Una de las herramientas más poderosas que tenemos en la crianza es el diálogo. Poder conversar sobre cualquier tema con nuestros hijos es el ideal para nosotros como padres y ese "campo abierto" que todos deberíamos tener disponible cuando se presenta algún momento complicado. Sin embargo, poder comunicarnos tranquila y sinceramente con nuestros hijos no es algo que tenga una fecha de inicio, sino un hábito que se cultiva desde que nuestros hijos son bebés.
La regla de oro: dedicales tiempo
Es muy complicado establecer el hábito de conversar y la confianza para hacerlo sobre cualquier tema, si no dedicamos tiempo a la persona con quien queremos hacerlo, más aún si se trata de un niño pequeño. No hace falta hacer cosas extraordinarias con ellos (o lo que suelen llamar "tiempo de calidad"), sino simplemente compartir el día a día y sobre todo, aprovechar el tiempo para jugar todo lo que podamos.
Interésate por las cosas que a ellos les interesa
¿A quién no le gusta conversar sobre cualquier tema con alguien que comparte (o al menos conoce), nuestras aficiones o nuestros gustos? A nuestros hijos, los primeros. Mostrar interés por las cosas que les gusta (como esos dibujos que jamás habías visto antes, sobre sus amigos o la nueva edición de Lego), es clave para que ellos sientan que tenemos intereses comunes y temas de los cuales disfrutamos conversar. Este además es un consejo que puede abonar de forma muy efectiva el camino para mantener el hábito en la adolescencia.
Comenta los sucesos diarios con ellos
No hay edad mínima para comentar las cosas que suceden a nuestro alrededor con ellos... de hecho deberíamos hacerlo desde que son bebés. Con mi hija de dos años hablamos de la pupa que se hizo el día anterior y la importancia que tiene el mirar donde pone los pies para intentar que no vuelva a pasar, o sobre la visita de la próxima semana a casa de la abuela y los juguetes que tiene allí guardados.
Con la mayor (que tiene 6 años), hablamos de la importancia que tiene vacunarse para evitar ponernos muy malitos, sobre las fotos que nos enviaron sus primos de su visita a la playa o sobre lo emocionante que fue el último capítulo de pasapalabra. Esta es, sin duda alguna, la forma más natural que tenemos para que charlar con nuestros hijos se convierta en un hábito.
Charlad acerca de vuestras emociones
Hablar sobre lo que pasa a nuestro alrededor, sobre cosas que les ha sucedido y sobre las emociones que estas les han generado (tomando como ejemplo le punto anterior, me refiero al dolor que produjo la caída, la felicidad de ver a sus abuelos de nuevo, la alegría que les genera ver que personas a las que quieren se han divertido mucho), da pie para hacer que nuestra conversación les resulte más interesante y conectemos mutuamente de una forma más fuerte.
Escúchale con atención
Con la cantidad de distractores que tenemos a nuestro alrededor (empezando por nuestro propio móvil, o por los problemas que surgen en el día a día), es fácil oír pero no escuchar de forma activa a nuestros hijos cuando nos hablan. Ese "mami, mami" que escuchamos doscientos millones de veces al día alberga alguna poderosa razón, que requiere toda nuestra atención. No podemos enseñar lo que significa el respeto si no lo tenemos con ellos en algo tan básico y tan importante como lo es escuchar cuando nos quieren decir algo.
Responde a todas sus preguntas
Los niños son curiosos por naturaleza: es una de las herramientas más poderosas que tienen para descubrir el mundo que les rodea, así que es muy importante que le respondas todas sus dudas, siempre utilizando un lenguaje acorde a su edad.
Come con ellos (y apaga la tele)
Creo que la hora de la comida o de la cena es un momento fantástico para inculcar el hábito de dialogar. No debes ser siempre tú el que haga preguntas: toma la iniciativa de contar algo divertido que te haya sucedido en el trabajo, o pregunta a tu pareja algo que quieras saber (no sobre la llamada pendiente al contable, sino algo que les resulte interesante a ellos), y de forma natural surgirá la conversación entre la familia.
Presta atención a tu lenguaje corporal
Muchas veces los gestos que hacemos o la postura de nuestro cuerpo dice más que nuestras propias palabras. Si nuestro hijo nos habla y nosotros simplemente atinamos a asentir con un gesto de aburrimiento, es lógico que pierda el interés (más si es un acto recurrente). Mirarle a los ojos, sonreír cuando algo nos hace gracia, sorprendernos cuando cuentan algo que no nos esperábamos o cuando nos relatan alguna de sus hazañas, demuestra interés en lo que dicen y así creamos un ambiente positivo en el que ellos siempre se van a sentir a gusto.
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