El tiempo vuela y en un abrir y cerrar de ojos nuestros hijos crecen. Existen muchas frases y citas célebres sobre la vida con hijos o que encajan perfectamente con ella. Pero sin duda una de mis favoritas es aquella que dice que los días son largos pero los años son cortos.
Y aunque como padres nos da alegría y orgullo ver todo lo que logran cada día, también hay momentos en los que vemos con nostalgia cuánto han crecido. Te comparto una reflexión personal, en la que hablo de ese sentimiento agridulce que tenemos con cada logro o hito de nuestros hijos.
Los hitos de nuestros hijos
Así como hay definiciones para cada etapa de la vida como la infancia, la adolescencia y la vida adulta, dentro de la crianza existen numerosos acontecimientos importantes que son hitos o momentos que marcan un antes y un después:
La primera sonrisa del bebé, el inicio de sus balbuceos, sus primeras palabras, la primera vez que logra sentarse por sí solo, el momento en el que comienza a tomar otros alimentos, el gateo y sus primeros pasos, por nombrar algunos de los más grandes.
Cada uno de ellos, son una prueba tangible de que nuestro bebé está creciendo cada día, conociendo más acerca de su cuerpo y de cómo funciona el mundo que le rodea. Le vemos continuar avanzando y desarrollándose de forma acelerada, particularmente los primeros años de vida.
Como padres, es natural llenarnos de alegría cada vez que tiene lugar uno de esos hitos, o de cuando nos damos cuenta que nuestros hijos crecieron mientras parecía que no nos dábamos cuenta y nos sorprenden haciendo cosas que anteriormente no eran capaces de hacer.
Y es que los hijos crecen en un parpadeo: un día tienes un bebé de brazos, pequeñito y totalmente dependiente de ti para poder sobrevivir, y al otro, es un niño de edad preescolar que todo el día está bombardeándote con preguntas, para después que ese niño ya está por entrar en la adolescencia.
Alegría y nostalgia al mismo tiempo
Es muy lindo ver crecer a los hijos. Pero hay una pequeña parte que no siempre nos mencionan: también es doloroso. Porque aunque celebramos cada hito, cada éxito y cada acontecimiento importante, también vivimos un pequeño duelo.
La maternidad y la paternidad están llenos de estos momentos agridulces, en los que sentimos alegría y nostalgia al mismo tiempo. Con cada paso que dan nuestros hijos, nos vamos alejando de una etapa más que ha concluido.
Recibimos con brazos abiertos las maravillas, gozos y sorpresas que están por venir, pero volteamos a ver con un toque de tristeza aquellos momentos que sabemos que ya no volverán. Porque aunque muchas veces deseamos que se queden pequeños, la realidad es que un día abrirán sus alas y emprenderán el vuelo.
Por eso la vida con hijos es algo que solo quienes somos padres podemos verdaderamente entender. Porque solamente experimentándola en carne propia, entendemos que puede hacernos muy felices, pero también hacer que nos sintamos infinitamente tristes.
Nuestros hijos crecen, y nos damos cuenta que aunque todavía podemos abrazarles, su cuerpo ya no es tan pequeño y no podemos cobijarlos completamente. Ese niño pequeño que daba pasitos torpes hacia nuestros brazos, ahora ya comienza a formar su propio camino.
Pero desde mi punto de vista personal, creo que los hitos no solamente son logros propios del desarrollo de los niños. También, son momentos muy puntuales en los que la vida se encarga de recordarnos que ellos están creciendo, y que por eso mismo debemos disfrutar al máximo cada etapa.
Por eso, queridos padres, abracemos cada momento con nuestros hijos. Así, celebraremos cada nuevo hito y etapa en sus vidas con mucha ilusión, pero también podremos recordar con nostalgia, pero con mucho amor, aquellas cosas que ya no volverán y que en su momento nos hicieron inmensamente felices.
Fotos | iStock, @unamamamillennial
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