Hace unos días estallaba la controversia a raíz de una publicación en Reddit: una usuaria, bajo el pseudónimo de “Dislikemythird”, afirmaba no querer a su tercer hijo en absoluto e incluso desear volver atrás y haber abortado durante el embarazo. ¿Qué hace que una madre rechace así a su hijo? Te cuento algunos factores que pueden llevar a que el vínculo de la madre con el hijo no se establezca.
A pesar de que cada vez son más las voces que ponen de manifiesto esta realidad, sigue siendo sin duda un tema tabú (la propia usuaria que publicó esta historia ha dado de baja su perfil y ha borrado todo lo escrito).
Pero el asunto es que no son pocos los casos. No, si esto te pasa debes saber que no estás sola, no eres la única. Eso sí, toma las riendas cuanto antes porque ni tú ni tu peque os merecéis pasarlo mal.
¿Qué puede hacer que una madre no establezca vínculo afectivo con su hijo?
Un embarazo no planificado
En ocasiones el hecho de que el embarazo (y por tanto el bebé) no “haya sido buscado” hace que la adaptación mental a la nueva situación cueste mucho más. Prepararse para ser madre necesita de un tiempo, y si la noticia nos llega de repente puede que nos pille no de la mejor forma.
Un embarazo, la llegada de un hijo, cambia nuestra vida, radicalmente además, tanto a nivel personal, de pareja y laboral. Si la maternidad no ha sido planificada esos cambios los vamos a experienciar de manera negativa, pasando por alto los aspectos positivos de la nueva situación.
Si no teníamos en mente ser madres y de pronto sabemos que lo vamos a ser viviremos como una pérdida y una renuncia todo aquello que vamos a tener que cambiar ante la llegada del bebé. Y ese “luto” puede hacer que esas emociones negativas se vuelquen sobre el pequeño.
Depresión postparto
La aparición de depresión postparto es quizá uno de los motivos más evidentes y más estudiados que inciden en la creación del vínculo entre una madre y su hijo.
Hormonas, cambio de roles, cansancio… son muchos los extras negativos que la depresión postparto puede añadir a la vida de una madre reciente. Además de la tristeza, el sentimiento de culpa o la sensación de incapacidad para cuidar del bebé, una de las consecuencias que puede tener es, precisamente, dificultades para establecer el apego.
La terapia cognitivo-conductual, los grupos de apoyo o incluso, si fuese necesario, el uso de psicofármacos pueden ayudarnos a superar esta situación. Si tienes la más mínima duda al respecto no dudes en acudir a un profesional que te asesore.
Expectativas y metas
Cómo pensamos que va a ser la maternidad, a qué cosas creemos que nos vamos a tener que enfrentar o qué aspectos ni nos hemos planteado y de pronto estallan ante nosotras, sin duda modularán nuestra experiencia. La idea de que la maternidad es un camino de rosas, esa que nos han vendido, solo contribuye al malestar emocional. Porque no, la maternidad no es sencilla, es dura, cansada… y si no lo sabemos, si no nos permitimos sentirnos mal a ratitos (experimentar emociones negativas) y nos ponemos el listón demasiado alto lo vamos a pasar mal.
Dentro de ese modelo de maternidad "ideal" que se nos ha vendido está también el cómo (y me atrevería a decir que incluso "cuánto") debemos querer a nuestro bebé, ya desde el vientre materno. Cuando no sentimos lo que se supone que deberíamos sentir aparece la preocupación, la culpa. El problema es que esa preocupación a su vez nos hace sentir peor y aumenta la emoción de rechazo hacia nuestro pequeño.
Por otro lado están las metas: qué quería de mi vida, qué logros profesionales o personales pretendía alcanzar a una determinada edad, etc.. En ocasiones se produce un choque entre esos objetivos y la maternidad, un choque que si no gestionamos bien puede hacer que derivemos la frustración hacia nuestro hijo. Convertimos así al pequeño (que obviamente no es responsable) en el chivo expiatorio. Ahora piensa: ¿de verdad tiene mi hijo la culpa de lo que me sucede? ¿Qué puedo hacer para reorganizar mi vida y replantear mis objetivos?
Eres madre, pero también fuiste hija
La influencia de cómo se nos educó, de cómo se nos crió, está ahí. No digo con esto que, como aseveran algunas corrientes (y permítaseme la exageración) “todo sea culpa de los padres”, ojo. Pero lo cierto es que la manera en que fuimos criadas, el apego que tuvimos, sin duda dejó huella en nuestra forma de ser, en las conductas que aprendimos, en los valores que interiorizamos.
Esta huella no marcará indefectiblemente nuestro futuro, pero sí que puede modularlo. Para que me entendáis aquellas que ya sois madres: ¿no os pasado nunca eso de regañar a vuestro hijo y daros cuenta de que estáis repitiendo palabra por palabra eso que os decía vuestra madre? Pues a eso me refiero.
Los casos de maltrato, abandono, negligencia o estilos parentales distantes y rígidos pueden hacer que tú, ahora, repitas esos patrones. Piensa en cómo te criaron, en cómo te mostraban el cariño (¿te lo mostraban?), ¿fueron exigentes, afectuosos, permisivos…? Ahora cuestiónalo todo, ponlo en cuarentena y busca la manera en la que tú quieres ser madre.
La soledad, la falta de apoyo o de ayuda
La maternidad, como decía, es abrumadora, y no, no existen las superwomen. Para cuidar a un hijo, para criarle feliz, necesitamos estar bien a nivel personal y emocional, y eso pasa por empezar por cuidarnos nosotras, por asumir que no podemos con todo (ni debemos pretenderlo), por aceptar que necesitamos ayuda y saber pedirla.
El sentimiento de soledad y la (real) ausencia de ayuda correlaciona con mayores tasas de depresión postparto, ansiedad, etc. así que vamos a pedirla, a quien sea preciso, en la forma en la que sea posible.
Busca ayuda profesional. Si no te sientes capaz de cuidar a tu hijo, por favor, acude a un especialista que te asesore y te ayude a manejar la situación.
Fotos: Pixabay.com
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