El parto en la Antigüedad egipcia estaba rodeado de trascendencia, como corresponde a la importancia del momento, y de leyendas varias. Alguna práctica sin base real pero que se convirtió en un hábito extendido era el peinado de las parturientas egipcias.
Las mujeres que daban a luz en Egipto tenían por costumbre no anudar ni recoger los cabellos de ninguna forma, pues se pensaba que esas ataduras podrían dificultar el parto.
Christian Jacq, en su libro “Las egipcias” comenta que la parturienta debía de estar desnuda con el pelo suelto, pues debía de estar libre de cualquier nudo que complicara el parto. En las representaciones antiguas de partos se ve en el momento del nacimiento a la madre con el pelo suelto.
Esto me ha recordado a mis partos: normalmente en casa llevo el pelo recogido por comodidad, pero para los partos quise llevar el pelo suelo. ¿Algo inconsciente dentro de mí quería esa libertad?
Volviendo al antiguo Egipto, la diosa hipopótamo Tauret o Tueris era la patrona y protectora de las mujeres embarazadas, el parto y el nacimiento, y su imagen era uno de los amuletos más usados para tener hijos al igual que los que representaban al dios enano Bes, la diosa Neith o Hathor.
En la esfera sexual de la mujer existía un claro y determinante submundo de magia, en la que confiaban para que les ayudara a superar las dificultades que la naturaleza ponía al alumbramiento. Junto a esta costumbre del peinado, el uso de amuletos y diferentes rituales era algo común y muy extendido.
Existía toda una gama de talismanes, exorcismos, exvotos, ruegos y regalos a los templos, que forman parte de las relaciones entre la magia y la medicina, entre ciencia y superstición. Ya vimos un ejemplo de esto en el primer instrumento quirúrgico, que precisamente se empleaba en la antigua civilización egipcia para cortar el cordón umbilical, y que no estaba exento de un uso ritual mágico.
Un amuleto muy empleado era el de la madre y el recién nacido durmiendo en la misma cama, lo que favorecería que la madre y el hijo pudieran dormir juntos.
De todas formas, a pesar de estas encomendaciones al “más allá”, los problemas a la hora de dar a luz y la mortalidad en el parto era bastante alta, y sólo en ocasiones las acciones beneficiosas de diosas relacionadas con la fecundidad (Hathor, la diosa Neith o la diosa rana Heket) protegían a las mujeres que, desde el mismo momento del embarazo ya estaban, en muchos casos, condenadas a morir en el parto.
En cualquier caso, resulta curiosa esta costumbre de las antiguas egipcias de no recogerse el pelo durante el parto para evitar complicaciones. Seguro que algunas prácticas populares infundadas de este tipo se siguen manteniendo en algunos lugares del mundo… y no siempre tan lejanos.
Vía | Egiptomaniacos, Instituto Estudios Antiguo Egipto
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