Por lo general, los adultos somos capaces de poner palabras a lo que sentimos y comprender el por qué de nuestro estado anímico. Pero no ocurre lo mismo en el caso de los niños -especialmente de los más pequeños-, y esto, unido a las frustraciones habituales que se presentan en la infancia, provoca el estallido de rabietas.
Los padres debemos enseñar a nuestros hijos a gestionar correctamente sus emociones, pero también podemos anticiparnos a la rabieta evitando la causa que la provoca. No siempre podremos hacerlo (a veces la rabieta es inevitable, además de necesaria), ni tampoco es beneficioso que lo hagamos (pues en los primeros años de vida, la frustración en pequeñas dosis es necesaria y le enseñará valiosas lecciones de vida), pero en algunos casos, la anticipación no solo evitará el disgusto del niño sino que le ayudará a fortalecer su autoestima y confianza en sí mismo.
Te contamos, mediante ejemplos prácticos, cómo podemos evitar las rabietas en ciertas situaciones y qué hacer si finalmente estas se presentan.
Anticípate a la rabieta averiguando la causa de su frustración
El primer consejo para evitar la rabieta es anticiparnos a ella, en la medida de lo posible. En general, los padres sabemos qué cosas provocan frustración a nuestros hijos, por lo que antes de que esto suceda podemos intentar esquivarlas o minimizar su impacto recordando con nuestro hijo los límites y las normas que hay en casa, buscando alternativas divertidas o involucrando al niño en la búsqueda de soluciones.
Según la psicóloga infantil, Penelope Leach, existen diversos motivos por los que los niños pueden frustrarse. Averiguar esos motivos nos ayudará a entender mejor a nuestro hijo y, por consiguiente, hacerle entender el porqué de sus emociones e involucrarle en la búsqueda de soluciones.
1) Frustración causada por el adulto
Cuando el niño quiere hacer algo y los adultos se lo impiden resulta frustrante para él. Los adultos, especialmente los padres, pueden frustrar a un niño muy fácilmente impidiéndole hacer aquellas cosas que consideran que no están bien o no se deberían hacer.
En Bebés y Más hemos hablado en varias ocasiones sobre el uso abusivo del "no" ('no hagas esto', 'no toques aquello', 'no corras', 'no grites', 'no te subas ahí'...); un aspecto que estaría muy ligado a este tipo de frustración. Decir 'no' a nuestros hijos es a veces importante y necesario, pero deberíamos intentar hacerlo de manera constructiva.
Vamos a analizar este supuesto con un ejemplo
Nuestro hijo siempre acaba llorando o enfadado cuando vamos a comprar al supermercado, porque una vez allí se le antojan ciertas cosas que nosotros no queremos comprar porque consideramos que no son saludables.
¿Qué podemos hacer para evitar la rabieta en esta situación?
- Fuera del contexto del supermercado y la rabieta (en cualquier otro momento en el que el niño esté calmado y receptivo) hemos de explicarle el motivo por el que no compramos ese tipo de productos. Lo haremos adaptando nuestro lenguaje a su nivel de entendimiento y haciéndole ver que no se trata simplemente de un 'no te compro esto porque yo no quiero', sino que detrás hay una explicación.
Pero es fundamental que esa explicación se la demos antes de que la rabieta se produzca, porque en plena frustración lo más probable es que no nos escuche y nosotros acabemos perdiendo los nervios.
Cuando hagamos la lista de la compra para ir al supermercado, involucraremos al niño en este proceso. Por ejemplo, podemos pedirle que apunte en un papel las cosas que le indiquemos, o que nos diga qué alimentos faltan en la despensa para apuntarlo nosotros.
También ayuda el hecho de pedirle su opinión a la hora de preparar la lista. Por ejemplo, si hemos previsto que esa noche cenaremos pescado, podemos preguntarle qué tipo de pescado le apetece que compremos, o dejarle que decida ciertas cosas, como el sabor de los yogures, la forma de la pasta, la fruta que más le gusta.... De esta forma, el niño entenderá que su opinión es importante para nosotros.
Una vez tengamos terminada nuestra lista de la compra, la repasaremos con el niño, para que tenga claro desde el principio los productos que entrarán en el carro de la compra. Es importante que a la hora de repasar esta lista no lo hagamos en un tono autoritario ni amenazante; simplemente informativo.
Una vez estemos en el supermercado, nuestro hijo podrá ayudarnos a meter las cosas en el carro de la compra, a localizar los productos en los estantes, a pesar las frutas y verduras... En definitiva, se trata de que el niño se sienta útil, partícipe e implicado en este proceso
Tanto en este ejemplo concreto como en cualquier otro, es importante también tener muy presentes las necesidades del niño (por ejemplo, no podemos pretender que un peque de dos o tres años nos acompañe durante horas y sin protestar a hacer recados) y procurar respetar en todo momento sus horas de descanso (por ejemplo, no ir a comprar en su hora de la siesta si no podemos garantizar su sueño, pues lo más probable es que llore o se enfade)
2) Frustración provocada por los objetos
El niño empieza a descubrir que hay cosas que no puede hacer por sí mismo. Su nivel de madurez, su coordinación y su fuerza a menudo le juegan malas pasadas, y esto le provoca grandes frustraciones.
Vamos a analizar este supuesto con un ejemplo
Nuestro hijo se frustra cada vez que tiene que ponerse los zapatos, pues no siempre acierta con la izquierda y la derecha y todavía no es capaz de abrocharse los cordones solito.
¿Qué podemos hacer para evitar la rabieta en esta situación?
Antes de que la rabieta se produzca, le prestaremos nuestra ayuda. No se trata de ponerle nosotros los zapatos (pues si lo hacemos le estaremos lanzando el mensaje de que no confiamos en su capacidad de hacerlo), sino de brindarle un cierto apoyo para que le resulte más fácil.
Otra idea es hacer una pequeña marca en la suela del zapato o la plantilla para que el niño identifique fácilmente el pie izquierdo y el derecho.
A la hora de comprarle calzado, optaremos siempre por aquellos zapatos/zapatillas más fáciles de poner, según la edad que tenga el niño. Por ejemplo, para niños pequeños es preferible optar por cierres con velcro antes que por cordones. De esta forma no solo estaremos fomentando su autonomía, sino evitando una frustración por ese tema.
No meteremos prisa al niño cuando se esté calzando, pues esto solo contribuirá a aumentar la ansiedad y la frustración. De este modo, si necesitamos llegar puntuales a algún sitio y sabemos que a nuestro hijo le llevará tiempo calzarse correctamente, adelantaremos este momento lo máximo posible con el fin de evitar prisas, gritos o acabar haciéndolo nosotros por él.
Fuera de este momento, cuando el niño esté calmado y receptivo, podemos practicar cómo calzarse y atarse los cordones mediante el juego simbólico.
3) Frustración provocada por su edad o tamaño
Esta frustración aparece cuando el niño no consigue hacer algo que le exige más de lo que puede ofrecer para la edad o tamaño que tiene, y esa incapacidad le decepciona profundamente. Quizá el adulto decida entonces hacer las cosas por él, o decirle simplemente que "ya crecerá", restando importancia a su sentimiento. Pero veamos otras formas de hacerlo de manera constructiva.
Vamos a analizar este supuesto con un ejemplo
Llega la hora de comer y nuestro hijo quiere ayudarnos a poner la mesa. Pero los platos, vasos, cubiertos... están colocados en muebles demasiado altos para él. Tampoco le resulta fácil subirse y bajarse de la silla con facilidad, y siempre depende de que mamá o papá le tomen en brazos y le bajen al suelo.
¿Qué podemos hacer para evitar la rabieta en esta situación?
Si tenemos espacio, podemos colocar una mesita y una silla de tamaño infantil al lado de la nuestra. De este modo, el niño podrá sentarse y levantarse sin ayuda. Otra opción es colocar una escalerita que le facilite esa tarea, escalera que también puede usar para alcanzar el fregadero de la cocina y ayudarnos a lavar los platos, o a preparar la comida.
Para que al niño le resulte fácil acceder a los vasos y platos, colocaremos algunas piezas de la vajilla en uno de los armarios más inferiores, de manera que pueda acceder a ellos por sí mismo y sin peligro, y ayudarnos con la tarea de poner la mesa.
En definitiva, pensemos si nuestra casa (o al menos ciertos aspectos de ella) está acondicionada para las capacidades de nuestro hijo pequeño. Si no lo está, nunca es tarde para incluir algunos pequeños cambios que no solo eviten rabietas innecesarias, sino que le hagan crecer en confianza y favorezcan su autonomía.
4) Frustración provocada por otros niños
Los niños pequeños están centrados en sí mismo y en sus necesidades, y son todavía incapaces de ponerse en el lugar del otro. Un niño no le quita los juguetes a otro por maldad, sino porque le interesa el juguete y es incapaz de entender los sentimientos del otro niño.
Vamos a analizar este supuesto con un ejemplo
Estamos en el parque, y tanto nuestro hijo como su amiguito comienzan a llorar porque ambos quieren el mismo juguete, y no desean compartirlo.
¿Qué podemos hacer para evitar la rabieta en esta situación?
Para empezar, es importante entender cómo funciona el proceso de socialización de los niños, y que lo que nosotros podemos ver como un acto egoísta desde la perspectiva adulta, para el niño es algo completamente normal que forma parte de su desarrollo. Entendiendo esta premisa, nos será mucho más fácil enfocar este tipo de situaciones.
Enseñar a compartir es necesario, pero nunca podemos obligarlo ni imponerlo. Debemos respetar al niño que no desea compartir, pues se trata de un proceso que se va aprendiendo e interiorizando con el tiempo. Si es nuestro hijo el que no quiere compartir sus juguetes, jamás se lo quitaremos de las manos para dárselo a otro niño (a veces llega a pesar tanto el "qué dirán" que podemos acabar cayendo en este error), y si es otro peque el que no quiere compartir con nuestro hijo, enseñaremos a nuestro hijo que es su decisión y debe ser respetada, al igual que ocurre a la inversa.
Aunque es bueno que los niños vayan poco a poco aprendiendo a solucionar sus conflictos con autonomía, en ocasiones se hace necesario la intervención del adulto. En estos casos siempre debemos actuar con amor, calma y empatía, y entendiendo las necesidades que tienen los niños.
¿Cómo te sientes tú?
Otro aspecto fundamental que debemos tener en cuenta para evitar las rabietas de los niños es analizar cómo nos sentimos nosotros. Probablemente esteis pensando en este momento, ¿qué tiene que ver cómo me siento yo con la forma que tiene mi hijo de comportarse? Pues la realidad es que ambos aspectos están íntimamente relacionados.
Si nosotros estamos cansados física y mentalmente, si hemos tenido un mal día en el trabajo o las cosas no se nos han dado todo lo bien que nos hubiera gustado, nuestro hijo lo percibirá en nuestro carácter. Probablemente estemos más irascibles y saltemos con más facilidad (provocando enfrentamientos, berrinches en nuestro hijo...), o quizá nos ocurra lo contrario, y con el fin de no discutir le dejemos hacer todo lo que quiera sin ningún tipo de norma o límite (lo que después acabará repercutiendo en gritos, ansiedad, frustración por ambas partes...).
Por todo esto insistimos tanto en la importancia del autocuidado. Cuidarse y dedicar un rato al día a hacer lo que más nos gusta no es un acto egoísta, sino todo lo contrario. Es fundamental para introducir la calma en nuestro hogar -y por tanto, repercutir en la forma de sentir y actuar de nuestros hijos-, y para criar con respeto, empatía y amor.
Ayúdale a autorregular su comportamiento
También podemos enseñar al niño a identificar las señales que anticipan una rabieta (respiración agitada, pulso acelerado, rabia...) y las estrategias que puede llevar a cabo para autorregularse y conseguir regresar a un estado de calma.
La respiración es un mecanismo fantástico para tranquilizar al niño, además de resultar muy fácil de poner en práctica en cualquier momento y lugar. Así, cuando veas que tu hijo está a punto de explotar, o incluso ya lo ha hecho,, busca un sitio apartado para poder concentrarse y ayúdale a respirar profundamente. Podéis recurrir a la técnica del 5-2-6: inspiro contado hasta 5, mantengo 2 y suelto contando hasta 6.
Pero aunque la respiración suele ser un método infalible para estas situaciones, existen otras muchas formas de conseguir que nuestro hijo se relaje y autorregule su comportamiento, evitando así que estalle en rabieta.
La rabieta ha estallado: no le ignores ni restes importancia a lo que siente
Ahora bien, no siempre es fácil evitar que la rabieta estalle; e incluso a veces es necesario. Pero aún en estas situaciones, el niño necesita nuestra ayuda para hacer frente a este momento desde un punto de vista positivo.
Por ello, debemos animar al niño a "sacar fuera" sus emociones y no reprimirlas con frases como "no llores", "no es para tanto", "te pones muy feo cuando te enfadas"... Y es que en ocasiones, los adultos cometemos el error de querer acallar cuanto antes esa rabieta, bien porque nos duele ver mal a nuestro hijo, porque nos preocupa el qué dirán o porque sus preocupaciones nos parecen banales.
Pero poner palabras a sentimientos como la frustración, la rabia, la envidia, la nostalgia, la ansiedad... podría no ser fácil, especialmente para los más pequeños, pues carecen de suficientes recursos lingüísticos para expresarse. Un buen recurso en estos casos puede ser ayudarse de cuentos, pictogramas o dibujos que faciliten la comunicación entre vosotros.
Así mismo, recuerda que una buena gestión emocional no pasa solo por expresar y reconocer esas emociones, sino que el niño debe ser capaz de adaptarlas en intensidad, duración e impacto a la situación que esté viviendo, y para ello necesita de nuestra ayuda.