Ahora que ha llegado el calor y toca exponer cuerpos es un buen momento para reflexionar acerca de qué mensaje le estamos mandado a nuestros hijos con nuestra conducta. ¿Cómo afecta a nuestros peques la relación que tenemos con nuestro cuerpo y las actitudes hacia el peso y el físico? Porque conscientes o no, les transmitimos información al respecto, así que mas nos vale revisar el contenido y ayudarles a construir una autoimagen sana, ¿no te parece?
Nuestra actitud deja huella
“Ese vestido me hace más gorda”, “Tienes más tripa”, “Estoy fondón”, “No quiero usar bañador porque tengo barriga desde que tuve a los niños”... Muchos nos reconoceremos en alguna de estas frases, o en otras relacionadas con el aspecto físico, ¿verdad? Somos críticos con nosotros mismos en lo que a nuestro cuerpo se refiere y lo mostramos a través de las palabras pero también de la conducta.
Y no lo somos solo con nosotros: vivimos en una sociedad que otorga una importancia descomunal al aspecto físico, por lo que es frecuente que también hablemos y opinemos (ay, deporte nacional esto de opinar) sobre el cuerpo de los demás.
Todos estos mensajes llegan a oídos de nuestros hijos y van dejando poso en ellos, un poso que va a condicionar cómo entienden que han de ser las cosas al respecto. Los niños en su descubrimiento del mundo y como parte de su desarrollo van creando normas, reglas que expliquen ese mundo nuevo en el que viven. Es mejor ser querido que rechazado, La solidaridad es algo positivo... estos pueden ser algunos de los titulares de esas reglas.
También de niños creamos reglas sobre el físico, qué es aceptable y qué no, qué actitud hemos de tener con nuestro cuerpo (respeto vs castigo, cariño vs machaque, etc.), qué importancia hemos de concederle a la opinión de los demás al respecto... Con todas estas reglas, entre otras cosas, se conforman (y fortalecen o debilitan) la autoimagen y la autoestima.
Pues bien, ¿sabes qué influye muchísimo en la formación de esas normas y en la de la propia autoimagen? Lo que vieron y escucharon en casa, el modelo que les proporcionamos papá y/o mamá en su momento.
Cuando no estás a gusto con tu cuerpo
Todo lo dicho hasta ahora no es incompatible con el hecho de que podamos verdaderamente sentirnos mal con nuestro cuerpo o con que haya cosas que no nos gusten o queramos mejorar, ¡faltaría más! No se trata de esconder nuestros sentimientos o fingir por ellos (eso lo detectarían y sería peor), se trata de tomar una actitud que sea saludable tanto para nosotros como para los peques.
Me explico: si no estás a gusto con tu cuerpo puedes criticarte ante el espejo, resoplar en el probador, refunfuñar al probarte esa prenda que antes te encantaba o estar de malhumor el día que toca ir de cita de novios y no te sientes deseable, pero, ¿de qué sirve esto y qué mensaje lanzas a tu peque con esta actitud?
Si en lugar de esto lo que hacemos es reconocer que no estamos a gusto y que queremos cambiar, buscamos información y mejoramos nuestra alimentación, o hacemos ejercicio, o aceptamos (y esto es maravilloso) que hay partes de nuestro cuerpo que han cambiado por motivos increíblemente bonitos como puede ser el pecho con la lactancia.
Cuando en lugar de lo que hacemos es darnos una explicación realista pero positiva, un motivo que justifique de un modo objetivo pero emocionalmente agradable un hecho, estamos cambiando "daño" por "crecimiento y autorespeto", y ese es un muy buen ejemplo para los peques, ¿no te parece? Mejor cuidarse que criticarse.
Cambiemos, por nosotros y por ellos
De las mejores cosas que tiene la paternidad (además de lo obvio) es que nos hace reevaluar nuestras creencias y conductas para ofrecer lo mejor de nosotros mismos a los peques. Aprovechemos esto para cuestionar las ideas que tenemos acerca del peso o del físico, para cambiar qué nos decimos y cómo nos lo decimos, porque a fin de cuentas es un mensaje que puede quedar grabado en nuestro hijo.
Te propongo un ejercicio (que vale para esto pero también para muchas otras cosas): antes de decir o decirte nada sobre tu cuerpo o el de los demás párate e imagina que se lo estás diciendo a tu peque refiriéndote a su cuerpo. ¿Sigue pareciéndote buena idea pronunciar esas palabras o machacarte al espejo? Si no pasa ese filtro no las digas o busca una alternativa que sea más bondadosa contigo y por tanto suponga un mejor mensaje para tu hijo.
Así que ya sabes, si alguna vez te has tapado con la toalla en la playa para que no se viera tu tripa o has comentado lo regu que te ves desde que has engordado intenta recordar esto para la próxima vez: tu hijo no te ve en kilos ni en arrugas, tu hijo no recordará si el bikini te quedaba mejor o peor, lo que sí recordará es si jugaste con él o no en la orilla aquel verano, lo que se llevará para el futuro es si hay que tapar y esconderse con vergüenza o disfrutar. ¡Feliz verano sin complejos!
Fotos: Pixabay.com
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