Todos los días levantamos a nuestros hijos y tenemos unos hábitos determinados y del mismo modo nos sentamos a la mesa con ellos y se establece una rutina. Vamos consolidando ciertos hábitos que condicionan la manera de relacionarnos con los niños a la hora de la comida, unas interacciones muy importantes.
Cada casa es un mundo y normalmente habrá unos días mejor que otros. Pero, cómo podemos intentar que ese momento sea más agradable? Aquí os dejamos unos consejos para que el momento de la comida con los niños sea mejor, que nos encontremos y se encuentren a gusto.
Se trata de unos consejos elaborados por el Instituto DKV de la Vida Saludable, con la colaboración de la Fundación Thao. Con ellos se ofrecen estrategias a los padres y madres para que los pequeños adopten hábitos adecuados y saludables durante las comidas y, entre otras cosas, prevenir la obesidad infantil.
Estos consejos nacen a raíz del interesante "I Estudio del ambiente durante la hora de la comida en la infancia", una investigación pionera en España de la que os hablamos hace unos días.
Comer todos los días en familia. No siempre es posible, pero hay que intentar hacer al menos una de las comidas principales del día con los hijos. La comida familiar constituye un importante punto de encuentro entre los niños y niñas y sus padres, vital para fortalecer la unidad, la cohesión familiar y para favorecer su salud. Es una estupenda oportunidad para comunicarnos con los hijos, hablar sobre el colé, los amigos... Además es muy positivo que los niños y las niñas participen y ayuden desde pequeños a poner la mesa y a recogerla.
Aprender a escuchar a los hijos. A veces el comportamiento o modales pueden quedar en un lugar secundario (o incluso resuelto) si aprendemos a atender a lo que sienten y piensan. Una vez más, hay que buscar la comunicación positiva. Ellos necesitan ser escuchados y comprendidos, con importancia también al lenguaje no verbal (sus expresiones, gestos...).
Evitar distracciones como la televisión o los juegos durante la comida, ya que estos artilugios están reñidos con la comunicación familiar, que es precisamente lo que queremos fomentar. La presencia de la televisión o de otros aparatos electrónicos o de juguetes contribuyen a la lentitud y la distracción durante la comida.
Cada niño tiene su propio ritmo, la lentitud no nos debe preocupar en exceso y hay que tener paciencia, hemos de respetar sus ritmos para que la hora de comer en familia sea una experiencia y un aprendizaje positivo. las prisas, son enemigas de los buenos momentos a la mesa.
Compartir con los niños la experiencia “gastronómica". Junto a los temas del día, podemos hablar de los alimentos que se están consumiendo, de los sabores, olores, texturas, etc. para enriquecer la dinámica de la comida. Es una forma de descubrimiento y aprendizaje sensorial. Poco a poco, irán consolidándose sus preferencias alimentarias.
Adaptar el tamaño de las raciones, ya que los niños deben comer según su edad y sus características individuales. Si ellos mismos participan en decidir la cantidad y la elección de algunos acompañamientos, la comida transcurre más plácidamente y los niños y niñas comen mucho mejor, además de que se facilita el reconocimiento de la saciedad.
Interés por la relación del niño con la comida. Hemos d intentar que no vea el momento de la comida como algo obligatorio, relacionado con la insistencia, la presión o la coacción. No hay que amenazarlos con castigos sino seguir procurando la comunicación: "¿Por qué no comes?", "¿No está bueno?", "A mí me parece bueno...", "Otras veces te ha gustado", "Estarás más fuerte"...
Anímale, no le presiones para comer. Esos ánimos de los que acabamos de hablar no han de convertirse en presiones. Hay que alentar a los niños para que comen, decirle que estaba haciéndolo bien, que ya queda poco... pero sin reñirles ni enfadarnos. Evitamos tensiones, mal ambiente, miedos...
El postre es parte del menú y no solo un premio o recompensa (ni una amenaza: "Si no comes, no hay postre"). El postre que les gusta forma parte del menú, les ayuda a descubrir sabores, texturas... y además pueden ser alimentos importantes y necesarios como las frutas.
Termina la comida en positivo, incluso cuando al niño no le ha gustado algo. Intentemos plantear una negociación (unas cucharadas más, un cambio de alimento...) en positivo. Acabar la comida enfadados favorecerá que no nos apetezca volver a sentarnos en familia para la próxima comida.
En definitiva, sentarse a la mesa no es solo cuestión de nutrirse. Por eso esperamos que estos consejos para mejorar el ambiente familiar a la mesa os sean de utilidad. Sea a la hora de la comida o de la cena, ¡buen provecho con vuestros hijos!
Fotos | Thinkstock
Vía | DKV
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