¿Cómo elegiría nacer un bebé?

¿Cómo elegiría nacer un bebé?
18 comentarios

A menudo hablamos en Bebés y más de cómo sería el parto perfecto, qué ambiente sería el idóneo, quién debería acompañar a la mujer, cuál sería la mejor posición y cuáles las intervenciones que deberían o no deberían hacerse. Con toda esta información sabemos qué puede esperar una mujer a la hora de parir o qué es lo que sería ideal si una mujer pudiera elegir cómo parir.

El acto de parir tiene mucho que ver con el acto de nacer (la mujer pare y el niño nace) y muchas de las elecciones que se llevan a cabo sobre la madre tienen relación con el bienestar del bebé, pese a que no siempre las expresemos de este modo.

Es por eso que hoy quiero centrarme en cómo debería ser un parto o el nacimiento del bebé si pudiera elegir, por si dicha información sirve de algo a la hora de elegir cómo parir y, sobretodo, para entender un poco cómo viven los bebés el momento del nacimiento.

Cuantos menos cambios, mejor

La vida está llena de elecciones y de caminos a escoger. Las razones para elegir una u otra opción son muy variopintas y muy personales y la capacidad de adaptarse a los cambios es diferente en cada persona.

A pesar de esta diferencia hay una cosa que todos tenemos en común: cuanto más parecido a lo que conocemos es el lugar al que llegamos más fácil es el cambio. O dicho de otro modo, cuanto más familiar nos resulte el entorno al que accedemos mejor nos adaptaremos.

Por eso es más fácil empezar en un trabajo nuevo si ya conocemos a algunos de los que allí trabajan y por eso es más fácil viajar a países donde entienden tu idioma que a otros en los que no sepan qué dices ni sepas qué dicen.

Esto es una obviedad, sin embargo cuando un bebé llega el mundo son pocas las personas que tienen en cuenta que, para que un niño nazca de una manera poco “violenta”, lo ideal es que al salir encuentre un entorno lo más parecido al que conoce, para que los cambios lleguen poco a poco.

Nacer debe ser una experiencia muy dura

El carácter de los niños viene determinado en gran medida por la genética y en gran medida por las vivencias que tiene una vez nace. La persona que somos se compone de cientos de piezas que se van sumando a medida que crecemos para conformar nuestra personalidad y nacer supone una de esas piezas.

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Hasta ahora no se le ha dado demasiada importancia al momento del nacimiento, básicamente porque cuando somos adultos no lo recordamos y, sobretodo, porque hasta hace bien poco se pensaba que el cerebro de los bebés no estaba conectado con las terminaciones nerviosas del dolor y el sufrimiento (y se intervenía a los bebés sin anestesia…).

En la actualidad, sin embargo, se le está dando mucha importancia (pero mucha) a las vivencias de los bebés en los primeros años de vida, ya que se observa que aquello que un niño recibe durante los primeros años de su vida son las bases de su personalidad, de su carácter y de su capacidad de gestionar el estrés y la ansiedad en edades adultas.

Por esta razón se insiste tanto en la importancia de dar amor y cariño a raudales a los niños, comprensión, respeto y diálogo y enseñarles a ser libres y a respetar la libertad de los demás.

Pues bien (a lo que iba), una de esas vivencias que dejan huella en las personas, quizás de las más importantes, es el nacimiento. Un momento que puede llegar a ser muy duro para los niños, sobretodo si tenemos en cuenta que cuando un niño nace está consciente (cuando morimos, en cambio, solemos estar inconscientes).

Cuán grande puede llegar a ser esa huella, no lo sé, pero quién sabe cómo seríamos si nuestro nacimiento hubiera sido menos violento para nosotros y si nos hubiéramos adaptado al mundo de un modo más paulatino, quizás seríamos personas más seguras de nosotras mismas, quizás más sociables o quizás del mismo modo que ahora somos. En cualquier caso, sea como fuere, lo ideal pasa por ser más empáticos y ponernos en la piel de los bebés, entendiendo que para ellos es un proceso nuevo, un cambio (enorme) y que, como tal, debería vivirlo de manera que pudiera adaptarse poco a poco, sobretodo si está en nuestras manos hacerlo.

Si vengo de la oscuridad, que no me espere la luz

Los bebés viven durante nueve meses en la más absoluta oscuridad y sus ojos, por lo tanto, nunca han visto la luz. Por esta razón en la habitación o el paritorio, allí donde el bebé ha de nacer, no debería haber luces deslumbrantes, sino una iluminación tenue que, además, ayuda a la mamá a estar más tranquila, más relajada y más centrada en sí misma y en su parto.

Si estaba con mamá, que siga estando con ella

Hasta hace bien poco tiempo, los bebés eran separados de sus madres nada más nacer para ser medidos, pesados, lavados y evaluados. Hay cosas que no requieren demasiada premura y que se pueden hacer más tarde y hay otras que pueden llevarse a cabo mientras el bebé sigue con su madre. En condiciones normales, si el bebé está sano, lo primordial es que antes de cortar el cordón umbilical el bebé se quede con mamá. Antes estaba unido a mamá por el cordón y dentro de ella y ahora sigue estando unido a ella por el cordón y en contacto con mamá, que le acaricia y le da calor con su cuerpo. La diferencia es apreciable, pero no es el gran cambio que supondría una separación absoluta.

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De este modo, además, ambos se conocen y se empiezan a acostumbrar el uno al otro. El bebé conocía a mamá por dentro y ahora la empieza a conocer por fuera. Huele igual y suena igual, porque encima de su barriga escucha su corazón, así que la relación que empezó hace nueve meses sigue adelante, haciendo un paso más, sin haberse todavía separado.

Si dentro no respiraba, no hay prisa por hacerlo fuera

Uno de los mitos más grandes acerca del parto es el que hace pensar que un bebé, en cuanto sale, tiene que empezar a respirar o de lo contrario se ahogará. Los bebés no respiran estando dentro de la barriga, porque viven flotando en líquido amniótico y porque el alimento y el oxígeno necesario le llega a través del cordón umbilical que le une a la madre.

Cuando un bebé nace el cordón sigue latiendo varios minutos (con varios me refiero a un cuarto de hora, veinte minutos o a veces incluso más). Mientras el cordón late, sigue proporcionando al bebé sangre y, por lo tanto, oxígeno. Esto quiere decir que el bebé puede permanecer fuera sin respirar unos minutos sin que ello suponga ninguna emergencia. Pasados esos minutos, a medida que el cordón suministra cada vez menos oxígeno el bebé empezieza a respirar por sí mismo. Así de fácil, sin cortes de cordón prematuros que les obligue a respirar sí o sí, con llantos provocados por la violencia del proceso.

Agua, ¿por qué no?

Una de las opciones a la hora de parir que muchas mujeres eligen es el agua, la bañera. El agua ayuda a calmar el dolor, en el agua las contracciones se soportan mejor y si un niño nace en el agua, pasa de estar en el líquido amniótico a estar también en líquido, que debería ser, para hacerlo más parecido al lugar de origen, agua del mar.

El líquido amniótico es salado y el agua del mar tiene la misma cantidad de sal (muestra de que la vida se originó en el mar, como explica la teoría de la evolución). Si un bebé pasa de un líquido al otro y ambos son muy similares, el proceso será mucho más fácil para él.

Fotos | Nina Matthews Photography, Big D2112, [derekmswanson] en Flickr
En Bebés y más | Beneficios del contacto precoz madre-bebé, Nacer en un entorno acogedor, Que no os separen, campaña para promover el contacto entre el recién nacido y su madre, Beneficios del pinzamiento tardío del cordón

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Comentarios cerrados
    • interesante

      En su hogar, donde ha crecido nueve meses, rodeado de amor, silencio, privacidad y respeto, sin que le hagan manipulaciones innecesarias ni le cortén el cordón. La OMS tiene claro como debe atenderse un parto normal, sea en casa, en una casa de partos o en una clínica, según sea necesario. Y desde luego muchos de los hospitales españoles siguen sin ser capaces de atender un parto sin ensañamiento terapeutico.

    • interesante

      Me ha gustado el artículo, pero me gustaría comentar algunas cosillas.

      Pones "Nacer debe ser una experiencia muy dura". No sé, supongo que dependerá de la actitud del bebé ante el hecho, del carácter que tenga. ¿Por qué debería ser duro? Podría ser una experiencia fascinante y agradable para el bebé. Creo que Casilda Rodrigáñez escribía que al sentir que el cuerpo materno oprime porque queda poco espacio, el bebé desea nacer y es cuando, de forma natural, se desencadena el parto. Si es verdad que siente este deseo, pues la experiencia podría ser algo emocionante.

      Y dices que el recién nacido hasta entonces ha estado en la más absoluta oscuridad. Pues no siempre, si pones la tripa al sol, ellos lo notan. Yo una vez me subí la camiseta estando al sol, y vaya si se movió. Eso sí, de acuerdo con que no hay que recibirlos con luces cegadoras.

      El parto en agua debe ser muy agradable. Siempre fue una idea que me atrajo.

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    • Avatar de entribu09 Respondiendo a entribu09
      interesante

      Yo creo que si que es duro y estresante nacer, empiezas a usar órganos de tu cuerpo que no sabías ni que tenías, de pronto sientes el hambre y tus pulmones inflándose como un balón, tu corazón cierra unas válvulas definitivamente y abre otras, sientes por primera y ultima vez en tu vida la mayor descarga de adrenalina, tus sentidos reciben directamente los estímulos sin la cómoda y cálida barrera amniótica. Sin embargo es cierto que depende de cada bebé, como dice Punset hay bebés con más resiliencia que otros y eso es algo que va innato en ellos.

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    • Avatar de simonetta Respondiendo a simonetta

      Y porque todo eso tiene que ser malo, A lo mejor es la mejor sensación que tendremos en nuestra vida un subidón de adrenalina y la vida que empieza en ti por si misma. Como salir del agua cuando ya no aguantas más la respiración. Nacer en lo natural, y defendemos que lo natural es lo mejor.

    • Avatar de simonetta Respondiendo a simonetta

      Sí, es cierto, "resiliencia", que nos hace a unos más felices que a otros. Punset es un sabio cercano. :-)

    • Avatar de entribu09 Respondiendo a entribu09
      interesante

      Debe ser duro nacer como han nacido hasta la fecha, con luces cegadores, manipulaciones continuas, limpiezas y sondas por doquier, cortes de cordón que les obligan a respirar de manera violenta y llegando a la paz de mamá después de todo ello...

    • Estoy de acuerdo. Yo también pienso que éste es el modo en que elegiría nacer un bebé. Hablamos del cómo. ¿Y el dónde? Pues en un lugar en el que todo esto fuera posible y yo creo, sinceramente, que esto ocurre cada día en los hospitales. Y en las casas, pues supongo que también, aunque al menos en nuestro país los datos entre partos hospitalarios y domicilarios no me parecen equiparables cuantitativamente.

       

      La obstetricia-ficción está muy bien, pero el bebé elegirá nacer donde decida su madre que siempre y en cualquier lugar, lo hará donde crea que es mejor para ambos.

    • Si mi hijo pudiese decirme me diría que le gustó nacer, que supo claramente lo que tenia que hacer y que mamá entendió muy bien lo que le tocaba hacer a ella, me diría que mis pujos lo agobiaron un poco porque el ya se descolgaba poco a poco y que "si eso, mama, para otra vez no te desgañites tanto", que la chica que vió nada más salir era pura dulzura y delicadeza y que no le dio tiempo a asustarse porque de pronto todos sus sentidos se inundaron de mamá, la vio, la toco, la saboreó, la oyó y la olió. Diría que lo del examen fue un trago muy breve, que oía voces cantarinas pero eso no lo consolaba, que se sintió pesado, cansado, hambriento y dolorido pero saboreo de nuevo a su mamá y eso le alivió. Y hasta que mi hijo pueda decirme eso yo le repito día tras día lo que me gusto parirle.

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    • Avatar de simonetta Respondiendo a simonetta

      Me ha encantado tu relato. A mi también me encantó parirlas como las parí. Yo no me desgañité mientras las empujaba, una que es muy discreta oye (je, je... no lo fuí tanto antes de la epidural del segundo parto). Vieron la luz en un paritorio de hospital, con papá acariciando la cabeza de mamá y diciéndole que la quería y con unas personas vestidas de verde que les explicaban lo que iba pasando, lo que iban haciendo. La verdad es que no las recibieron en silencio... mamá gritó cuando salieron y Celia, la ginecóloga, recibió a Sara con un "bravo chiquitina, lo has hecho muy bien" (¿y yo?). La limpió con un tela verde, la puso sobre mamá que la besó, papá derramó lágrimas sobre ella, cortaron el cordón y la cogió en brazos un chico joven con gafas que la manejaba con soltura (por decirlo de alguna manera), mientras le limpiaba la nariz, la boquita, la medía, la pesaba, le practicaba un test... y le hablaba, le hablaba mucho: "muy bien chiquitina, eres muy guapa y muy grande, mira mamá, mira que guapa es..." Y mamá, que cuando está nerviosa le da por hablar, no paraba de charrar y reirse y llorar.

      Con Marta, la peque, igual, pero mamá lloró mucho más... no sé por qué. Bueno sí, mamá estaba muy cansada, el embarazo se le hizo más largo que el primero y tenía mayores miedos porque ya tenía una nena de dos años recién cumplidos. Sentía que me jugaba mucho más: tenía que salir todo bien por Marta que venía en camino y por Sara que me esperaba. Y por mi, que debía estar fuerte para las dos. Y por suerte todo fue más o menos igual, en el mismo sitio, con la misma gente vestida de verde. Sólo cambió la matrona, una corpulenta guineana, de manos fuertes, un poco seria a la que el pelo y el tacto de Marta transformó en una cantante de nanas. A Marta tampoco la recibimos en absoluto silencio: mamá lloraba de alegría, papa lloraba como un bobo y Vicente el gine, le dijo "¡¡aquí estás, campeona!!" mientras todos admirábamos en voz alta la cantidad de pelo negro que cubría su cabeza (igualita que mami). Y mientras salía la placenta, cosían, limpiaban, hacían los test protocolarios... mis hijas estuvieron con un pediatra y una enfermera, en una camilla a mi derecha, cinco minutos, tranquilas, con la cabeza girada hacía mi, con unos ojos abiertos, grandes que supongo que no me veían. Yo sí que los miraba y recuerdo, 4 y 2 años después, que su semablante era lo más parecido a la paz. Mis partos me dejaron también esa sensación. Me gustó parir. Pero creo que lo que para mi es un recuerdo imborrable al que me gusta volver de vez en cuando, para ellas ya no es nada. Incluso creo que no fue nada. Ya tendrán sus partos. Yo elegí su forma de nacer, no sé si es lo que hubieran elegido, pero era mi responsabilidad y lo hice con información y con respeto.

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    • Avatar de annajuanroch Respondiendo a Anna JR
      interesante

      Qué emocionante suena Anna. Para mi segundo parto no sueño con que sea en el agua o en casa o en el mejor hospital. Pero me gustaría verme ahí como tú, empujando, de la mano de mi chico y viendo cómo asoma la cabeza de mi bebé desde el interior de mi cuerpo.

      Me hicieron una cesárea cuando nació Martín. Estaba en el quirófano, medio grogui por la epidural que me sentó mal, en esa postura de brazos extendidos tan desagradable. Mi ginecólogo, que se parece un poco al padre de "Padre de Familia", pero con voz de tipo entrañable dijo después de rajarme la tripa: "no te preocupes, está muy bien, pero es un poco cabroncete porque todavía ni se había encajado". Después oí un lloro de bebé, una enfermera con voz dulce y suave me acariciaba y me acercó a Martín, a la cara antes de llevárselo para revisarle. Se lo agradecí mucho, y lloraba mucho, pero tenía esa sensación por dentro de improvisación, como si me hubieran cambiado el guión ¡a mí no me tocaba una cesárea! Tardaron siglos en coserme, o eso me pareció, luego sentí muchísimo frío y cuando me quedé sola en el quirófano, ese tiempo hasta que te suben a la habitación. Otra enfermera corpulenta me pasó de la mesa de operaciones a la cama en un momento y sólo al llegar a la habitación, más o menos 45 minutos después de que naciera Martín, me lo pusieron piel con piel. La enferemera corpulenta me ayudó a que enganchase en el pezón y vaya que si lo hizo. Pero un ratito después se lo llevaron al nido, no me dejaron pasar la noche con él por mi estado catatónico -lo era realmente-. Ya eran más de las 12 de la noche y habíamos empezado a las 9 de la mañana. A mí no me gustó parir así.

      Sin embargo, si algo me consuela, es que pienso que para él fue más fácil llegar a la meta, imagino cómo de repente, en su penumbra paradisíaca, se abriría una raja de luz cada vez más grande, le cegaría y de pronto sentiría una fuerza poderosa agarrándole y tirando de él hacia el exterior. Sólo me agobia la luz de quirófano cegándole. ¿Escucharía a mi gine llamándole "cabroncete"? Puede que por eso llorase con tanta fuerza. :-)

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    • Avatar de ciberia Respondiendo a ciberia

      Ya sé que puedo parecer una insensible y un poco bestia y que mi postura en este tema se aleja mucho de la mística y se acerca más al pragmatismo. Pero después de tener concimiento de algunas historias duras de partos y bebés entre mis amigas y en mi propia familia (que no vienen al cuento porque parezco la abuela cebolleta), para mi -y no soy muy amiga de este principio- 'el fin justifica los medios'. Y el fin, para mi, es dar a luz a un bebé sano. ¿Los medios? Pues para mi, aquellos que reduzcan o anulen el dolor y que garanticen la seguridad y la integridad de madre e hijo.

      Por mucho que reflexiono y te aseguro que lo hago, soy muy racional, y la resiliencia no me parece que se pueda aplicar a un bebé recién nacido, al menos con una criatura de minutos. Por eso creo que la 'gracia' de llamarle 'cabroncete' a Martín, probablemente sea más dífícil de olvidar para ti que para él. Si el parto dejara en las personas esas huellas tan duras e indelebles, uffff, los psiquiatras serían médicos de cabecera.

      Todo cuenta, todo suma, pero yo creo mucho más en todo los que viene horas, días, meses... después del parto. Los retos de la crianza no tienen límite y la experiencia del nacimiento, a mi, que soy muy especialita para esto, no me parece que pueda dejar más huella o traumas que todo lo que puede venir después.

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    • Avatar de annajuanroch Respondiendo a Anna JR

      ¬¬Anna, estoy de acuerdo en casi todo tu primer párrafo, pero tengo matices al pragmatismo, porque yo tuve un parto muy duro –sí, todos lo son, pero algunos más que otros-, y es entonces cuando te cuestionas algunos de esos medios que justifican “finales felices”. ¿Fue necesario provocarme el parto cuando estaba en la semana 41? ¿Fue realmente imprescindible hacerme una cesárea con ocho cm de dilatación, casualmente en el cambio de matrona, cuando la primera me decía que ella confiaba en que podría parir de manera natural? ¿Es la epidural tan inocua como se cree? A mí me provocó una hipotensión que requirió varias bolsas de glucosa y me impedía enfocar para enviar un sms.

      No creo que Martín tenga ningún trauma por nacer de esa manera, y, afortunadamente, tampoco yo lo tengo. De hecho, pienso que utilizamos la palabra “trauma” muy alegremente. En mi día a día desde luego no me acuerdo de mi parto y no lloro por los rincones ni tengo pesadillas. Pero sí estoy a favor de que la experiencia del parto sea lo más amigable y bonita posible para la madre y también para el bebé. Aunque lógicamente la seguridad e integridad estén por encima de todo eso.

      Esta semana Martín está con sus abuelos en el pueblo, porque hasta el comienzo de la guardería era imposible cuidarle nosotros. Hemos estado juntos todo el mes de agosto los 3, felices y relajados. Martín tiene trece meses y no puedo esperar que entienda que tengo que volver al tajo, y me pregunto: ¿se sentirá abandonado por nosotros? ¿afectará esta situación al vínculo madre-hijo? Y esta semana sí estoy teniendo pesadillas, mira tú. Pero luego pienso que la semana pasará, él volverá, yo intentaré compensarle por mi ausencia y él será receptivo y tenemos mucho tiempo por delante. Aunque inmediatamente tenga que ser yo la que le lleve a la guardería por primera vez y entonces sí, le deje con extraños. Y ahí la resiliencia de ambos saldrá a la superficie, supongo.

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    • Avatar de ciberia Respondiendo a ciberia

      Seguro. Y pasarán un par de meses y entrará feliz a su clase, con su seño y sus amigos. Y si sigues llevándole tú cada mañana a la guardería te convencerás de que está bien, de que no "lo dejas" con extraños, sino que está viviendo una etapa de su vida que por circunstancias o por convicción personal, es así. Y tu actitud, sincera o un poquito disimulada porque, como dices 'hay que volver al tajo', será clave para que los dos, los tres, esteis tranquilos en esta etapa. Yo lo he pasado ya 2 veces. Y no es fácil pero tampoco es un drama (ni un 'trauma', estoy de acuerdo con lo que dices sobre el uso inadecuado de este término). Lo que intentaba decir es que para mi, el concepto de 'resiliencia' (vaya palabro, que siempre me dejo una 'i' suelta!!!), una idea que nace observando a los sobrevivientes de los campos de concentración, los niños de los orfelinatos rumanos y los niños bolivianos en situación de calle, pues me parece un poco exagerado aplicarlo al nacimiento en el primer mundo y a los 'problemas' de la crianza. Pero bueno... seguramente estoy equivocada.

      Saludos y mucho ánimo con la guarde!!! Irá fenomenal, segurísimo!!

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    • Avatar de annajuanroch Respondiendo a Anna JR
      interesante

      Gracias Anna, yo también creo que irá bien (glups). Lo de la "resiliencia" -cómo diría Millás "¿qué coño querrá decir esta palabra?"-, puede que tengas razón, se aplica a situaciones límites y todo esto son anécdotas del día a día, que no necesitan tanta entereza, solo sentido común y sentido del humor. ;-))

    • Avatar de simonetta Respondiendo a simonetta

      Muy bonito simonetta!!

    • Yo también estoy de acuerdo, de hecho estuve barajando la posibilidad de un parto en el agua, pero desistí cuando vi el dineral que supone, triste y actualmente, esta opción en España. Lo de la luz, la unión madre-hijo, el cordón umbilical, etc., todo me parece la mejor manera, la menos traumática. Curioso lo del agua de mar.

      Ay si los bebés hablasen...

    • Me ha encantado el artículo. Ojalá sucediera así, la verdad.

    • Armando estoy un poco confuso, no se muy bien como va esto, es tarde pero como no puedo dormir me he puesto a leer en el blog que me dijiste.

      Me parece muy real lo que he leído, es cierto que los hijos tienen un vínculo con sus padres invisible, por eso tienen que estar cerca de ellos y rodearlos de la vida que se parezca más a lo que ellos han estado percibiendo y sintiendo en los inicios de su existencia. Gracias a esos cuidados crecerán más sanos en todos los aspectos.

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