Mamááááá, quiero agua, ¡pero ya la cojo yo! Tu hijo grita desde el pasillo. Es muy posible que tu primer instinto sea levantarte corriendo para evitar que tu cocina acabe como Venecia. También necesitas tener el menú pensado, la lista de la compra hecha, los planes del fin de semana cerrados con antelación...
Necesitas controlar para que tu vida no sea un desastre, y es normal, te pasa a ti y le pasa a muchos. Tener el control es necesario, pero un excesivo control tiene efectos negativos en nosotros y en nuestros hijos. ¿Te apuntas a perder el control?
Tener el control (o al menos la sensación de) es algo que nos sienta bien, algo que necesitamos. Sin embargo en ocasiones perdemos la perspectiva y esa necesidad de control nos hace más mal que bien, tanto a nosotros mismos como a nuestros hijos. El exceso de control, de hecho, tiene efectos negativos en los peques. Aflojar un poco, dejarse llevar y aceptar que hay muchas cosas que no controlamos, es algo que merece la pena intentar, pero... ¿sabes cómo dejar de controlar?
Por qué merece la pena “perder un poco el control”
Cuando nos convertimos en padres la necesidad de control parece que va en aumento: el orden de la casa, la planificación de las comidas, la ropa, los gastos, los planes para el fin de semana... Si no organizamos, no se hace, y con niños puede ser un desastre, ¿verdad?
Piensa en un fin de semana entero en casa, sin salir, con dos niños de 3 y 5 años, por ejemplo. Es como abrir dos botellas de coca-cola agitadas. O piensa en cómo estaría tu salón si no te impusieras y pidieras orden: la montaña de piezas de Lego convertiría tu hogar en un campo de minas sobre el que sería imposible caminar.
Orden, control. Lo necesitamos. Sí, lo necesitamos, como padres y como adultos. A menudo en consulta veo personas que sienten que no controlan nada en su vida y esto las hace profundamente desgraciadas.
Si no controlamos (o si no tenemos la sensación de control) no nos sentimos capaces de tomar decisiones (y dejamos que otros lo hagan por nosotros). Si no controlamos no podemos encaminarnos con determinación hacia nuestros objetivos. Si no controlamos tenemos la sensación de que nuestra vida va a la deriva, y eso no nos viene nada bien para la autoestima, logro de metas, etc.
Pero el exceso de control tampoco es ninguna maravilla: nos lleva a sentirnos frustrados cuando las cosas no salen como lo teníamos planificado, a fustigarnos por los fracasos y vivirlos como un verdadero drama, a sentirnos vulnerables y “desubicados” ante los cambios... En definitiva, la necesidad excesiva de controlarlo todo lejos de darnos la seguridad que esperamos nos ubica en un terreno de arenas movedizas.
El efecto del excesivo control sobre los hijos
El exceso de control tampoco es positivo en el marco de la paternidad. No son pocos los estudios que nos indican los efectos nefastos en los niños de estilos educativos demasiado estrictos:
- Pobre autoestima.
- Poca capacidad de regulación emocional.
- Mayor riesgo de problemas de conducta.
- Menor creatividad.
- Establecimiento de relaciones tóxicas en el futuro.
- Etc.
Un estudio publicado en el Journal of Positive Psychology y realizado por la Universidad de Edinburgo, señala que el efecto de un excesivo control de los padres produce efectos en el bienestar del niño tanto en la infancia como en su vida adulta, encontrando efectos de éste en adultos de hasta 60 años.
Así que vamos a soltarnos un poco la melena, a relajarnos y, como dice Elsa en Frozen, con esa canción que todos los padres del mundo tenemos tatuada en nuestra mente, ¡suéltalo!
Vamos a intentar relajarnos y no intentar controlarlo todo. Vamos a procurar dejar que los peques hagan cosas de peques (porque es lo que son, y porque necesitan hacerlas para desarrollarse de una manera sana). Vamos a perder un poco el control: verás qué bien nos sienta.
Sí, sé lo que me vas a decir: dejar de controlar da miedo (nos imaginamos la casa cayéndose a cachos y los niños con taparrabos siendo unos savajes), pero piensa que no se trata de dejar de ocuparse, sino de parar de pretender tener el control sobre todas las cosas que pasan (y que van a pasar) contigo y con tus hijos.
Respira, relájate y lee, seguro que al final lo consigues.
Para perder el control un poquito
1.Reflexiona sobre tu necesidad de control
Es frecuente que la necesidad de control se deba al miedo o rechazo al fracaso, al error. Pero a pesar de la mala prensa que tiene el “fallar” la realidad es que no es tan terrible. Este es un buen momento para que te cuestiones tus creencias acerca de los errores. Para ayudarte te dejo algunas ideas para la reflexión:
- ¿Qué pasa si cometes errores?
- ¿Fallar te hace menos valioso?
- ¿Es tan terrible si las cosas no salen como pensabas?
- ¿Crees que los demás te dejarán de querer si no lo haces ?todo bien??
- ¿Cuáles son los beneficios del control?
- ¿Y cuáles los contras?
Si te da “cosita” soltar la cuerda empieza por hacer pequeños experimentos de “no control” (pretender empezar dejando de hacer grandes cosas te va a dar un vértigo que te impedirá lograr no controlar).
¿Ejemplos? Prueba a cambiar los planes a última hora, a dejar un día la lavadora sin poner... ¿Se acaba el mundo? Puede que os tengáis que poner la misma camiseta de ayer, pero no, no se acaba el mundo y tú has experimentado lo que sucede cuando alejamos de nuestra cabeza el control sobre todas las cosas.
2. Algunas ocasiones en las que ejercemos un exceso de control
- Cuando tenemos unas expectativas demasiado altas acerca de lo que debe o puede hacer. ¿El resultado? Le pides que haga algo que das por sentado que debe saber hacer y como no lo hace (porque no puede, no porque no quiera, de ahí que hablemos de expectativas), te enfadas. La clave está en que quizá no te hayas parado a pensar en que no le has explicado qué quieres exactamente que haga o cómo se hace. Tu hijo tiene la edad que tiene y quizá necesite que le detalles los pasos, o que lo hagas con él.
- Cuando imponemos normas y reglas muy estrictas y dictatoriales, no consensuadas: esto se da cuando las normas las imponemos los padres sin haber tenido en cuenta su opinión, sin haberle dado la oportunidad de entender esas normas: simplemente le informamos de que existen y de que ha de cumplirlas. ¿Te imaginas vivir así?
- Cuando recurres constantemente al castigo (?A tu cuarto?, ?Si no..., entonces luego no...).
Dejemos de ser tan estrictos con los niños
Como decía antes el efecto de un excesivo control sobre los peques es algo que debemos evitar por los efectos negativos que en ellos produce, pero en ocasiones, para algunos, dejar el control no es tarea fácil. A fin de cuentas somos adultos que un día fueron niños, a los que educaron de una determinada manera, que recibieron (por parte de los padres o los abuelos o profesores o de cualquier figura importante) ese control excesivo del que ahora queremos huir.
Así que de entrada, tranquilidad. Para ayudarte vamos con algunos puntos que pueden orientarte en este camino.
1. Recuerda qué le quieres enseñar en realidad
Retomemos el ejemplo del principio: tu hijo quiere agua y se la va a servir él solito, con sus 4 años y sus manitas (que son armas de destrucción masiva). La, nada apetecible, perspectiva de tener que coger la fregona y recoger un litro y medio de agua te puede llevar a decirle que ya le pones el agua tú. Pero antes de levantarte párate y piensa:
¿Qué es lo que quieres que aprenda? Si le impedimos hacer las cosas por sí mismo le estamos diciendo que pesa más el “hacerlo bien” que el hacerlo, el mensaje que llega es de perfeccionismo, algo que no es en absoluto positivo para el niño.
Le impedimos además que sea autónomo, que ejercite su motricidad, su imaginación, que aprenda la relación hecho-consecuencia... Le estamos privando de un aprendizaje valiosísimo.
Suelta cuerda, déjale hacer. Parte del aprendizaje de los seres humanos se produce por ensayo y error, de manera que equivocarse no solo no es negativo, sino que supone una fuente de experiencia valiosísima.
Sí, es más aparatoso. Sí, te va a tocar recoger y limpiar mucho en algunas ocasiones, pero también va a hacer que tu hijo sea más autónomo, que se sienta competente...
2. Los motivos para vencer la necesidad de controlar
- Enseñarle a tu hijo a ser autónomo, favoreciendo con ello su autoestima.
- Enseñarle a tu hijo un modelo de relación saludable, uno en el que prima el respeto y no hay un control ejerciente de uno hacia otro.
- Aunque suene naif, la verdad es que ayuda: párate y observa a tu hijo hacer las cosas, la maravilla de su aprendizaje, de sus intentos y sí, también de sus ideas que a él le parecen geniales pero que tú sabes que van a terminar en un desastre de proporciones épicas. Ver a esa personita a la que tanto quieres crecer y desarrollarse, aprender, idear, liarla... es genial. No te lo pierdas por el control.
Fotos: Pixabay.com;
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