La obesidad infantil es uno de los temas que más preocupan a los padres. Las consecuencias sobre la salud de los niños y su forma de sociabilizarse causan incertidumbre en los padres que a veces no saben de qué forma ayudarlos. Veamos algunas recomendaciones sobre qué pueden hacer los padres de hijos obesos.
Los padres tenemos una gran influencia en nuestros hijos. Somos el pilar fundamental en el que se apoyan cuando tienen un problema. Por eso, toda la familia debe involucrarse en el tratamiento del pequeño siguiendo ciertas normas de conducta con el fin de que el niño supere la enfermedad de la mejor forma posible.
Reconocer el problema: muchos padres no ven los kilos de más de sus hijos como un verdadero trastorno, pero el primer paso para solucionar un problema es reconocerlo.
Buscar ayuda profesional: la mediación de los expertos es otro paso fundamental. Un profesional de la nutrición marcará las pautas a seguir para cambiar los hábitos alimenticios de una forma eficaz. Tampoco se debe descartar la ayuda de un psicólogo infantil, muchas veces necesaria.
Cambiar los hábitos: es importante dar un giro al estilo de vida que lleva el niño. Modificar la alimentación, fomentar la práctica de ejercicio, evitar el sedentarismo son conductas que deben incorporarse de forma natural a la vida del pequeño. Sin prohibiciones ni agobios, pues pueden surtir el efecto contrario al deseado.
Brindar apoyo emocional: es una de las claves, pues ningún tratamiento funciona si el niño no se siente apoyado por sus padres. El cariño, el acompañamiento y la comprensión de los padres le darán la seguridad necesaria para afrontar el problema.
Predicar con el ejemplo: no es coherente decirle al niño que se alimente bien o haga ejercicio cuando los padres hacen lo contrario. Los padres son el primer y el mejor ejemplo para sus hijos. Tal vez es la oportunidad ideal para cambiar los hábitos a nivel familiar y así el niño se sentirá más arropado y menos ajeno.
Reforzar conductas positivas: un clima tenso podría causar mayor ansiedad en el niño provocando un efecto no deseado. El tratamiento será más efectivo si los padres se centran en lo positivo elogiando conductas saludables en lugar de recalcar las negativas.
No bromear sobre el peso del niño: ridiculizar al niño, humillarlo, etiquetarlo de gordo o perezoso son comentarios que hacen mella en su autoestima y en su estado de ánimo. El niño naturalmente se hundirá y esto repercutirá negativamente en su relación con la comida.
Un ambiente familiar seguro: el estrés familiar predispone a los malos hábitos y a promover la obesidad infantil, por eso un ambiente familiar relajado en el que el niño se sienta seguro, querido y atendido le ayudará a recuperar la confianza en sí mismo.
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