La teoría de Piaget, como vimos en el tema precedente, trata de encontrar las pautas comunes en el desarrollo de la inteligencia de los niños, especialmente analizando como las estructuras de pensamiento van evolucionando en una secuencia lógica y bastante predecible si el pequeño no sufre de problemas de salud o traumas que la dificulten. Piaget distingue cuatro etapas en el desarrollo del niño.
La lógica, la comprensión del yo como ser autónomo y en relación con el entorno, los conceptos de tiempo, espacio, cantidad y relación, forman en conjunto parte de un proceso evolutivo en sus capacidades y habilidades cognoscitivas.
La primera de estas etapas es la senso-motriz y sucede desde el nacimiento hasta los dos años. En dicha etapa, a través del paulatino control de sus movimientos, puede el niño llegar al movimiento consciente y voluntario, que le hace realizar actividades dirigidas en su relación con el entorno.
Al avanzar en su control motriz el niño se descubre como un ser separado del entorno, diferente. Descubre su propia existencia y reconoce la existencia de los otros y del resto de los objetos y espacios.
En los primeros meses el niño apenas puede ser consciente de que es un ser diferente a su madre, por eso cualquier separación de esa parte de si mismo le produce una enorme ansiedad, ante una situación que sus percepciones y conocimientos no le permiten discernir como segura.
El niño comienza a explorar el entorno a través de sus sentidos y va descubriendo de forma natural que los objetos y las personas son otra cosa diferente a él mismo, asimilando sus propiedades físicas al tocarlos, chuparlos, olerlos y escucharlos. Aprende así que hay cosas duras y blandas, frias y calientes, con formas, texturas y sabores. Todo es muy nuevo y le lleva tiempo.
En esta etapa las personas con las que establece vínculos afectivos, su madre primero y otras que se suman poco a poco después, tienen una importancia enorme en su desarrollo no solamente intelectual, sino afectivo y emocional, pues son el referente que tiene para todos sus procesos y de quienes recibe, a través del contacto físico y las muestras de cariño, todo el reconocimiento de si mismo y del entorno.
A medida que pasan los meses el niño responde a esas muestras de afecto con gran intensidad y su necesidad de contacto humano permanente y personalizado no disminuye en ese tiempo, siendo siempre de gran importancia para él tener cerca a esas figuras de apego.
En esta primera de las cuatro etapas del desarrollo del niño según Piaget, es el afecto guia su aprendizaje y sus intereses, siendo el estímulo para los nuevos avances, siendo en esta etapa lo más importante el que el bebé tenga un ambiente seguro emocionalmente y adecuado para poder ejercitar sus sentidos y sus habilidades psicomotrices.
En Bebés y más | Las cuatro etapas del desarrollo del niño según Piaget (I)