Ayer iniciamos un tema relacionado con la llamada Crianza Natural o crianza con apego, centrándonos en aquellas personas que tienden a hablar de dicho estilo de crianza como si de un método se tratara y sintiéndose parte del grupo de personas que educan así a sus hijos más por cumplir una serie de requisitos que por la filosofía en general.
Comentamos que lo ideal es que realmente nadie se quede con la superficie de la Crianza Natural y que lo recomendable es ahondar un poco hasta entender los principios de la teoría del apego, que en el fondo es sólo uno: el respeto máximo por nuestros hijos.
Quedó en el aire explicar un poco por qué la mayoría de padres y madres que educamos según la teoría del apego tendemos a cumplir varios de los ítems que se muestran en la lista de la imagen y por qué algunos de estos ítems no tienen nada que ver con la Crianza Natural, pues alguien ha tratado de sumarlos a dicha corriente.
El respeto y el colecho van unidos a menudo
Si dejas a tu hijo en la cuna o el moisés y llora y en cambio al ponerlo contigo se calma y duerme tranquilo, tu hijo te está diciendo que necesita el contacto de sus padres, su calor y su presencia. Lo más respetuoso en este sentido es satisfacer la necesidad básica del niño, sin la cual dormirá cada noche asustado, atemorizado y despertándose a menudo solicitando unos brazos que le hagan sentir como merece.
Si en cambio tienes un bebé que duerme mal si está con los padres, que prefiere estar solo en el moisés y que sólo llama cuando quiere comer (o de vez en cuando cuando quiere afecto, claro), lo más respetuoso es que duerma solo, cerquita de los padres por si les necesita, pero solo, pues es lo que demanda. En este caso no se podría marcar “Colecho”, pero estarías respetando a tu hijo.
Como la mayoría de niños forman parte del primer grupo, es decir, de los que no se quieren quedar solos en el moisés, la mayoría de padres que creemos que debemos satisfacer esa necesidad de contacto y por eso la mayoría colechamos.
La lactancia materna es la mejor alimentación para los bebés
Si seguimos con la misma premisa de ofrecer a los niños aquello que necesitan y aquello que elegiríamos pensando en ellos, además de lo más natural y lógico, la alimentación de elección para los bebés es la lactancia materna.
Todos conocemos sus beneficios tanto para el bebé como para la madre, ya sea a nivel nutricional como a nivel inmunológico e incluso a nivel relacional, ya que el pecho lo puede dar sólo la madre, promoviendo que el bebé cree un vínculo sólido con ella. Por respeto hacia ellos y buscando, como dice la OMS, “el máximo nivel de salud para los bebés”, lo lógico es dar a los bebés su alimentación natural.
Sin embargo, hay mujeres que pese a querer dar el pecho, acaban por no conseguirlo (no entraremos ahora en las razones). Al no poder dar el pecho utilizan la mejor alternativa existente: las fórmulas infantiles. Una madre que haya querido dar el pecho y no lo haya conseguido no está dejando de respetar a su hijo (al menos no en este punto), porque ella ha tratado de dar lo mejor a su hijo, lo que él esperaba. Sin marcar la casilla “Leche materna”, podría considerarse una madre que cría con respeto, ¿por qué no?
El parto natural es el parto que conlleva menos riesgos y complicaciones
A priori, sobre el libro y con toda la evidencia en las manos hay que afirmar rotundamente que, hoy por hoy, el parto natural es el que conlleva menos riesgos y menos complicaciones (al que llamamos natural por inercia, pero que podríamos definir como “parto respetado”), así como menos efectos secundarios para el bebé, que nace más despierto, más activo y mejor que cuando la madre utiliza la epidural (con la que le suelen administrar también oxitocina sintética, generando contracciones que muchos bebés viven muy mal) o cuando nace por cesárea, con los pulmones llenos de líquido amniótico que les impide en algunas ocasiones mamar bien e incluso respirar tranquilamente (muchos se pasan 24 horas echando líquido por la boca… asustando a sus padres con cada tos y cada atragantamiento), por poner un ejemplo.
Pero una cosa es lo que una madre quiere o pretende y otra diferente la que acaba sucediendo. A menos que des a luz en casa y no haya complicaciones, el parto no es cosa de una, sino de varias personas, de la madre, del bebé y de los profesionales. Unas veces se consigue el parto natural, otras veces las madres acaban pidiendo anestesia y en otras ocasiones son los sanitarios los que deciden llevar el parto porque consideran que es mejor.
Hayas parido como hayas parido, si consideras (como consideran ahora la mayoría de profesionales sanitarios), que el parto natural es lo más respetuoso con el devenir de tu bebé estás respetando a tu hijo y estás respetando sus ritmos, incluso a la hora de nacer.
El porteo es muy beneficioso para el desarrollo de los bebés
“Cuando lo dejo, llora, cuando lo cojo, se calla” es una frase que la mayoría de madres podría decir. Los bebés no vienen al mundo para estar solos porque si así fuera no sobrevivirían. Vienen para estar acompañados y en contacto con sus cuidadores siempre que necesiten seguridad. Donde más seguros se sienten, donde más engordan, donde más queridos se saben y donde mejor se desarrollan es en contacto con los papás. Por eso ahora en las unidades neonatales se fomenta el método madre canguro tantas horas como se pueda y por eso se recomienda hacer masaje infantil a los niños, porque el tacto y las caricias nutren el cuerpo y la mente.
Si le preguntas a un bebé dónde quiere estar, normalmente responde que con mamá (su llanto así lo dice cuando se ven solos) o con papá, en contacto, oliendo la piel, oyendo el corazón, notando el calor… por respeto, lo más lógico es llevar a los niños pegaditos al cuerpo, a menos que de esa manera estén a disgusto y prefieran ir en un cochecito.
Si por la razón que sea tienes un hijo de los que no quieren ir pegadito al cuerpo porque prefieren ir tumbados en el carrito, lo ilógico sería tratar de llevarlo contigo sí o sí. Por eso una madre podría no marcar la casilla “Porteo” y estar respetando las necesidades de su hijo (aunque normalmente los niños suelen demandar contacto y no cochecito).
No vacunación y vegetarianismo
Para acabar con la lista del Pack, he dejado para el final estas dos opciones que mucha gente cree que los partidarios de la Crianza Natural defendemos, no siendo así.
Sin ir más lejos, en un diario catalán una madre habló hace unos días de las nuevas madres perfectas diciendo que son “madres que rechazan la epidural, que dan el pecho a demanda y hasta los dos años, que duermen con sus criaturas, que no las vacunan y que les dan comida ecológica. Son madres que predican su religión sin admitir que puedas desviarte de sus creencias”.
Lo siento, pero no. No entra todo en el mismo saco. Hay padres y madres que educan a sus hijos con respeto vegetarianos y hay otros que no lo son. De igual modo hay padres que vacunan a sus hijos y otros que no lo hacen, siempre en base a unas preferencias propias, pero no de un colectivo.
Cuando Carlos González publicó su libro “En defensa de las vacunas”, mucha gente se enfadó sobremanera porque no entendían que el pediatra defendiera la lactancia materna y defendiera también el uso de las vacunas, como si una cosa estuviera enfrentada a la otra, como si el respeto por los niños se midiera en base a lo natural que es un acto o deja de serlo.
Documentados sí, naturalistas no
Los padres y madres que podríamos formar parte de la crianza natural (los que estamos de acuerdo con sus principios), somos padres y madres, normalmente, muy documentados. Leemos, buscamos estudios, compramos libros y finalmente decidimos en base a lo que nos hace sentir mejor con un fin común: educar a nuestros hijos de la mejor manera que sabemos y podemos, porque hemos decidido “invertir” en ello. Porque nos gusta, porque nos motiva y quién sabe, porque quizás es una de las pocas cosas que podemos / sabemos hacer bien sin tener por qué soportar a nadie que nos diga que tenemos que hacerlo de otra manera.
Curiosamente, muchas de las cosas que leemos y aprendemos nos recomiendan volver en cierto modo a la esencia de la vida, volver un poco a nuestros orígenes para, a partir de ahí, construir de nuevo. Algo así como reconocer que la sociedad ha tomado, desde hace un tiempo, un camino peligroso hacia la desvalorización del ser humano, hacia la pérdida de respeto, hacia la superficialidad y hacia la sumisión a unas ideas que benefician sólo a unos pocos. Entonces decidir frenar, volver atrás y decir: “Ep!, esto antes funcionaba mejor, o al menos éramos todos más libres” y a partir de ahí, escribir nuestro propio camino.
Todo esto con un pilar fundamental: el respeto al ser humano. El respeto a los niños que son la próxima generación, los que dentro de unos años tendrán que trabajar y cuidar de nosotros (o no). Respeto, pero no naturalismo. Si coincide que lo que parece ser mejor para todos y para los bebés es escuchar al ser mamífero, lo haremos. Si en cambio parece que lo mejor es aprovechar la tecnología y los avances médicos (digamos vacunas, por ejemplo), por el bien de nuestros hijos y el bien común, lo utilizaremos. No se trata de volver a la época de las cavernas y criticar la era moderna, ni mucho menos. Se trata de poner en el centro de nuestras vidas a nuestros hijos y nuestro papel de padres y actuar en consecuencia. Quien se quiera subir al carro, cabemos todos. Quien no, que no lo haga, nadie se lo puede exigir, pero no siempre podrá decir que “lo hice por respeto a mis hijos”.
Fotos | Raphael Goetter, Christyscherrer en Flickr
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