Por naturaleza, los niños tienen una tendencia a estar siempre alegres, pero por supuesto el entorno en el que crecen condiciona su estado de ánimo. Si te ven triste, es muy posible que el niño absorba esa energía negativa, en cambio si ven que ríes y que tienes una actitud positiva ante la vida, ellos también lo recibirán.
Por eso, su alegría depende mucho de la tuya. El niño sonríe en respuesta a tu sonrisa. Aprende a relacionarse con el entorno, según tú lo hagas. Si le sonríes a la gente y la tratas con respeto, él hará lo mismo. Inventa juegos en casa en las situaciones más cotidianas. Escóndete, haz monerías y bromas. Tampoco se trata de ser un payaso todo el día, pero a través del juego también ayudarás a estimular su creatividad y a que tenga más confianza en sí mismo.
Crecer en un ambiente positivo y de “buena onda" le ayudará a aprender más deprisa. Sabrá afrontar las frustraciones con buen humor y volverá a intentarlo si se equivoca. Ya lo dice la risoterapia: la risa es salud. Al reír, el cuerpo libera endorfinas, que provocan una sensación de bienestar y nos ayuda a relajarnos. Además, la risa fortalece la confianza en nosotros mismos, ayuda a eliminar los miedos, disminuye el estrés y ayuda a evitar y a recuperarnos de enfermedades.
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