Es muy común oír que el bebé se malacostumbra si lo cogemos demasiado en brazos, si duerme en la cama con los padres, porque se le hace caso cuando llora en la cuna o “a la primera” que nos reclama para cualquier cosa. Se dice como si el niño fuera a coger un vicio terrible que le hará un grave daño. Y nada más lejos de la realidad.
No hay nada mejor para el bebé que ser cogido en brazos, dormir con sus padres o ser atendido cuando nos necesita. No es un capricho sino una necesidad del pequeño de cariño, brazos, calor y amor, ingredientes fundamentales para que el bebé adquiera seguridad y fortaleza emocional. Desde luego, no se puede creer que eso sea malo. Todo lo contrario.
Sería bueno desterrar el famoso mito del malacostumbramiento en la crianza. Eso de creer que si los padres “ceden” a las demandas de sus hijos ya no hay vuelta atrás, que si alguna vez acceden, porque sienten la necesidad de coger en brazos a su hijo que llora en la cuna, lo echan todo a perder.
Lo natural es que el niño llore porque necesitan a sus padres y los padres vayan a consolarlo. Lo natural es que el recién nacido esté en contacto con su madre la mayor cantidad de horas al día posible, incluso cuando duerme. Lo natural es que los padres atiendan las necesidades de su bebé sin condiciones, incluso la de cariño, incluso por la noche. No hay más truco que ese.
Se crean historias como que si “cedemos” el niño se desprograma para hacer lo que debe y demás mitos que no dejan más que sentido de culpabilidad en los padres y sufrimiento en los pequeños.
Una vez más vuelvo a aconsejar que en la crianza de los hijos, “los de afuera son de palo”. Los padres no deberían tener miedo al fantasma del tan popular malacostumbramiento. Me resisto a pensar que estemos haciendo algo mal por darle a nuestro bebé el amor que nos pide. Acostumbrarlo a las caricias, los mimos, la cercanía nunca puede ser una mala costumbre.
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