Las ciudades son hostiles a los niños

Las ciudades son hostiles a los niños
4 comentarios

Cuando salimos a la calle, especialmente si vivimos en un ciudad, cada vez es más llamativa la ausencia de niños en las calles. No bajan solos a jugar, es peligroso. Las calles no son amables, los coches y el trabajo se han hecho dueños de las ciudades y de la vida, todo parece diseñado para ellos. Y es que las ciudades son hostiles para los niños.

Es cierto que hay parques, según la zona más o menos cuidados o abundantes, pero la configuración general de los espacios urbanos son completamente enemigos de las necesidades de los niños.

Yo tengo la suerte de pasar la mitad de mi tiempo en un pequeñísimo pueblo costero, en el Parque Natural de Cabo de Gata, un sitio bellísimo y con muchas posibilidades para jugar en la Naturaleza, del que os muestro un pequeño rincón en la foto que ilustra esta entrada. Los niños salen con la bici o juegan, se bañan, exploran, pero incluso aqui ya no van sin supervisión de un adulto por miedo a lo que pueda pasar. Cuando vengo a la ciudad, vivo en una pequeña, con abundantes zonas verdes y un tráfico muy moderado, bastante segura pero ingrata para las necesidades de exploración libre de un niño.

Las ciudades y los niños

Pero en Madrid y en otras capitales, en las grandes ciudades, las cosas son más complicadas todavía. Los niños ya no salen solos, y lo entiendo, pero han perdido aquella libertad alocada que les permitía explorar sus capacidades, hacer travesuras, meterse entre los matorrales, escaparse hasta los límites de lo seguro. Y tendríamos que pensar que les hemos privado de una necesidad innata.

Todo eso confluye en limitar sus vidas a espacios cerrados: colegios, pabellones donde hacen actividades deportivas guiadas, más clases extraescolares para llenar su tiempo, jugar en casa solos o pasar muchas horas distraidos con aventuras de la televisión o el ordenador. Pero la ciudad, la ciudad se ha convertido en un espacio hostil para su crecimiento.

Mi infancia en la calle

Cuando yo era niña posiblemente existía menos conciencia de los peligros de que los niños juegen solos en la calle. Bajaba con mis amigos al parque y nos dábamos vueltas por el barrio, e incluso, a partir de los ocho años, cruzaba sola hasta el colegio, que se veía desde la ventana de mi casa.

En verano, en el pueblo donde teníamos una casa, me marchaba con la bici a correr aventuras por los caminos, con un bocadillo y toda la tarde para ser libre y meterme, admitámoslo, en bastantes lios. Me subía a los árboles, me perdía en el campo, me pillaba la tormenta y me refugiaba debajo de las balas de paja, sin pensar nunca en cazadores, garrapatas o raptores de niños.

No se cual sería el término medio ideal, posiblemente unas ciudades menos pobladas, con menos coches y mucho más espacio abierto natural, no solamente parquecitos limitados, sino grandes extensiones en las que correr y jugar a los piratas, los indios, los exploradores, los naúfragos y hasta las batalllas.

Nosotros no temíamos a la lluvia, ni al viento, ni al frío, ni al calor. Nada nos dejaba encerrados en casa y eso que yo, por lo menos, era niña de pasar muchas horas leyendo y soñando, pero también tenía la posibilidad de salir a jugar hiciera el tiempo que hiciera y llegar sudada y llena de tierra a casa con la sonrisa de oreja a oreja completamente agotada de experiencias y aventuras.

Lo que los niños necesitarían

Los niños necesitarían correr sobre la hierba, y no tener un cartel que prohibe pisar el césped. Árboles a los que trepar. Riachuelos en los que mojarse. Barro, campo, conejos, perdices, bolas de tierra, caminos nuevos donde inventar un viaje a lo desconocido. Esas cosas que parecen imposibles pero que los pequeños seres humanos necesitan. Nuestras ciudades son hostiles a los niños, no están pensadas para ellos, ni diseñadas para sus necesidades reales, y eso, a la larga, estoy segura que se paga.

Existe una iniciativa de la ONU llamada Ciudades Amigas de los Niños. Pese a ser insuficiente, al menos que la ciudad donde vivimos cumpla esas características es algo básico. Adaptando esto a nuestra realidad en España, sería exigible que todas las ciudades se preocuparan de tener espacios verdes con plantas y animales donde los niños pudieran jugar.

No debería bastar un bonito parque con el acceso restringido, pensado solamente para ser contemplado o paseado. También debería dotarse a la ciudad de mecanismos por los que los niños pudieran participar con sus opiniones en la vida diaria, exponiendo libremente sus necesidades y deseos, para no ser, por su edad, ciudadanos de segunda a los que no hay disposición de escuchar y ateder.

Es una de las cosas que más rabia me dan, esos parques tan bonitos, con un césped cuidado y flores, pero con carteles que prohiben acceder a la zona verde, dejando a los niños como simples expectadores de la Naturaleza, sin más que unos pocos columpios para ejercitar su necesidad de juego y escalada.

Puesto que las ciudades son hostiles con los niños, quizá lo único que nos queda a los padres es dedicar el tiempo libre a proporcionarles experiencias de juego libre en la Naturaleza. Irnos los fines de semana al campo, aunque estemos cansados. Pasar las horas de la tarde que les deje libre el colegio, en vez de en cumplir un frenético horario de deberes y clases extraescolares, en la calle y en la zona verde libre más cercana.

En Bebés y más | Ciudades amigas de los niños

Temas
Comentarios cerrados
    • Ayer leí este post y me hizo darme de bruces con un dilema que revolotea por mi cabeza desde hace tiempo, y que está íntimamente relacionado con el contenido de este post. Estoy de acuerdo en todo lo que dices Mireia, pienso igual. Si me paro a recordar mi infancia, recuerdo tardes enteras en el precioso parque de mi pequeña ciudad, jugando, montando en bici, leyendo en la pradera cuentos que sacaba de la pequeña biblioteca de madera que abría todas las tardes. Mi abuela se sentaba en un banco a charlar con otras mamis o abuelas, y nosotros jugábamos, pero por supuesto que a veces nos perdían de la vista. Y también bajábamos a la calle, con 11 ó 12 años, a jugar con los vecinos de nuestra edad. Iba sola al cole desde los 9 años más o menos (estaba a dos minutos andando). Una infancia feliz y rodeada de naturaleza y aire libre en una ciudad muy pequeña.

      Ahora soy madre, mi hijo solo tiene la opción de jugar a diario en esos recintos que pretenden ser parque infantiles, que están diseminados en las urbes. Los fines de semana al Retiro o a la ciudad de mi infancia, con suerte. O a las escapadas a la Naturaleza que preparamos de antemano. Bien.

      Este verano mi bebé cumplirá dos añitos. Mi familia al completo vive en la pequeña ciudad citada arriba, sus primos, su abuela, sus tíos. Y los abuelos paternos se van a pasar el verano a un pequeño pueblo segoviano, también un entorno maravilloso para un niño. Por ambas partes me insisten para que mande al niño a pasar el mes de julio y la primera quincena de septiembre, que no tenemos vacaciones, a los dos lugares, x días en cada uno, yendo nosotros los fines de semana con él.

      Y ahí está la disyuntiva: ¿nos separamos de él entre semana durante 4 semanas, y lo llevamos a un entorno mucho más agradable, con su familia cercana y querida (sus abuelos paternos le ven a diario), sacándole de la tórrida Madrid y permitiéndole corretear libremente por el campo o por no separarnos de él, que nunca lo hacemos y está apegado como es lógico por su edad, le apuntamos a una guardería de verano y aprovechamos los fines de semana?

      Qué difícil decisión... al menos para mí.

    • Yo no me separaría del niño a esa edad, sobre todo si el y tu estais apegados, aunque meterlo en la guardería si no ha ido hasta ahora.. es muy complicado, como dices... Más bien, id todos los fines de semana a ver a los abuelos y reduce las horas de trabajo si se puede... y piensa como podrías combinar el vivir en el campo y trabajar (quizá necesitaseis mucho menos y solamente un sueldo bastaría)

    • Cerrar respuestas
    • Avatar de mireia.long.1 Respondiendo a Mireia Long

      Mireia, sí ha ido a la guarde, tristemente no tenemos otra solución con nuestros trabajos, pero la suya cierra en junio, así que sería adaptación a una nueva. Lo bueno es que en verano yo tengo horario intensivo así que sería llevarle de 10 a 15 h "solo".

      Uno de nuestros objetivos vitales es huir de la urbe, marcharnos a vivir a un pueblo pequeñito (Cabo de Gata es maravilloso, pero queda demasiado lejano de nuestras familias), pero sinceramente, con la que está cayendo, dejar el trabajo e irnos a buscarnos la vida a otro sitio me parece suicida.

      Tengo muchísima suerte laboral, de verdad, y mi pareja tampoco no se puede quejar. Estamos tranquilos, podemos salir de trabajar relajados y felices y sin preocupaciones monetarias disfrutar del peque. Eso tampoco hay que olvidarlo y la idea de "Dios proveerá" puede hacerle también mucho daño a un niño, si luego se traduce en "no tenemos ni un duro y ahora qué".

      Pero sí es verdad que hago números a ver si puedo reducir mi jornada. Las cosas no son fáciles, la realidad es compleja. Gracias por tu consejo, mi corazón me dice eso también.

    • Tienes toda la razón. Yo vivo en un pequeño pueblo y aún así me da pánico dejar a mi hija jugando sola por la calle. Como bien dices, juegan fuera de casa, pero siempre con los padres cerca. Y me parece algo normal. Cada vez que encendemos la tele y empezamos a ver los casos de niños desaparecidos, violados, asesinados (ahora mismo se está juzgando al asesino de la pequeña Mariluz) se nos ponen los pelos de punta. Yo cada vez tengo más miedo, la verdad. No sé si el problema está en las ciudades...o en los ciudadanos. Buen post. Un saludo.

    Inicio
    ×

    Utilizamos cookies de terceros para generar estadísticas de audiencia y mostrar publicidad personalizada analizando tu navegación. Si sigues navegando estarás aceptando su uso. Más información