Para un niño pequeño, el medio natural no es el agua, no sabe cómo desenvolverse en un entorno que le parece desconocido, que le provoca un cambio de temperatura en el cuerpo, en el que no hay punto de apoyo y desconoce lo que hay bajo la superfície.
Muchas veces ese miedo al agua viene provocado involuntariamente por los padres o tutores, que fuerzan ese primer contacto y no dejan de repetir “no tengas miedo", indirectamente esa frase puede hacerle entender que algo puede pasar. En ocasiones los niños reciben, como denominan los profesionales, una educación hidrofóbica, en la que el padre o la madre proyectan el miedo a su hijo. También puede ser causa de algún traumatismo vivido o presenciado. Ese temor debe ser superado, pero siempre será bueno que no pierda el respeto a la piscina o al mar.
Lo primero para superar su miedo es que no se sienta forzado ni solo, es preferible que, si se trata de un cursillo de natación, vaya acompañado de un progenitor, pues siempre le dan mayor seguridad que un desconocido. Además, si hay otros niños, comprobará como aprenden a nadar y se divierten.
Hay que explicarle adecuadamente los que es el agua, lo que se puede hacer en ella, lo satisfactoria que es, incluso debemos explicarle nuestros movimientos para que se sienta confiado. Al explicarle lo que va a sentir hay que ser positivo y nunca soltarle sin que sea consciente y esté de acuerdo.
A medida que vaya progresando, hay que demostrarle su valentía, le animará a seguir avanzando y ya verás que en poco tiempo, disfrutaréis de los diversos juegos que se pueden realizar en el agua.
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