Los investigadores creen que los efectos de las variaciones estacionales en dieta, hormonas, temperatura y exposición de la madre embarazada a los virus y a la luz pueden influir en las características del bebé. En comparación con los de verano, los nacidos en invierno eran significativamente más largos al nacer, y a los siete años eran más altos, de mayor peso y con mayor circunferencia craneal. También obtuvieron mejores marcas en una serie de ejercicios de inteligencia. A esa edad, los nacidos en invierno y primavera tenían en promedio 210 gramos más de peso, 0.19 cm más de estatura y una circunferencia craneal significativamente más grande que los nacidos en verano y otoño. Asimismo los bebés de invierno eran los más largos, en tanto los de primavera eran los de mayor peso a los siete años, y también los más altos.
Pero, por otro lado los niños nacidos en verano son más optimistas que los gruñones invernales.
Vía | La Jornada Más información | Schizophrenia Research