Déborah, de 36 años, nació sin útero debido al síndrome de Rokitansky, una enfermedad que afecta a una de cada 4.500 mujeres al nacer. En el año 2019 se sometió a un trasplante de útero, el primero realizado en Francia, en el que la donante fue su propia madre, que entonces tenía 57 años.
Gracias a ese precioso gesto y al avance de la medicina, el pasado 12 de febrero nació una niña que pesó 1,845 kg. El embarazo tuvo lugar tras la transferencia de óvulos fecundados en julio, y la gestación fue de 33 semanas.
"La madre y el niño gozan de buena salud", dijo el profesor Jean-Marc Ayoubi, jefe del Departamento de Ginecología, Obstetricia y Medicina Reproductiva del Hospital Foch de Suresnes, un suburbio al oeste de París.
La generosidad de la abuela es conmovedora. Al preguntarle cómo se sentía con la noticia, respondió:
"Me siento normal, como una abuelita. La primera gran aventura terminó hace más de un año, cuando supimos que el injerto estaba bien adherido, que ya no había riesgo de rechazo, lo mío se acabó entonces. Ahora es la aventura de mi hija", explicó la madre de Déborah al diario Le Parisien.
Un nacimiento que trae esperanza
La llegada al mundo de la pequeña trae esperanza a todas las mujeres nacidas sin útero o con infertilidad uterina, que podrían llegar a cumplir su sueño de gestar un bebé y convertirse en madres.
El primer trasplante de útero se produjo en Suecia en 2014, y en España se produjo en diciembre de 2020 gracias a la donación de una hermana a otra. Uno de los principales desafíos de los trasplantes es el rechazo del órgano, pero en este caso, el tratamiento inmunosupresor para evitarlo es más ligero que el recomendado para otros órganos.
Tras doce años de investigación, Francia ha conseguido su primer trasplante de útero de una madre a su hija, gracias al cual se han convertido en madre y abuela.
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