Hace unos días la historia de una madre sorprendió a mucha gente que desconocía que algo así pudiera pasar, al contar en la página de Facebook Breastfeeding Mama Talk que durante semanas se había estado extrayendo leche para su bebé y que al sacarla del congelador se dio cuenta de que su pequeño no la quería, porque olía a agrio y tenía un sabor rancio.
Pensó que se había puesto mala, pero al haber hecho todos los pasos correctamente decidió preguntar a las asesoras de su grupo de apoyo, que le explicaron que a veces pasaba, y que era por culpa de la lipasa.
¿Qué es la lipasa?
La lipasa es una enzima que tenemos en nuestro organismo, cuya función es deshacer las grasas ingeridas para que las podemos absorber correctamente.
En el caso de las mujeres, cuando están produciendo leche materna, la lipasa viaja desde el páncreas hasta las glándulas mamarias para formar parte de la leche que recibirá el bebé, probablemente para ayudarle a digerir sin problemas las mismas grasas que contiene. Es decir, en la leche materna van las grasas y las encimas que ayudarán al bebé a digerirlas.
Si nada más extraer la leche se congela, y si al sacarla del congelador se calienta rápido y se le da al bebé, es posible que no se modifique el sabor tanto como para que la rechace porque de este modo la lipasa tiene poco tiempo para actuar.
Ahora bien, en algunas mujeres, la leche materna contiene una mayor concentración de lipasa y eso hace que la grasa se deshaga más rápido, y que en el momento de descongelarla el sabor esté ya afectado.
Muchos bebés se la toman a pesar de ello, pero los hay que la rechazan, como le pasó a su hijo, que se tomaba sin problemas un biberón de leche recién extraída, pero no un biberón de leche congelada.
Por suerte, pudo salvar toda esa leche
Aunque no para su bebé, porque no la quería, hace unos días recibió la noticia de que la habían aceptado como donante de leche para el Banco de Leche Materna de Indianapolis, donde aceptaron gustosamente toda la leche que tenía para pasteurizarla, volver a congelarla y llevarla a los hospitales para todos los bebés que la puedan necesitar.
Y es que durante todo este tiempo había almacenado más de 800 onzas de leche materna, que son más de 23 litros de leche materna.
¿Y cómo evitar que al congelar la leche esté mala?
Cuando decimos mala nos referimos al sabor. La leche no está en mal estado en absoluto. Es solo que ha adquirido un olor y sabor desagradable porque las grasas están ya descompuestas.
Si el bebé se la toma bien, no hay que hacer nada. Pero si la rechaza, es mejor tomar medidas porque no tiene sentido guardar una leche que el bebé no querrá tomar. Para ello, lo primero que hay que hacer es saber si tu leche contiene mucha lipasa. Esto se hace, básicamente, haciendo la prueba: te sacas leche, la dejas unas horas en la nevera (para dar margen a que la lipasa actúe, por si al hacer extracciones definitivas no se congela al momento), por la noche la congelas, la dejas unos días y luego la sacas.
Si al probarla y olerla te das cuenta de que no parece nada apetecible, tu leche es alta en lipasa. Si no pasa eso, no hace falta que hagas nada.
Así, si la leche tiene una alta concentración de esta enzima, lo que hay que hacer es escaldar la leche materna antes de congelarla, que es un proceso que elimina parte de esa concentración de lipasa.
Para escaldarla basta con extraer la leche y calentarla en un cazo hasta que empiecen a salir burbujas en la leche que está en contacto con las paredes del cazo. Entonces se echa en el recipiente donde se va a almacenar y se enfría rápidamente al contacto con agua fría y hielo. Una vez fría, se etiqueta y se guarda en el congelador.
Siguiendo este proceso, al descongelarla tendrá un sabor mucho más parecido al de la leche recién extraída, y el bebé no la rechazará por su sabor ni olor.
Fotos | Breastfeeding Mama Talk, iStock
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