La etapa del pensamiento mágico en los niños: en qué consiste, cómo se desarrolla y qué beneficios aporta

¿Tu hijo cree en las hadas, las brujas, los duendes o los amigos imaginarios? ¿Prepara con mimo la llegada del Ratoncito Pérez y en Navidad mira al cielo en busca de los renos voladores de Papá Noel? A esta etapa, completamente normal y sana para su desarrollo, se le denomina "etapa del pensamiento mágico" y habitualmente abarca desde los dos hasta los siete años.

Te explicamos en qué consiste exactamente el pensamiento mágico, cómo evoluciona en los niños y qué beneficios les aporta.

Cuándo y cómo se desarrolla el pensamiento mágico en los niños

Hace unos días hablábamos del desarrollo de la lógica en los niños y de cómo mediante el uso de la razón, la observación, la experimentación y la formulación de hipótesis acaban siendo capaces de llegar a sus propias conclusiones. Esta fase del desarrollo tiene lugar a partir de los siete años, aunque obviamente no sucede de un día para otro, sino que se trata de un proceso paulatino y madurativo.

Antes de que el niño comience a desarrollar las habilidades lógicas, muchas de las cosas que suceden a su alrededor tendrán para él una explicación mágica; es decir, fantasía y realidad tenderán a mezclarse en su mente.

Además, el niño creerá que es posible modificar el entorno o los acontecimientos a través de sus propios pensamientos ("ha salido el sol porque esta mañana deseé que saliera para poder ir al parque a jugar") o con ayuda de la magia, algo que por ejemplo, podría hacerles creer que la muerte es reversible.

A esta etapa se le denomina "pensamiento mágico", y según la clasificación que hizo Piaget sobre el desarrollo cognitivo de los niños (y de la que ya os hablamos en este artículo), tendría lugar entre los dos y los siete años, aproximadamente.

Esto explicaría por qué en la primera infancia los niños creen en la existencia de brujas, duendes o seres mitológicos como los unicornios o las sirenas. Por qué se sienten hadas por el mero hecho de colocarse unas alas a la espalda. Por qué la magia de su mente es capaz de vislumbrar la silueta de los Reyes Magos tras la ventana, o por qué preparan con mimo cada detalle para que la visita del Hada de los Dientes sea segura.

Es la etapa de creer en superhéroes, de pensar que hay fantasmas ocultos bajo una sábana, animales capaces de hablar, monstruos que se esconden dentro del armario o incluso muñecos que cobran vida al llegar la noche, al más puro estilo Toy Story.

En mayor o menor medida, el pensamiento mágico suele ser común a la mayoría de los niños, aunque la duración de esta etapa variará en función del ritmo madurativo de cada uno. Según los psicólogos, se trata de una fase completamente normal, necesaria y beneficiosa para su desarrollo.

¿Qué aspectos positivos tiene la etapa del pensamiento mágico?

Entre los principales aspectos positivos que tiene para los niños el pensamiento mágico está el de aportar sentido al complejo y caótico mundo que les rodea y que debido a su inmadurez son incapaces de entender. Así, gracias a la fantasía las cosas no solo parecen más sencillas, sino que en ciertos momentos puede aportarle al niño calma interior e incluso aplacar los miedos.

Por otro lado, el pensamiento mágico estimula la creatividad y la imaginación de los niños, fomenta la resolución de conflictos (pues la fantasía no tiene límites y les permite idear soluciones que probablemente los adultos no nos plantearíamos) y mantiene viva su ilusión (por ejemplo, la noche previa a la llegada de los Reyes Magos).

Para los padres, ser testigos de esta etapa tan inocente, dulce y maravillosa por la que pasan nuestros hijos es un verdadero privilegio. ¡Y es que es increíble lo mucho que cambia el mundo cuando se observa a través de los ojos de un niño pequeño!

¿Debemos fomentar el pensamiento mágico?

Como decíamos más arriba, cada niño marcará su propio ritmo en lo que a la duración de la etapa del pensamiento mágico se refiere. Sin embargo, suele ser a partir de los siete años cuando los niños comienzan a ser capaces de dar respuesta racional a muchas cuestiones, y a separar de forma natural la realidad de la ficción.

Al igual que sucede en cualquier otro proceso del desarrollo del niño, los padres debemos acompañar a nuestros hijos, ayudarles a descubrir el mundo que les rodea mediante la experimentación y la exploración libre, y fomentar el desarrollo del pensamiento lógico. Pero esto no significa que no debamos respetar la etapa del pensamiento mágico.

Los expertos recomiendan dar valor a esta etapa tan importante en el desarrollo del niño, e incluso participar de sus juegos, ilusión y fantasías.

Pero también es importante no mentirles ni amenazarles con temas que les den miedo ("voy a avisar a las brujas para que vengan"), ofrecerles una explicación racional a fenómenos que desconocen, ayudarles a entender la realidad de las cosas ("esa silueta que ves no es un fantasma, sino un prenda de ropa colgada de una percha"), y hablar con ellos con sinceridad cuando se planteen ciertos temas delicados, como puede ser la muerte.

En cuanto a contar la verdad sobre el Ratoncito Pérez o los Reyes Magos, se trata de algo muy personal que cada familia debe elegir cómo manejar en función de la madurez del niño, factores del entorno o creencias particulares. En cualquier caso, cuando el niño comienza a hacer preguntas o a plantearse la existencia real de estos personajes, es probable que haya llegado la hora de afrontar el tema.

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