La fortaleza de las madres: llorar a solas, secarnos las lágrimas y seguir adelante como si nada hubiera pasado

Hay algo en lo que seguramente la mayoría de las mujeres con hijos podemos estar de acuerdo: hasta que tuvimos a nuestros propios bebés, entendimos muchas cosas acerca de lo que significa ser madre. Somos uno de los pilares más fuertes de las familias, estando dispuestas a darlo todo por quienes amamos.

Pero ser fuertes no significa que no seamos humanas, y muchas de nosotros nos hemos encontrado en una situación de la que pocas veces se habla: llorar a solas, secarnos las lágrimas y seguir adelante como si nada hubiera pasado. Porque así es la fortaleza de una madre, y en tiempos difíciles como los que estamos viviendo, sale aún más a flote.

¿Por qué lloramos las madres?

Existe una larga lista de razones por las cuales las madres lloramos, y no es que seamos débiles o que seamos extremadamente sensibles y nos pongamos emocionales por cualquier cosa. Llorar, como bien sabemos, es un desahogo que sucede cuando vivimos cosas que nos afectan emocionalmente.

¿Y por qué lloramos las madres? Bueno, como lo he dicho, por una larga lista de razones, que pueden ir desde las cosas más pequeñas a simple vista, hasta las más grandes y difíciles de ignorar y a las cuales es imposible mantenernos indiferentes.

En primer lugar, porque cuando nos convertimos en madres nos encontramos nuevos miedos, retos y preocupaciones, al ver cómo un pequeño pedacito de nosotras se convierte en un bebé que presentamos al mundo, y que conforme va creciendo nos hace tener mil sentimientos encontrados.

Otro ejemplo, pueden ser los momentos en los que nos damos cuenta que la maternidad a veces puede ser muy dura, y nos sentimos agotadas y sobrepasadas por las distintas demandas que nuestro papel como mamás requiere, desde ser cuidadora y compañera de juegos, hasta ser enfermera y profesora.

Y naturalmente, en las últimas semanas estos pequeños espacios en los que buscamos un desahogo en soledad y dejamos salir las lágrimas, se deben a causa de la pandemia que estamos viviendo a causa del coronavirus y que nos mantiene dentro de nuestros hogares.

No debemos mentir ni tratar de minimizar las cosas: esto no está siendo fácil. Y no solamente porque debemos permanecer en el encierro por semanas o meses, sino también, por todo ese cansancio mental que esta situación pone sobre nosotras, al sacar a la superficie muchos miedos:

Tenemos miedo de lo que pueda suceder en el mundo, con la vida tal y como la conocemos. Tenemos miedo de que ese virus que no podemos ver a simple vista entre a nuestros hogares y dañe a los que más amamos. Tenemos miedo de que alguien que conozcamos enferme y lo pase mal.

Tenemos miedo también, del impacto que puede tener en nuestros hijos. La interrupción de sus estudios, el distanciamiento físico de sus amigos y familia, la falta de tiempo al aire libre, de correr y jugar libremente, de tener que abandonar aquellas actividades que tanto amaban, como las clases que les apasionaba tomar después del cole.

También tenemos miedo, del efecto que pueda tener esta situación en la salud mental de todos: nuestros hijos, nuestra familia, nuestros vecinos, la gente que conocemos, nosotros mismos. ¿Qué sucederá cuando todo esto termine? ¿cómo recordaremos estos días? ¿volveremos a ser los mismos de siempre?

Todos esos miedos, se acumulan cada día, y entre la lista interminable de cosas por hacer y el efecto psicológico que causa el encierro en nosotras, no es de extrañar que en momentos nos sintamos desbordadas y necesitemos apartarnos.

Para hacer ese pequeño ritual secreto que tenemos las madres: encerrarnos en el baño o nuestra habitación por unos minutos y llorar en silencio, para posteriormente limpiar nuestras lágrimas y volver con nuestra familia como si nada hubiera pasado.

Por qué nos ocultamos para llorar

La razón principal: por amor. Suena simple y cortita, pero es mucho más profunda que esas dos sencillas palabras. Porque como ya lo hemos hablado en muchas ocasiones anteriormente, el amor de una madre es tan grande, que no existen palabras suficientes para describirlo.

Lloramos cuando estamos solas, a escondidas de los nuestros, por motivos que pueden variar de acuerdo al origen de nuestro llanto: para no preocuparlos ni asustarlos, para protegerlos, para tranquilizarnos a nosotras mismas, para desahogarnos cuando así lo necesitamos.

Y aunque hemos hablado en otra ocasión de que está bien que tus hijos te vean llorar y de no olvidar cuidar tu salud mental durante la cuarentena, en una situación como esta elegimos continuar haciéndolo en privado, con el único fin de protegerles de la mejor forma posible y de darnos un respiro en el que saquemos todo ese estrés que llevamos dentro.

Porque cuando el mundo externo es inseguro y el futuro luce incierto, nuestro instinto de madres nos recuerda, como el pilar emocional que somos en la vida de nuestra familia, que debemos confortarlos y darles paz. Que somos su lugar seguro. Que si ven que mamá luce tranquila, no hay nada de qué preocuparse.

Así que aunque parezca que tan solo lo hacemos para darles calma o que somos débiles, en realidad estamos dándonos a nosotras mismas una muestra de esa resistencia interior. Porque lloramos en privado, limpiamos nuestras lágrimas y seguimos adelante. Porque esa es la fortaleza secreta de las madres y al final, todo irá bien.

Fotos | Unsplash
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