediador, siempre intentará recurrir a él cuando tenga dificultades. Debemos de anticipar los conflictos que no vayan a resolver antes de que se produzcan y no actuar a menos que sea imprescindible.
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La tolerancia a la frustración es la base de las relaciones sociales. Los niños parten de un periodo intelectual de egoísmo que es necesario para su desarrollo. Tienen que ser conscientes de que son importantes y que pueden interaccionar con el entorno y con las personas que le rodean. Pero no es menos cierto que necesitan comprender que no son omnipotentes. Es importante mantenerse firme ante las normas y permitir que sean ellos los que resuelvan sus propios conflictos. Si aprenden a renunciar a algunas cosas sin sufrimiento, será una adquisición que les ayudará en su vida social.
En resúmen, mi consejo es no evitar las situaciones de conflicto, sino cuidarlas para que se produzcan en las mejores circunstancias y sirvan como modelo para afrontar las que se den en el futuro, aprendiendo a negociar la solución.
Foto | Flickr (Chavezonico) En Bebés y más | Mi hermano me está molestando
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De acuerdo con lo que comentas Goyena, poco a poco hay que ir dándoles la posibilidad de que se saquen las castañas del fuego. Yo añadiría un matiz (yo lo veo así), según la edad del niño, puede ser un poco pronto para dejarles a sus anchas. Mi hijo tiene 3 años y los niños de esa edad suelen tener la mano muy larga y la negociación suele basarse en un par de forcejeos y en soltar la mano alguno de ellos con inventos rollo "estaba yo" o "es mío" (el columpio).
Yo a estas edades prefiero intervenir porque considero que no tienen noción todavía del bien y el mal, ni de las normas mínimas de convivencia con los desconocidos y ejerzo de juez (para mi hijo y para los de los demás, ya que suelen estar solos sin que nadie valore si sus conductas son adecuadas o no). Cuando sea más grande y tenga una edad en que las manos se reserven un poco más, sí veo factible dejarles hacer...
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Hola Armando. No quería transmitir la idea de dejarles hacer simplemente. Mi intención era poner el acento en que las ocasiones en que actuáramos fueran las mínimas y que tuviésemos claro cuáles serían las causas. Hay dos que me parecen las más importantes: riesgo de agresión o peligro de accidente peligroso. Más que en la edad, yo me fijo en las razones para actuar o dejarles autonomía. A los tres años, es cierto que la situación es especialmente complicada para los niños, pero por eso es también especialmente rica, porque se tienen que esforzar en controlarse. Te pongo un ejemplo. El otro día acompañé a mi hijo a la pista del pueblo en que vivimos (casualmente, también tiene tres años) y estaban jugando unos chicos mayores que él al balón. Mi hijo les perseguía intentando jugar pero los chicos mayores (de unos seis años) no le hacían caso. Mi primer impulso fue decirles que jugaran con él pero, aunque me costó un montón, me mantuve al margen. Espero que cuando sea un poco más grande mi hijo, comprenda cómo debe ganarse la atención de los compañeros, pero una intervención mía mediadora, podría generar dependencia en sus relaciones sociales.