Estamos en una sociedad especialmente proteccionista con la atención a los bebés. Nos cuesta mucho asumir riesgos porque no queremos para nuestros hijos más que el placer y el bienestar.
Pero este loable pensamiento nos puede llevar a empobrecer las experiencias de los recién nacidos sacrificándolas ante la posibilidad de que estén incómodos o podamos favorecer una patología (que cojan frío, por ejemplo).
Una de las decisiones que considero más importantes en cuanto al desarrollo del niño pequeño es ¿cuándo sacarle de la cuna?. Te propongo una reflexión sobre este hecho.
Mi sugerencia es sacar al niño de los contextos que limiten el movimiento cuanto antes. Estos contextos son: la cuna, la gandulita, el coche de paseo… Entiendo que hay momentos en los que necesitamos que el niño esté protegido sin prestarle el 100% de la atención pero hay otros muchos en los que le podemos dejar la libertad de moverse.
¿Desde qué edad?. Pues como todo, depende. Entre los dos y tres meses, el bebé ya empieza a experimentar con la motricidad gruesa (los grandes movimientos de brazos y piernas) y es a partir de éste momento cuando tenemos que pensar en la conveniencia de dejarle “cancha” para que ejercite sus capacidades.
Aspectos a tener en cuenta sobre la precaución. Por supuesto, el sitio más seguro para experimentar es el suelo. Hay que evitar la cama, el sofá y cualquier otro elemento que tenga limitada su superficie y además esté a una altura que intensifique la gravedad de los accidentes. También debemos reflexionar sobre el frío que pueda hacer o el riesgo de que el hermano le pueda hacer daño (por ejemplo).
Para concluir. El planteamiento que propongo es ofrecer un entorno seguro y sin límites para que pueda poner en práctica sus capacidades desde el primer momento en que se pueda.
Foto | Flickr (Tonimolero07)
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