Mi hijo también tuvo rabietas

Mi hijo también tuvo rabietas
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Hablábamos de temperamentos en cada niño pues cada uno es diferente, y viendo como van evolucionando nos encontramos en un momento de cambios, como son las rabietas. Se trata de un tema que preocupa a los padres, que se ven desbordados por la intensa emocionalidad de sus hijos y la expresión explosiva de sus sentimientos. Mi hijo también tuvo rabietas.

Os voy a contar como evolucionó mi hijo en esa etapa y añadiré otros ejemplos, para que, compartiendo información, estemos más preparados para entenderlas y sobre llevarlas. Y es que las rabietas son naturales y sanas para su desarrollo.

Las rabietas y la comunicación

Hay un aspecto que también influye poderosamente en la intensidad y duración de esta etapa de las rabietas. Y es la capacidad de comunicarse con palabras y la adquisición del pensamiento verbal.

Llamar a las cosas, dentro de uno mismo, identificar tus emociones, es una herramienta que les va a ayudar a expresar lo que sienten. Poder hablar con más o menos habilidad también ayuda mucho al pequeño. Si sabe decirnos lo que le pasa, lo que quiere, lo que duda, será la manera de hacerse entender.

Pero claro, hay niños que con un año y medio se plantan en las rabietas sin saber hablar. Dura menos esta etapa, en términos generales, si respondemos con empatía y con respeto, sin calificativos ni castigos. Pero no siempre es de ese modo, pues cada niño es diferente.

Si con dos años habla, posiblemente las cosas mejoren. Pero hay muchos niños que no adquieren, sin que tengan ningún problema, una capacidad verbal adecuada hasta años después. Y esos son los que lo pasan peor y lo hacen pasar peor a sus papás.

Obviamente, si hay crisis vivenciales intensas la capacidad de adaptarse del niño a las nuevas situaciones puede hacer que el desborde emocional se mantenga más tiempo. La llegada del hermanito, la guardería o problemas familiares les afectan, pueden modificar su carácter, aunque el temperamento básico no suele variar, si que pueden materializarse en situaciones en las que los padres dicen eso de “no reconozco a mi hijo”.

Os cuento dos ejemplos a este respecto de las rabietas y el temperamento.

Las rabietas de mi hijo

Mi hijo es un niño con mucha actividad, no física, sino mental. Necesitado de estímulos y experiencias verbales, emocionales y táctiles. De bebé era muy movido, nada le parecía bien, no es que no le gustara la cuna, que por descontado. Empezó pronto a tener rabietas.

Tenía lo que llamo el “síndrome de la cuna con pinchos” y aunque pasé al colecho con gran avance, seguía sin querer estar ni en el cochecito, ni en la hamaquita, ni en el parque ni tan siquiera en brazos mucho tiempo. Los brazos eran la mejor opción y sin duda mejoraron mucho nuestra relación cuando decidí llevarlo siempre pegado a mi cuerpo.

Quería variedad, se aburría de de las cosas en cuanto las investigaba. La etapa desde el año a los dos años fue una carrera de fondo agotadora. La verdad, creí que no sobreviviría. Un rato era feliz, comunicativo y vital y a los cinco minutos se enfadaba como un poseso.

Mis errores

Yo ahora se que cometí fallos. Primero, tardar unos meses en decidir colechar y llevar en brazos sin restricciones. Pero eso sirvió un tiempo, luego sus necesidades se hicieron más complejas.

Por un lado, yo pensaba que atenderlo era estar siempre haciendo monerías. No le dejaba ni un momento de soledad acompañada. Ahora se que, siempre pendiente y dando respuesta y estímulo, si, pero sobrecargarlo no. Hubiese sido más adecuado hacerlo acompañarme en mis tareas activas, pero dejándolo ver y pedir, no ofreciendo estímulos continuos.

Por otro lado yo tenía mucho miedo. Creo que ese miedo se me encastró en el alma cuando temí perderlo en la última etapa del embarazo y en sus primeros meses de prematuro. Y ese miedo de que le pasara algo se me tardó años en curar. Los gérmenes y los accidentes estaban presentes en mi cabeza todo el tiempo. Y creo que limité su exploración oral y el gateo. No es fácil reconocer los errores que cometí, pero espero que mi experiencia os sirva como me ha servido para aprender de ellos.

Resolución

Ante cada crisis usaba todos los recursos que os he estado contando para criar sin azotes y las fórmulas empáticas contra las rabietas. Y eso facilitaba mucho el proceso.

Sigo con él, mi hijo. Las rabietas, que nunca llegaron a límites como los que he visto cesaron a los dos años. Hubo dos factores que creo que influyeron y le ayudaron a volver a ser como era antes. Primero, me relajé y aprendí a comunicarme sin perder los nervios. Y segundo, él comenzó a hablar a los dos años de manera repentina.

Fue un niño que hasta los dos años apenas si usaba palabras comprensibles, solo los típicos monosílabos inventados del lenguaje infantil. Pero yo algo si hacía bien, le hablaba mucho continuamente. Eso, sumado sin duda a sus características personales, hicieron que en un par de meses adquiriera a un lenguaje complejo, con frases construidas perfectamente.

Y con el lenguaje llegó la paz. Y sobre todo, llegó el humor y aprendió a reírse de esas cosas que nos atoran en callejones sin salida. Me acuerdo de un día que decía que quería teta, y cuando se la daba no quería, pero quería, que si, que no, que si, que no. Venga, céntrate, le decía yo, que lo que quieres no es ni teta ni no teta. Y se reía a carcajadas pasando el momento de enfado.

Conclusión

Mi hijo también tuvo rabietas y el proceso, en su caso particular, evolucionó gracias a la experiencia en crianza empática y a sus características particulares. Os invito a compartir con nosotros las experiencia de cada uno y las estrategias que seguís cuando vuestros niños tienen rabietas también. Seguro que entre todos aprendemos mucho.

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    • interesante

      Ayyy, las rabietas... Mi hija empezó sobre los 18 meses con las rabietas. Le va a temporadas. Pasamos unos cuántos días con una media de 3 o 4 rabietas diarias y después se relaja la cosa. Pasan un par de semanas y volvemos a lo mismo. La verdad es que no he llegado a encontrar el patrón. Ella también sufrió el síndrome de la cuna con pinchos, y la hamaca con pinchos, el carrito...en definitiva, todo lo que no fuera mamá o papá parecía tener pinchos. Empezamos a colechar el mismo día que volvimos del hospital y a portear desde las 3 semanas de vida y la verdad es que fue un cambio sustancial en nuestra calidad de vida.

      Mi hija habla bastante bien desde los 21 o 22 meses. Antes se comunicaba con los típicos monosílabos o con frases de 2 palabras. Pero desde los 21 meses más o menos comenzó a construir frases más complejas y a hacer deducciones ella sola o a ponerle nombre a algunos sentimientos. La verdad es que sí que mejoró bastante la cosa. Pero aún hay momentos en los que pierde un poco el norte y la verbalización se pierde. Cuando entra en esa espiral de rabieta propiamente dicha lo que es sí pasa a ser no en cero coma, o simplemente ni responde a las preguntas ni explica lo que le pasa (creo que porque ni ella sabe lo que le pasa).

      Las rabietas para ser sincera, las llevo mejor o peor en función de mi estado de ánimo y del cansancio. Me gustaría poder decir que siempre lo hago bien, pero no, no lo hago siempre bien. Hay veces que me descubro gritando o sencillamente hablándole mal aunque no grite. No me gusta perder los papeles y trato en cada rabieta de hacerlo lo mejor posible. Para capear el temporal me ha servido mucho leer, leer muchísimo, internet es una fuente casi inagotable de sabiduría. Personalmente hay 2 cosas que me han servido mucho para ayudarla y para ayudarme en los momentos de rabieta. Una es intentar ponerme en su lugar, pararme un momento antes de perder los nervios y pensar cómo se debe sentir, qué debe pasar por su cabeza y, sobre todo, mirarla a la cara. Sólo con mirarlos a la cara cuando están en plena rabieta podemos ver que realmente sufren, podemos ver esos ojitos que nos buscan como desesperados, y esos movimientos como de "mamá quiero que me abraces pero no quiero que me abraces". Hacerle saber que estoy ahí con ella para cuando quiera venir y decirle que la quiero mucho creo que la relaja bastante. Creo que se siente un poco menos frustrada, o al menos, no juzgada. Y la otra cosa que nos sirve mucho es ponerle nombre a lo que le pasa. Por ejemplo, cuando está cansada y tiene sueño se pone rabiosa, todo le parece mal, etc. Así que le digo "lo que te pasa es que estás cansadita, has jugado mucho hoy y ahora necesitas descansar". O si la rabieta es porque no puede subirse al columpio "estás enfadada porque el columpio está ocupado, verdad? vale, no te preocupes porque haremos cola y pronto te tocará a tí. O si no quieres esperar podemos jugar a otra cosa o ir a casa". Es una manera de ponerle nombre, hacerle saber que la entiendo y darle opciones para salir del círculo vicioso de la rabieta.

    • Quisiera preguntarte, Mireia, si crees que con el tiempo, la crianza se hace más fácil? Bien porque hablando se entiende la agente o porque tienes más experiencia... pero crees que cada vez resulta más fácil?

      Yo tengo un niño de casi año y medio y, aunque aún es muy pequeño, me parece que cada vez es menos difícil. Y pienso que cuando hable y le entienda y me entienda, todo será más fluido. Ahora tengo la sensación de que a veces "nos atascamos". Eso nos produce frustración y rabietas.

    • Excelente y necesario post, al menos para mí en este momento concreto de crianza. Y también el comentario de aliciamivida completan la información para las madres perplejas, como yo, que están en pleno comienzo de esta fase tan necesaria como difícil.

      Martín tiene casi 15 meses, es inquieto, cariñoso, curioso, despierto, vivaz, ágil y simpático. Y, desde hace un mes exactamente, cuando no consigue aquello que quiere coger -que puede ser el cubo de otro nene en el parque o meterle un dedo a un ojo- tiene arranques de mal genio desmedido, se pone rígido, echa la cabeza hacia atrás, se da cabezazos, patalea y me golpea con su mano, e incluso a veces muerde a diestro y siniestro -también a otros niños-. O no se quiere bañar, o me tira la comida, o muchos otros ejemplos de su recién adquirida independencia.

      Yo respiro hondo, intento cambiarle de actividad, distraerle, entenderle, explicarle por qué no puede conseguir aquello que demanda. Y también procuro (procuramos, su papá y yo) evitar momentos difíciles, así como no negarle todo por sistema. No le dejo tocar el equipo de música, así que aparco la sillita delante, las carátulas de los discos de Baby Einstein, antes intocables, ahora se las dejo (sin disco). Las abre, saca el papel, etc. Tampoco es para tanto. Y el momento baño procuro hacerlo interesantísimo metiendo cada día un objeto nuevo y diferente en la bañera (esponjas variadas, cepillos de dientes, etc.) para que entre él solo, sin imposiciones. En el cambiador soy una experta entretenerle con caretos absurdos, canciones de Cantajuegos memorizadas y dejarle los tubos de crema del culete, hidratante, etc. aunque a veces trague un poco cuando los consigue abrir. Y le aplaudo todo el tiempo sus pequeños logros para que no todo sean prohibiciones.

      Intuyo que vendrán rabietas más fuertes, así que me estoy preparando unas buenas trincheras psicológicas con estos pequeños estallidos, que aunque a veces me frustran muchísimo también me reconforta entender que soy inevitables y que necesitan de nuestro amor incondicional, one more time.

    • Gracias Mireia (y a las que habéis comentado) por el post de comunicación positiva ya sabes que estábamos pasando una época alucinante con mi pequeño de 13 meses (alucinante es la palabra, yo flipaba con su genio), desde hace unos días parece que se ha templado y vuelve a ser el de siempre, algo ha conseguido, no se muy bien el que pero nos entendemos mejor, sobre todo me noto que yo he aprendido a tratarlo de otra manera...le doy más tiempo para que haga cosas nuevas:se sube a gatas los tres pisos sin ascensor de mi casa, llega a la puerta izquierda de cada piso y se espera para que abra, jajaja!! no sabe que hay que seguir subiendo hasta el tercero, si recojo sus juguetes o pongo pañales nuevos en el cajón le voy dando para que los vaya metiendo el en la caja o en el cajón, le ofrezco comida o el bibe o el vasito de aprendizaje y el lo coge si quiere en vez de metérselo directamente en la boca y también he aprendido a que mis noes sean mas tajantes, tengo menos remilgos que antes, la verdad...

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