Criar sin azotes: reconocer los síntomas de la ira

Criar sin azotes: reconocer los síntomas de la ira
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Estamos avanzando mucho, la comprensión de la inutilidad de los azotes y el deseo de no perder el control usando recursos pacíficos y empáticos para criar sin azotes a los niños es un primer paso. Hoy nos centraremos en la manera de reconocer los síntomas de la ira que nos puede invadir y que es la causa por la que podemos caer en los azotes o gritos.

Para lograr aprender a controlar el impulso aprendido de imponernos físicamente o corregir mediante el azote a nuestros hijos es una labor que puede resultar complicada, pero que sin duda dará frutos que valen la pena, una infancia más feliz y confiada para nuestros hijos.

Reconocer que nuestros padres y nosotros mismos nos equivocamos es un paso necesario y decidir aprender recursos para manejar las situaciones de conflicto sin que se nos escape la mano o un grito es el segundo paso. La formación y la información son indispensables para embarcarnos en una tarea mucho más importante que los estudios y los trabajos, educar y cuidar a una personita que va a aprender a vivir de nuestra mano.

El primer paso es el más importante

Los padres que quieren aprender a educar sin azotes o gritos pueden temer no ser capaces de lograrlo. Pongámonos en lo peor, que de verdad no seamos capaces de cambiar completamente y vayamos a fallar en el objetivo a veces. Siempre será un avance para nuestros hijos el que modifiquemos un poco la conducta, sabiendo además que si es posible cambiar nos reforzaremos y aprenderemos poco a poco a hacerlo mejor.

Ser conscientes y estar empeñados en no repetir estas pautas con nuestros hijos es el primer paso indispensable.

Una persona que comete un error y lo reconoce como tal ha hecho lo más importante, ya que sin eso no hay cambio posible. Martirizarse o culpabilizarse no sirve de nada, pero si es útil decidir mejorar y no repetir los errores.

Reconocer los síntomas de la ira

Un segundo paso es aprender a reconocer en nosotros mismos los síntomas físicos evidentes de que estamos a punto de perder el control. Es como si algo que está dentro de nosotros, inculcado desde la infancia, fuese a brotar cuando nos vemos sobrepasados, pero su avance no es silencioso, el estallido no es inmediato, y si aprendemos saber reconocer el avance de esa rabia y descontrol podemos pararla a tiempo, antes de que nos domine y nos haga decir o hacer cosas de las que luego nos arrepentimos.

La ira desencadena mecanismos físicos automáticos que también podemos sentir si nos enfadamos con un adulto y que, en ese caso, la mayoría de nosotros si sabemos controlar. La cuestión es que hacia el niño no sentimos esa inhibición y perdemos el control al reproducir el comportamiento que posiblemente tenían nuestros padres o tienen otras personas de nuestro entorno, que justifican y perdonan hacia los niños lo que hacia otro adulto sería motivo de rechazo.

Pero reconociendo la pauta física y estando muy conscientes de no querer dejar que la ira nos domine cuando el desencadenante es nuestro hijo y no otra persona cualquiera, podemos lograrlo.

Los síntomas físicos pueden ser calor, ardor en el pecho, sentir que la sangre te hierve y sube la ira por la garganta, hasta casi cegarte. Todos podemos reconocer estas sensaciones y actuar antes de que llegue el estallido de violencia física o verbal. Incluso si es un grito o un azote, podemos pararlo a tiempo si nos damos cuenta como nos está dominando la rabia.

Fijándonos en esas manifestaciones físicas y siendo muy conscientes de nuestro cuerpo podemos pararlas y usar técnicas que evitan el estallido, dándonos la oportunidad de usar otras estrategias educativas que no sean el pegar un cachete o un chillido, y sobre todo, dándonos la oportunidad de calmarnos nosotros antes de hacer nada. Con las primeras manifestaciones físicas es cuando debemos actuar.

Conclusión

Para lograr criar sin azotes es conveniente formarse y aprender todo lo necesario para convertirnos en los padres que deseemos ser. Los padres no somos perfectos y seguramente vamos a reproducir comportamientos que sufrimos de niños sin ser del todo conscientes de ello e incluso rechanzando que salten estos resortes: gritos, insultos, desprecios, amenazas o chantajes más o menos sutiles.

Hemos comprendido la forma en la que podemos reconocer los síntomas la ira para, posteriormente, ver en los temas siguientes como podemos engañarla y no dejar que nos domine para demostrarnos que es posible criar sin azotes.

En Bebés y más | Criar sin azotes: recursos naturales para prevenir, Los azotes no sirven para nada (III), Educar con respeto (II)

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Comentarios cerrados
    • interesante

      Ayer, precisamente, vi a una madre dándole un azote a su hija por la calle, por algo que la niña le había dicho. Pensé en lo enfadada que se la veía, y en que seguro que, si esa madre lo analizaba con tranquilidad, y no se dejaba llevar por el impulso, vería que el motivo, fuese cual fuese, no era para tanto. También pensé en mí misma cuando no logro contener mi ira, y en que merece la pena hacer el esfuerzo de contenernos; aunque hay momentos desesperantes, y épocas de crisis, nunca hay que desistir, sobre todo, porque no hay mejor manera de enseñarles a ellos a controlarse, que viendo cómo nos controlamos nosotros.

      A los que defienden el azote, o intentan restarle importancia, yo les diría, sí, un azote no es traumático, pero, ¿cómo lo regulas? ¿No es traumático una vez en la vida, una vez al año, al mes, a la semana, al día...? ¿En qué circunstancias se permite: peligro de vida, peleas entre hermanos, agresión física a terceros...? ¿Cuándo lo utilian los padres: como último recurso, cuando están hartos, cuando han perdido la paciencia, cuando están cansados, cuando están de buen humor...? ¿Hasta que edad se puede usar este recurso: hasta la adolescencia, después de ella? ¿Podría entonces sustituirse por "un bofetón a tiempo"? ¿Qué recursos tendrán estos hijos para frenarse a sí mismos cuando nadie les dé un bofetón? ¿Y cuáles para frenar a sus propios hijos en el futuro?

      En fin, muchas preguntas. No es cuestión de que nadie se sienta culpable si se le ha escapado la ira alguna vez, o se le ha ido una situación de las manos, como dice el artículo, sino de buscar otros recursos para frenarla la próxima vez.

      Un cordial saludo

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