El que una mujer sufra un aborto es algo relativamente frecuente. Muchas de las que leéis el blog habéis sufrido alguno en algún momento de vuestra vida y, si no ha sido así, seguro que conocéis a alguna amiga o conocida que lo ha vivido.
Esta alta frecuencia de abortos naturales hace que muchas personas lleguen a banalizarlo (sin mala intención), hecho que, sumado a la falta de sintonía emocional que padecen muchas personas, hace que en muchas ocasiones se digan cosas que más que ayudar agravan la situación.
Cuando una mujer se queda embarazada es ella la que conecta con su cuerpo, con sus esperanzas, con sus alegrías y sus temores y es ella la que da conciencia y vida en su mente al bebé que se engendra en su interior. Los demás sólo podemos ver los cambios de su cuerpo y sus cambios emocionales, sin poder conectar con ese bebé que no podemos ver, ni sentir. Quizás es esa falta de conexión la que hace que “metamos la pata” al conocer la noticia de un aborto y por ello vamos a comentar hoy qué es lo que nunca deberías decir a una mujer que ha sufrido un aborto.
“Si no ha seguido adelante es porque no tenía que nacer”
Una de las frases más típicas que se le suele decir a una mujer que ha sufrido un aborto es la que expresa una realidad que ella misma conoce mejor que nadie: “Si no ha seguido adelante es porque no tenía que nacer”.
Está claro. Algo iba mal y por ello el embarazo no siguió adelante. La primera que lo sabe es la mujer que sufre el aborto, que en ningún momento decide tratar de seguir con el embarazo pese a que la cosa vaya mal (y que aunque lo decidiera poco podría hacer). Con esta frase parece que queremos convencer a la mujer de que el aborto es lo mejor en una situación así y, como digo, no es un enfoque correcto de la situación porque es algo que sucede sin decisión de por medio.
La mujer ya sabe que si ha sucedido es porque algo no iba bien, pero ella ha perdido a su futuro bebé, con el que había conectado a través de las mencionadas esperanzas, ilusiones y temores. Al producirse uno de ellos (uno de esos temores), debería ser la mujer la que trabajara la parte de las emociones positivas que había depositado en ese bebé ya que nosotros, al sentenciar con un “no tenía que nacer”, queremos eliminar rápidamente cualquier rastro negativo del suceso, y sin querer estamos tratando de eliminar también todo lo positivo que la mujer había creado.
“Tranquila, eres joven, ya tendrás más”
Vivimos en una sociedad muy pobre emocionalmente hablando. Tan pobre, que no sabemos (ni queremos) gestionar las pérdidas. Parejas que se separan y buscan rápidamente un sustituto. Niños cuya mascota se muere ven como al día siguiente tienen otra prácticamente igual, como si nada hubiera sucedido. Siguiendo con ellos, muchas veces son escondidos “para que no vean al abuelito muerto” (según la edad podría ser correcto, pero según la edad podría no serlo) y a muchos se les explica que “se ha ido a vivir a otro sitio” porque no quieren que sepan la verdad.
En definitiva, tratamos de esconder y enmascarar las emociones negativas, y ya no sólo las nuestras, sino también las de los demás. Por eso cuando una mujer explica que ha tenido un aborto recibe de muchas personas una frase (nada) tranquilizadora que dice: “tranquila, eres joven, ya tendrás más”, queriendo borrar rápidamente el recuerdo de lo que se ha ido para situar en su lugar la esperanza de lo que está por llegar.
Sin embargo, de nuevo estamos ofreciendo una obviedad que, lejos de ayudar, daña. La mujer que sufre un aborto es la primera que sabe que puede volver a intentar ser madre. Es la primera que sabe cuáles son sus inquietudes, cuál su edad, cuáles sus posibilidades y cuál la esperanza que pone en ello. Pero ya no sólo eso, sino que es ella la que ha perdido a un futuro hijo y es ella la que sabe que, cuando se quede embarazada de nuevo, si todo va bien, nacerá un bebé precioso al que amará con locura, pero que no es aquel que se quedó en el camino, sino otro.
“Mejor ahora que estás de pocas semanas que después de varios meses”
A la hora de tratar de dar un mensaje positivo a alguien cuando hay algún problema, siempre hay quien se acuerda de aquellos que lo pasaron peor, por aquello de “mal de muchos, consuelo de tontos” o por el “siempre podría ser peor” y va y le dice a la mujer que acaba de sufrir un aborto que “mejor ahora que estás de pocas semanas que después de varios meses. Imagínate si lo perdieras de siete u ocho meses, qué mal”. Y entonces te explican el caso de aquella hija de la vecina del quinto que perdió su bebé con siete meses de gestación, o peor, el de aquella que salió el otro día por la tele cuyo bebé murió a las pocas horas de nacer.
Pues de nuevo, la mujer es la primera que sabe que siempre puede ser peor, pero también es la primera que sabe que siempre puede ser mejor. Dando mensajes como éstos lo único que logramos es hacer sentir a la mujer que su aborto es menos importante que aquellos casos que les explicamos y, sin embargo, para ella, es el más importante de todos, porque era su futuro bebé y es su pérdida, la suya, la que ella tiene que gestionar y con la que ella tiene que vivir.
Y entonces, ¿qué decir a una mujer que acaba de sufrir un aborto?
Si acabamos de decir que las tres frases más típicas que recibe una embarazada ayudan más bien poco y que encima hacen sentir peor a la mujer, muchos se preguntarán qué decir entonces.
La respuesta es muy simple: nada. Si no sabes qué decir, no digas nada. No estamos obligados a hacerlo y en ocasiones así no hay nada que podamos decirle a esa mujer que le haga sentir mejor. Pese a ello siempre tratamos de solucionar los problemas de los demás intentando tranquilizar, calmar, aliviar o bloquear la pena de la persona ajena (“venga, ya está, ya ha pasado, ahora mira adelante,...”).
No hay nada mejor que una persona que sabe escuchar y que ofrece su hombro y una mirada comprensiva en los malos momentos. No hay nada mejor que una persona que se ofrece por si necesitas algo, de corazón y que no trata de ayudarte a saltar la fase de duelo por el bebé que no llegará a nacer ni trata de minimizar tu problema porque podría haber sido peor o como si fuera un producto defectuoso que olvidar para empezar a trabajar en el siguiente.
Sólo una mujer que ha sufrido un aborto sabe cuál es su pérdida y sólo ella sabe cuál es el momento de dejar de mirar atrás para empezar a mirar adelante. Hasta que llega ese momento, lo ideal es un “lo siento”, un abrazo y un poco de tiempo. No es una receta milagrosa, pero sí la mejor receta dadas las circunstancias.
Fotos | Helga Weber, Greg Hayter en Flickr
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