Cómo evoluciona el sueño de los niños a partir de los 2 años: claves para ayudarles a dormir bien

El sueño infantil cumple una función reguladora y reparadora en el organismo de los niños. Es esencial para su correcto desarrollo físico, emocional y cognitivo, así como para controlar su energía y su temperatura corporal.

Por eso es muy importante que se respete el ritmo del sueño de los más pequeños que, como en los adultos, tiene diferentes fases y etapas, que van variando con la edad. Te contamos cuáles son y cómo favorecer su descanso.

Fases y etapas del sueño infantil a partir de los 2 años

A partir de los 2 años, los niños ya comparten con los adultos las fases de sueño (activo o REM) y lento, aunque aún hace falta un proceso de maduración para que su descanso se pueda equiparar al nuestro. La fase REM ocupa la mayor parte de la noche, ya que es esencial para su crecimiento y desarrollo cognitivo.

El sueño nocturno dura unas 11 horas en total con periodos largos de sueño ligero, por lo que debemos evitar hacer ruido o encender luces cercanas cuando el niño ya se ha dormido, para no interrumpirlo.

Para que duerma cómodamente el colchón infantil ha de adaptarse al contorno del cuerpo y proporcionarle un soporte confortable, como el del colchón ÖMSINT de IKEA, que de esta forma alivia la tensión corporal.

En esta etapa los pequeños tienden a buscar lo más parecido al efecto "nido" cuando se duermen, por lo que también es recomendable que la cama y el colchón se ajusten en la medida de lo posible a su tamaño. Los colchones y camas extensibles, son una buena solución para procurarles confort y cubrir al mismo tiempo su ciclo de crecimiento.

Mamá, papá, ¿ya es de día?

Los despertares nocturnos pueden estar causados por enfermedades, angustia por la separación de los padres, miedos o pesadillas. A su ritmo los niños van superando todos estos obstáculos, aunque de vez en cuando también pueden producirse despertares por mojar la cama, incluso mucho tiempo después de la retirada del pañal.

Es algo común antes de los tres años y suele resolverse de forma espontánea. Si dura más tiempo, a partir de los cuatro o cinco años es aconsejable consultar al pediatra, pero en cualquier caso siempre es importante que el niño no se sienta agobiado y se vaya cada noche a dormir lo más tranquilo posible.

Los colchones para niños VYSSA de IKEA, con buena ventilación y fundas extraíbles que se pueden lavar a máquina, resultan sumamente útiles para estos casos, al igual que los protectores de colchón impermeables para camas junior. Utilizar un juguete o peluche para dormir también les ayuda a calmarse y sentirse más seguros.

Otro motivo de los despertares nocturnos es la sudoración. Los más pequeños sudan mucho mientras duermen. A veces empapan la ropa, las sábanas e incluso llegan a mojar el pelo. Ese sudor se produce, sobre todo, durante la primera fase del sueño y se sucede de forma constante, independientemente de la estación del año.

Los niños pueden pasar de un estado de actividad frenética a dormir plácidamente, por lo que la energía al reducirse drásticamente produce exceso de sudoración. Las cenas abundantes justo antes de acostarse también provocan un aumento de temperatura en el cuerpo, que el organismo compensa a través del sudor, por lo que es mejor evitarlas.

La ropa de cama también influye. En ocasiones los cubrecolchones están hechos de plástico, un material que impide el paso del aire, por lo tanto genera más calor atrapado dentro. Escoger colchones como el INNERLIG de IKEA, que permiten la circulación del aire, facilitando la transpiración durante el sueño, mejora la calidad de su descanso. Por otra parte, es aconsejable no abrigarles ni arroparles en exceso, y comprobar que la temperatura de la habitación sea correcta.

Siestas más cortas y noches en movimiento

A medida que crecen, los niños van distinguiendo mejor sus periodos de descanso, se autorregulan y no caen tan fácilmente dormidos durante el día aunque alguna actividad les agote. Esto sucede porque la vigilia y el sueño se van delimitando en dos fases claramente diferenciadas a lo largo de las 24 horas del día. Los niños necesitan dormir más horas por la noche y, durante la primera infancia, dormir una siesta a lo largo del día de 1-3 horas.

Estas siestas pueden durar hasta los 4 o 5 años, siendo tan naturales como necesarias, reduciéndose paulatinamente su tiempo de duración hasta llegar a ser de 20 minutos o media hora máximo. A esta edad, los niños duermen de 10 a 13 horas diarias.

Los mecanismos de sueño de los niños son todavía inmaduros, y esto hace que se muevan bastante durante la noche y tengan a menudo sueños agitados. Para evitar una caída y garantizar su seguridad, es primordial elegir una cama baja, un colchón infantil adecuado y vigilar que la ropa de cama no termine enredada en su cuerpo.

Existen colchones que ya contemplan este tipo de accidentes, como el colchón NATTSMYG de IKEA, equipado con cierres con velcro para que todo se quede en su sitio al hacer la cama y los niños pequeños no puedan abrir la cremallera de seguridad de la funda.

Que la estructura del colchón sea firme o flexible es otra duda habitual. Los niños más pequeños no pesan demasiado, pero a medida que van creciendo, su organismo exige mayor firmeza.

Las preferencias personales de cada niño también influyen a la hora de que se sientan a gusto. Una buena manera de acertar es escoger un colchón como el VIMSIG de IKEA, con dos superficies con distintos niveles de firmeza.

A partir de los 4 o 5 años, el sueño ya es prácticamente igual que el de los adultos y el niño ya lo tiene controlado. A los 5-6 años la mayoría de los niños ya duermen del tirón, habiendo eliminado el hábito de la siesta como rutina diaria.

Hábitos para un sueño reparador

Establecer una rutina facilita el sueño en los niños. Crear un hábito de sueño consiste en poner en práctica una secuencia predecible de costumbres que debemos seguir en el mismo orden cada noche y más o menos a la misma hora. La rutina nocturna incluye el baño (el agua tibia ayuda a conciliar el sueño), la cena, ponerse el pijama, lavarse los dientes y leer o escuchar un cuento.

El hábito del sueño funcionará mejor si prescindimos del uso de pantallas (tablets, smartphones, televisores, etc.) durante las 3 o 4 horas anteriores a ir a la cama. En lugar de ello, podemos reservar una hora de juego tranquilo o realizar alguna actividad sosegada.

Hacer puzzles, jugar con pegatinas o escuchar música relajante permitirá bajar el nivel de actividad del niño, relajar su sistema nervioso y prepararse para dormir. Hay que evitar en las horas previas al sueño las actividades físicas, pues la excitación del sistema nervioso dificultará su sueño.

El ambiente de su cuarto, la temperatura y la iluminación de la habitación también son factores determinantes. No debe hacer frío ni excesivo calor en la habitación y la luz ha de ser tenue, para ayudar al cerebro a producir la melatonina, una sustancia química que induce al sueño.

Asimismo, las siestas no deben hacerse muy cerca de la hora de acostarse, ya que pueden retrasar el sueño de la noche. También debemos evitar que los pequeños cenen tarde o picoteen algo justo antes de dormir, así como proporcionarles azúcares a última hora.

Ya solo queda un beso de buenas noches y desearles felices sueños. Siguiendo estas pautas todos en casa podréis descansar mejor.

Imágenes / Pixabay | Smengelsrud | Ddimitrova | Unplash / Annie Spratt | IKEA

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