¿Es normal dejar de querer tu mascota al tener hijos?: respondemos al debate que tiene inflamado a medio Estados Unidos

Aunque siempre han sido consideradas parte de la familia por los amantes de los animales y la mayoría de las personas, hoy en día las mascotas son un miembro esencial y amado en millones de familias. Tanto que muchos no imaginarían una vida sin su mascota.

Les cuidamos, alimentamos, compramos juguetes y mimamos. Les llevamos de paseo, nos acompañan a hacer la compra, al parque y compartimos nuestra habitación con ellos (en algunos casos, hasta la cama).

Pero esta rutina, que ya estaba bien establecida para la mayoría de los dueños de mascotas, se ve irrumpida por la llegada de los hijos. Y la mascota, sea pez, perro o gato, pasa a ser irrelevante y, en algunos casos, una inconveniencia. Al menos así lo plantea una columna reciente de The Cut, titulada "¿Por qué dejé de amar a mi gata cuando tuve un bebé?"

Este ensayo ha sido publicado justo en medio del debate de fondo que ha generado las declaraciones de Vance sobre las mujeres con gatos y sin hijos, aumentando aún más la polémica y el debate que tiene inflamado a medio Estados Unidos, al hablar de las mujeres que tienen mascotas y cuando tienen hijos pasan a odiarlas.

En el escrito, la autora -que permanece anónima- comparte que su gata Lucky, a quien había amado, cuidado y mimado durante años, se convirtió en una molestia tras la llegada de su bebé. Aunque pareciera que más que una molestia, se volvió el blanco de su ira.

De acuerdo con lo que narra la mujer anónima, antes de casarse y tener hijos, la gata era el centro de sus atenciones: le compraba la mejor comida y los mejores juguetes, le cepillaba el pelo todos los días y le dejaba dormir en su almohada.

Cuando se casó la dinámica cambió y, aunque la gata se volvió un poco territorial e irritable hacia su esposo, las cosas seguían siendo agradables y manejables para todos. Pero cuando nació su bebé, la historia fue muy distinta y el amor que tenía por su mascota poco a poco fue convirtiéndose en odio: "Mi aversión posparto por Lucky me hizo preguntarme si podría ser una psicópata de aparición tardía", escribe anónima, para continuar relatando lo que pasaba por su mente.

"Meses después de la llegada del bebé, cualquier redirección de atención desataba mi furia. Si Lucky se acurrucaba junto a mí mientras amamantaba en la cama, la apartaba bruscamente. Cuando vomitó sobre un sostén de lactancia, le arrojé la prenda sucia a la cabeza (y fallé). Cuando se enredaba entre mis piernas durante los cambios de pañal, apenas podía reprimir el impulso de — no patearla, pero sí empujarla firmemente con el pie. (No lo hice, no lo hice)".

Pero además de esto, anónima cuenta que ni siquiera tenía interés en atender las necesidades básicas de su gata: "A menudo olvidaba alimentar a Lucky, lo que la llevaba a comer plantas de la casa en su desesperación y luego vomitarlas. Defecaba y orinaba en el suelo en protesta por su caja de arena desbordada. Unas semanas después, abandoné por completo el esfuerzo de darle comida húmeda y coloqué un comedero lleno de comida seca en una esquina; Lucky comía en exceso y ganó una cantidad estadísticamente significativa de peso, lo que le hacía imposible asearse, dejándola grasienta y cubierta de caspa. Perdió al menos un diente."

Foto | Hutomo Abrianto en Pexels

El escrito, que incluye los testimonios anónimos de otras mujeres, fue compartido en Reddit, donde los usuarios criticaron fuertemente el artículo, señalando a la autora como un monstruo y reprochando a The Cut por no haber hecho nada por rescatar a la gata que, claramente, estaba sufriendo de negligencia y maltrato por parte de una dueña que en algún momento deseó hasta su muerte:

"Cuando el bebé tenía 2 meses, odiaba tanto a Lucky que comencé a dejar las ventanas abiertas con la vaga esperanza de que tomara la iniciativa y saltara por una de ellas — no directamente hacia su muerte (vivimos en la planta baja, por lo que un nivel de negación plausible influyó en mis cálculos), pero, siendo realista, hacia su muerte. Llámalo homicidio involuntario felino", escribe.

En X las críticas resultaban similares, mencionando incluso que la mujer debería ser entregada a las autoridades por lo que narraba en su escrito: "¿Consideraron lo estúpido que sería publicar esto?", cuestionó George Basile (@ballandpolicy) en un tweet, mientras que Heidi N. Moore (@moorehn) comentó que aunque este formato de ensayo de The Cut siempre busca generar debate, en esta ocasión no nos encontramos ante los dos lados complejos que suelen tener sus publicaciones: "Esta persona es simplemente una psicópata indefendible y una criminal en la práctica. No deberían estar publicándola, sino entregándola a las autoridades".

Pasa que, como comenta Heidi, no es la primera ocasión en que un escrito de The Cut genera polémica: hace tiempo también fue motivo de crítica un artículo en el que básicamente se animaba a las mujeres jóvenes a casarse con un tío rico y mayor que ellas. Fue muy discutido por otros medios como Slate, donde señalaban que, por idílica que suene la vida all inclusive que disfruta la autora gracias al dinero de su esposo, "una vida en la que se permite que otro adulto tome todas las decisiones es una vida atrofiada, una de profunda pequeñez, aunque las vacaciones sean agradables".

Pero retomemos el tema de este escrito: ¿es normal dejar de querer tu mascota al tener hijos?

Cuando el reflector pasa de la mascota al bebé

Foto | Sarah Chai en Pexels

En principio, es natural, normal y esperado que tras la llega de un bebé a nuestras vidas todo cambie: las prioridades son reorganizadas y, como en otras ocasiones lo hemos mencionado, las cosas que antes nos parecían tan importantes y esenciales ahora parecen no tener mucha relevancia.

El tema aquí es que, tal y como se señala en el mismo ensayo anónimo de The Cut, las mascotas muchas veces son vistas como un primer bebé o un "bebé de entrenamiento", al que se le dan todas esas cosas que normalmente se le darían a los hijos en ausencia de ellos: cuidado, alimento, amor, protección, etcétera.

Esto, que no es algo erróneo ni negativo pues las mascotas son seres vivos merecedores de todas estas cosas, suele complicarse con la llegada de otro ser que requiere aún más de nuestra atención: el bebé. Por eso, hasta cierto punto, es normal que ese amor que sentíamos por nuestra mascota se vea minimizado con la llegada de los hijos.

Sin embargo, lo que no es normal es esa irritabilidad e ira que anónima ha narrado en su escrito, y mucho menos lo es el ser negligentes con ellos y no atender sus necesidades básicas, de las cuales fuimos y debemos seguir siendo responsables. Por lo que leemos, ella al menos parece ser consciente de ello, pues afirma que "Si tratara a un ser humano de la forma en que traté a mi gata, estaría en prisión por años". Y si te sucede algo similar, quizás sea momento de hacer una reflexión.

Como ya lo hemos dicho, es esperado que aunque no dejemos de querer a nuestro perro o gato, toda nuestra intensidad esté puesta ahora en el bebé, ya que nos necesitan 24/7 en sus primeros meses de vida. Pero si notamos que la presencia o necesidades de nuestra mascota nos irritan demasiado, si ya no nos es posible hacernos cargo de ella, o si pasan los meses y seguimos teniendo dificultades para atenderle como antes lo hacíamos, tal vez es momento de buscarle un hogar donde le puedan proporcionar el amor y las atenciones que merece - y por supuesto, evitar llegar a la gravedad de las cosas que anónima ha confesado.

Foto de portada | Helena Lopes en Pexels

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