Corregir estos cinco errores que cometía en el teletrabajo ha mejorado mi salud mental y productividad

A diferencia de la mayoría de las personas que comenzaron a hacer teletrabajo al inicio de la pandemia, tengo algunos años más de experiencia trabajando desde casa. No voy a decir que esto me convierte en experta en el tema, pero sin duda me ha ayudado a identificar y reconocer las cosas que funcionan y las que no.

Hoy en día tengo una rutina de trabajo bien establecida, que me permite sacarle el mayor provecho posible a mi horario laboral sin tener que "robarle" tiempo a mi vida personal, que es una de las cosas que más se nos dificulta a quienes hacemos teletrabajo.

Por eso, hoy quiero compartir algunos de los errores que cometía en el teletrabajo y que afectaban tanto mi salud mental como mi productividad, para que, ya se que estés empezando o tengas algunos años, tú también puedas corregirlos.

Quedarme en pijama

Muchos bromeamos con que al hacer teletrabajo podemos ir a trabajar en pijama. Pero aunque podamos hacerlo no quiere decir que sea lo correcto ni lo ideal. ¡Y no es porque no podamos trabajar en ropa cómoda! Trabajar con ropa cómoda es una de las cosas que más disfruto del teletrabajo y que recomiendo ampliamente. Pero de vestir ropa cómoda a trabajar en pijama hay una enorme diferencia.

La pijama es para dormir. Es una prenda que nos invita al descanso y a la relajación, y lo que menos necesitamos cuando vamos a trabajar es tener la tentación de quedarnos dormidos. Además, vestirse para comenzar la jornada, a pesar de no salir de casa, es una manera de activar nuestro cerebro y decirle que estamos listos para trabajar.

No delimitar un espacio de trabajo

Otro error que cometía en mis primeros años de teletrabajo es el típico que comete la mayoría de las personas que comienza a trabajar de forma remota: suponer que podemos hacerlo desde cualquier parte. Y cuando digo cualquier parte me refiero al sofá, a la cama, en una hamaca...

La practicidad de llevarme el portátil a todas partes hacía que con frecuencia me llevara el trabajo a la cama o el salón, lugares en los que, por supuesto, terminaba distrayéndome o relajándome de más. Esto no solo hacía que disminuyera mi productividad: mis jornadas se hacían más largas porque trabajaba más lento y por ende mi salud mental sufría.

Hacerme de un ordenador de escritorio y crearme un espacio adecuado de trabajo (con un escritorio, silla cómoda, libretas y materiales de oficina) cambió por completo mi modo de trabajar y ahora soy mucho más productiva y feliz que antes.

Comer frente al ordenador

Este error duró poco pero me dio una lección muy grande: ningún trabajo es más importante que mis necesidades físicas. Si tengo sueño, me voy a acostar en la cama, no a servirme dos tazas más de café. Si tengo hambre, voy a prepararme algo y comerlo en el comedor o la cocina, no frente al ordenador.

Tengo la habilidad (¿o debería decir "problema"?) de mantenerme hiperenfocada en ciertas cosas que hago, como el trabajo. En este caso, estaba tan concentrada y deseosa de terminar, que no quería despegarme de lo que estaba haciendo y terminaba comiendo frente al ordenador. Esto, desde luego, no es saludable ni recomendable.

En primer lugar, porque no prestaba atención plena y completa a ninguna de las dos cosas, ni a la comida ni al trabajo. Y en segunda, porque comer frente a una pantalla es un hábito tóxico y malo. Comer no es algo que hagamos solo por supervivencia, también es una oportunidad para tomarnos un respiro de nuestras actividades, para descansar la mente mientras disfrutamos nuestros alimentos.

No hacer pausas

En la misma línea del error anterior tenemos el "no voy a descansar hasta terminar esto". Por supuesto, el resultado de esta forma de pensar, era una persona agotada e irritable.

Querer hacer más cosas en el tiempo que tenemos disponible no tiene nada de malo, pero es importante que recordemos que también tomarnos una pausa es saludable y recomendado - y además puede favorecer la productividad.

En este caso, me ha ayudado mucho el método de bloques, con el que he podido establecer tiempos definidos para realizar cada tarea o actividad, incluyendo pausas activas y descansos a lo largo de mi jornada para evitar sobrecargarme.

Distraerme demasiado

Finalmente, uno de los errores o problemas más comunes del teletrabajo: las distracciones. Pasa que a diferencia de una oficina, en casa nos encontramos con un millón de distracciones: las tareas por hacer, el timbre, el perro que pasa ladrando, el móvil, el programa de televisión que están viendo los niños, la cosa que tenías que guardar y habías olvidado hacerlo... La lista es infinita, así que puse manos a la obra.

Silenciar las notificaciones del móvil, establecer horarios definidos y hablar de límites con mi familia, me ayudó a reducir las distracciones y a que el ritmo de trabajo fluya mucho mejor. Aunque no es posible eliminarlas todas, sin duda ha habido mucha mejoría.

Foto de portada | Taryn Elliott en Pexels

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