En la red, en el 2.0, en los foros que visito, en Facebook y en los blogs que leo, los métodos conductistas de dejar llorar al bebé para que coja el sueño por sí mismos están ya bastante superados. Vamos, que lo habitual es que la gente hable mal de Estivill y compañía y que defienda que a un bebé no se le hace eso.
En el mundo real, en cambio, ese mundo en el que sin querer oyes conversaciones de otras madres o hablas con madres o padres recientes, parece que el típico método de ignorar a los niños sigue bastante vigente por eso de que "si no tiene hambre, sed ni tiene el pañal sucio, llora porque os está tomando el pelo". Sin embargo, hace años que conocemos la respuesta a la pregunta: ¿dejarle llorar o ayudarle a coger el sueño? Y por eso hoy vamos a hablar de ello, aunque quizás estas palabras se queden, como siempre, en la red, y no lleguen a las personas del mundo real.
Había vida antes de Estivill y Ferber
Muchos padres de los que comento, de los de la vida real, de los del día a día, hablan de Estivill como si antes de su libro hubiera un agujero negro, como si el mundo se hubiera iniciado con su método y todos los adultos del mundo hayan dormido siempre mal excepto los "estivillizados". Bien, para ser correcto, debería decir antes de Ferber, que fue el primero que redactó un método de dejar llorar a ratitos, del que luego Estivill sacó su versión.
Para quien no les conozca, son los autores de un método para dormir que consiste en dejar al bebé en la cuna, solo en su habitación, para enseñarle a no reclamar la presencia de los padres. Como lo habitual es que lo hagan, es decir, que lloren, los padres deben ir a la habitación pasados unos minutos y tratar de explicar al bebé, con cariño, que lo hacen por su bien, pero sin cogerle. Vuelven a irse y, si vuelve a llorar, acuden de nuevo pasado otro intervalo de tiempo definido. Esto se hace todos los días, día a día, hasta que el bebé deja de llamar.
Ellos explican que cuando el bebé deja de llorar es porque le has inculcado un hábito saludable y has conseguido que duerma solo. Otros sostienen que lo que se consigue, en realidad, es que el bebé aprenda que, por más que llame a mamá o papá, no acudirán a darle lo que en realidad necesita: brazos, contención y cariño. Vamos, que no le ayudarán a calmarse.
¿Acaso saben los niños calmarse solos?
No. En realidad no, porque aun cuando han pasado los días y los bebés ya no lloran, se han producido unos cambios en su cerebro que demuestran que, pese a no llorar, están bastante alerta, más estresados que si hubieran sido atendidos desde el principio. Esto sucede porque cuando uno es bebé su cerebro superior o racional es todavía lo suficientemente inmaduro como para comprender que por la noche está seguro. Dicho de otro modo, un bebé de 6 meses, o de 9, o incluso de 12, no es capaz de razonar hasta el punto de tener claro que por la noche no le va a pasar nada y que por la mañana se levantará con un nuevo día, tan saludable como se acostó. Como no lo sabe, reclama la atención de los padres para estar y sentirse seguro.
Probablemente diréis "qué tontería, claro que no le va a pasar nada, ¿por qué se estresa si está la puerta de casa cerrada y nosotros estamos en la habitación de al lado?". Pues se estresa, se pone nervioso y reclama vuestra presencia porque no sabe qué es una casa, no sabe qué es una puerta, no entiende el concepto de "está cerrada, no puede entrar nadie" y probablemente, al no veros, oíros ni sentiros cerca, no tiene demasiado claro si estáis al lado o no.
Ni lo entiende ni, en realidad, los bebés actuales deberían entenderlo, que hay quien dice "a ver si evolucionan ya, que ya no vivimos en el paleolítico", precisamente porque hay bebés que no viven en un piso, apartamento o casa con puerta, sino que viven en la selva o en países donde hay animales salvajes y numerosos peligros. Imaginad un bebé que nace ahí, que sea tan tranquilo como para dormirse en cualquier sitio, incluso solo. Correrá siempre más riesgo que uno que llora más y reclama la presencia de los padres incluso cuando cierra los ojos, precisamente, porque el primero puede dormir un poco separado de mamá o papá, pero el segundo no.
En consecuencia, como los bebés no saben calmarse solos, nosotros, los adultos, tenemos que ayudarles a ello. ¿Quieres que tu bebé se duerma tranquilo, en paz, sabiéndose seguro, acompañado o prefieres que se duerma después de llorar un buen rato, agotado después de pedir ayuda y no obtenerla? Yo voto por la primera, pero hay quien opta por la segundo, a pesar de que son bebés que muchas veces duermen peor por coger el sueño cansados y nerviosos.
Pero mi bebé, pese a llorar, se queda callado y tranquilo
Sí, funciona. El método suele conseguir que los niños dejen de llamar. No es que hayan aprendido que por la noche no les pasa nada, es que se adaptan a la situación: "Para qué llorar y llorar si aquí no viene nadie". Dicen los expertos que cuando esto pasa los niños entran en un estado primitivo de defensa. El corazón se acelera, también la respiración y aumentan los niveles de cortisol (hormona del estrés en el cerebro). Estudios con monos han demostrado que cuanto más tiempo están los animales separados mayor es el nivel de cortisol y que, cuando el mono deja de quejarse por la soledad, los niveles siguen tan o más elevados, como si hubieran entrado en un estado de "vale, dejo de quejarme, estoy solo ante el peligro".
Este estado de cortisol elevado durante bastantes noches hace que los niños se vuelvan muy sensibles al estrés, que les afecte en demasía. Vamos, que si no se soluciona, si siempre viven de esa manera, si el estilo educativo conlleva el no ayudar demasiado al niño a calmarse, sino en dejarle o ignorarle para que sea él quien encuentre cómo calmarse, se corre el riesgo de que en la edad adulta sea una persona con dificultades para manejar el estrés, una de esas personas con carácter muy fuerte, que explotan fácilmente, con poca paciencia y que, incluso, buscan momentos y actitudes que les genere cortisol. Algo así como un pez que se muerde la cola: sus cerebros están tan acostumbrados a vivir en estrés, con el cortisol elevado, que parece que buscan elevarlo inconscientemente. Una vez elevado, tienen dificultades para controlarlo, precisamente porque de pequeños nadie les ayudó a que los niveles bajaran con cariño, contacto, brazos, etc.
No será para tanto, ¿no?
Explicado de esta manera suena verdaderamente problemático. Suena que parece que por dejar llorar a tu hijo vas a criar a un futuro psicópata y quizás digáis eso de "a todos nos dejaron llorar y no somos psicópatas". Bien, en el peor de los casos sí, pero no es lo habitual. Hablamos siempre de carácter, de maneras de ser, de acciones que hoy en día aceptamos como normales. Todos conocemos a personas con carácter fuerte, difíciles de controlar, con poca paciencia... o personas que enseguida se preocupan por todo y se ahogan en un vaso de agua, que al mínimo problema se desbordan y no son capaces de encontrar soluciones... o personas que no se sienten cómodas en distancias cercanas, o tan acostumbradas al poco contacto de niños, que no son demasiado capaces de aprovechar el poder de los abrazos y el cariño y, ni los reciben (porque no saben recibirlos, que parece que les molestan) ni los dan.
Gente así hay en todas partes, pues las vemos en el día a día. No están locas, no son psicópatas, pero arrastran problemas derivados de la educación que recibieron de pequeños, de la falta de contacto y de cariño, de la ausencia de padres en momentos como el del sueño, cuando ante la pregunta "¿dejarle llorar o atenderle?" optaron por lo primero, creyendo que eso les haría más independientes y más capaces, cuando lo que lograron es que fueran, quizás, más solitarios y antisociales.
Fotos | Thinkstock
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