Nunca me ha pasado porque mis tres hijos han tomado pecho mínimo hasta los dos años y, excepto el mediano, que tomó biberón unos días en el hospital, por prematuro, los demás no lo han probado y yo nunca he preparado ningún biberón. Pero sí tengo un amigo con el que hablé hace unos días que anda medio zombie porque eso de despertarse por la noche a preparar biberones lo tiene agotado (y eso que él solo los prepara, que se los da ella... si es que a veces damos penica).
Ante su comentario, decidí comentarle un truco que nadie le había dicho antes: "Chico, si tanto problema te supone prepararlos, déjalos hechos antes de irte a dormir". Me puso cara de sorpresa, me preguntó "¿Eso se puede hacer?" y le respondí que sí, y cómo hacerlo. Así que si estáis agotados de preparar los biberones por la noche, o si te despiertas tan dormido que hay riesgo de que te equivoques con la preparación, no os perdáis esta entrada en la que os explico cómo dejarlos listos antes de ir a la cama.
El polvo no es estéril
Aprovecho para comentarlo una vez más, porque viene a cuento. El polvo que viene en las latas de leche artificial no es estéril y, en consecuencia, puede contener ciertos microorganismos como el Cronobacter sakazakii o Salmonella, capaces de producir infecciones de leves a severas, sobre todo en bebés recién nacidos o prematuros. El Cronobacter sakazakii, por ejemplo, puede producir infecciones tan serias como meningitis o bacteriemias (presencia de bacterias en la sangre), como podéis ver en este estudio.
Pensaréis que "bueno, seguro que solo pasa en algún lote concreto", pero parece ser que no, pues unos investigadores acudieron a 5 fábricas de leche artificial para ver hasta qué punto el Cronobacter sakazakii podía encontrarse en ellas y de las 298 muestras ambientales que cogieron en ellas, el 32% contenían el patógeno. Cuánto de eso acaba en la leche en polvo, no se sabe, pero que 1 de cada 3 muestras sea positiva no es muy esperanzador.
Con esto quiero decir, una vez más, que el agua que utilizamos para preparar los biberones tiene que hervirse, no por el agua, sino por el polvo, porque a 70ºC se minimiza el riesgo, pues a esa temperatura el agua empieza a eliminar esos microorganismos. Bueno, para ser sinceros, hacen falta algo más de 20 minutos a más de 70ºC para que la disminución de Salmonella y de Cronobacter Sakazakii sea notable, pero si los preparáis como os diré a continuación seguro que la leche final es mejor que si se prepararan con el agua a temperatura ambiente, sin calentar, como hace mucha gente.
Cómo preparar los biberones
Antes de irte a la cama, sabedor de que el bebé se va a despertar dos o tres veces, prepararas dos o tres biberones. Bien, en realidad puedes preparar más porque el biberón puede permanecer preparado en la nevera 24 horas. Pero decides hacer tres para la noche y mañana, si eso, ya irás preparando más sobre la marcha (la proliferación de otras bacterias siempre será algo menor).
Pongamos que tu bebé está tomando 90 ml de leche por biberón. Como le vas a hacer 3 biberones, pones 270 ml de agua embotellada (a priori es mejor que la del grifo) en un cazo limpio y la pones a calentar hasta que hierva. Una vez está hirviendo sabes que está a 100ºC. Como a esta temperatura tan elevada cabe la posibilidad de que el polvo, al contacto, se aglutine y endurezca, haciendo una mezcla grumosa, y como a esta temperatura podrían activarse esporas bacterianas, lo ideal es hacer la mezcla del agua con el polvo a una temperatura de entre 70 y 90ºC. Tras hervir, basta con esperar 5 minutos para que el agua llegue a esos 90ºC y entonces la pasamos del cazo a los biberones.
En caso de que pase más tiempo, tranquilos, aún estáis en esa ventana de temperatura, a menos que hayan pasado 30 minutos. Entonces se considera que el agua está por debajo de 70ºC y ya no sirve. O sea, tras hervir, esperamos de 5 a 30 minutos (mejor estar más cerca de los 5 que de los 30) y ponemos el agua en los biberones. Entonces echamos los cazos de polvo pertinentes a cada biberón. En el caso del ejemplo, como eran biberones de 90 ml, 3 cazos rasos, uno por cada 30 ml (o lo que indique el bote, ojo).
Agitamos los biberones para que se produzca la mezcla y los metemos en la nevera, que debe estar a menos de 5ºC. Hemos dicho que hacen falta unos cuantos minutos para que los dos microorganismos se vayan eliminando. Pues esos minutos suceden ahora, en el rato en que los hemos preparado, los hemos mezclado y los hemos metido en la nevera. Dentro de la nevera el enfriamiento es más rápido, claro, pero si hemos preparado los biberones a 90ºC el tiempo para eliminar los patógenos es también mucho menor (uno 5-6 minutos) y aún tardará unos minutos, en la nevera, a bajar de los 70ºC.
Cuando el niño quiera comer
Los hemos metido en la nevera y nos hemos ido a dormir. Llega el momento en que el bebé quiere comer. Pues cogemos uno de los biberones y se lo damos. ¿Frío? Bueno, si le gusta frío, adelante, puede tomarlo frío (al menos eso dice la Academia Americana de Pediatría), pero suele ser más agradable tomarlo templado, creo yo.
Coges un biberón y lo calientas, o bien bajo el grifo, con agua caliente corriendo, o bien al baño María. El microondas no es buena idea porque no siempre calienta de manera uniforme y podríamos quemar la boca del niño. Una vez caliente, echamos unas gotas en la cara interna del antebrazo y cuando notemos que la leche está templada (no hace falta que esté caliente) se lo damos.
Con este sistema habremos ahorrado unos cuantos minutos (con el tema de hervir el agua y esperar cinco minutos, que lo hicimos antes de dormir y así no lo tenemos que hacer ahora) y sabremos que está tomando un biberón bien preparado.
Si no os convence este sistema, siempre podéis saltaros las recomendaciones, prepararlo con el agua de botella a temperatura ambiente, que es mucho más rápido, agitar el polvo y listo. Acabas antes, aunque le das un biberón mal preparado con el que tu hijo tiene más riesgo de ingerir los microorganismos comentados.
Más información | OMS, OMS
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