Ser madre me ha dejado muchos aprendizajes y lecciones de vida. Pero también, me ha presentado muchas verdades. Una de ellas, es que ser mamá no es color de rosa (yo diría que es más parecida a una mezcla de muchos colores y muchas emociones). Y otra, que me atrevo a decir que es la única verdad absoluta de la maternidad, es que cada mujer la vive de manera única y diferente.
Sin embargo, a pesar de que la mayoría o todas tenemos claro que cada maternidad es un mundo, sigo viendo que en redes sociales frecuentemente se cae en esa pequeña competencia entre las madres que salen a trabajar y las madres de tiempo completo.
Por eso, hoy quiero compartir una reflexión personal acerca de por qué debemos dejar comparar a las madres que se quedan en casa, con las madres que salen a trabajar y entender que la maternidad no es competencia, y ninguna madre es mejor que otra.
"Es más cansado ser mamá que..."
El final de esta oración depende de quién la diga. Las madres que salen a trabajar dirán que es más cansado ser madre que trabaja fuera. Las madres que se quedan en casa dirán que es más cansado ser mamá de tiempo completo. Pero es que para mí ni tiene sentido ni lógica intentar comparar a una con otra.
Y es que, si lo vemos de forma objetiva, simplemente no hay punto de comparación porque son experiencias completamente distintas una de la otra. La rutina y actividades de una madre que sale todos los días a trabajar, es totalmente diferente de las de una madre que se queda en casa con sus hijos.
Trataré de explicar esto con un ejemplo. Para mí, intentar compararlas, es como intentar comparar el trabajo de un médico con el de un psicólogo. Tienen algunas cosas en común: ser profesionistas, atender áreas de la salud y ayudar a las personas. Pero fuera de eso, sus actividades son totalmente diferentes.
Con las madres que trabajan fuera y las que se quedan en casa, pasa algo similar. Tienen en común ser madres, el amor hacia sus hijos y sus responsabilidades de crianza y cuidado. Pero su rutina y actividades son muy distintas.
Esto no significa que una sea mejor que otra, ni que sea más importante. Simplemente quiere decir que cada una de ellas, a su manera, desempeña responsabilidades únicas y especiales, acorde a las necesidades de la rutina y estilo de vida de su familia.
Pero además de tener actividades totalmente distintas, hay otro motivo por el cual yo pienso que no es posible compararlas: los sacrificios que hace una de ellas, son muy distintos a los que hace la otra. Y con esto, me refiero a las cosas a las que cada una de ellas debe dejar, según su rutina diaria.
Por ejemplo, las madres que se quedan en casa, renuncian a tener tiempo libre, a tener momentos diarios de desconexión, a la convivencia frecuente o diaria con otros adultos que no son su familia. Muchas veces, el cansancio mental es tanto, que se puede perder noción del tiempo e incluso no saber ni en qué día se vive.
Por otro lado, las madres que salen a trabajar fuera de casa, sea por necesidad o por seguir sus sueños profesionales, deben partir su corazón en dos, y sacrifican el estar presente siempre con sus hijos, para poder salir a trabajar y después regresar corriendo a casa con su familia y tratar de aprovechar esas pocas horas para hacer todo lo posible. Para ellas, el cansancio físico es el que suele ser mayor.
Al ser dos tipos de cansancio y sacrificios distintos, tampoco podemos argumentar quién lo tiene más difícil, pues cada una tiene sus propios retos y desafíos diariamente. Así que en lugar de intentar comparar o competir, tengo una propuesta: reconozcamos y aplaudamos a nosotras mismas y a las otras madres.
Mejor, démonos un gran aplauso unas a otras
Ser mamá no es fácil y esto podemos afirmarlo todas las madres, independientemente de si nos quedamos en casa o salimos a trabajar. Entonces, ¿por qué hacer esta experiencia más difícil al competir o compararnos unas con otras?
En lugar de ver quién lo tiene más fácil o más difícil, reconozcamos todo eso que hacemos y démonos unas a otras un gran aplauso, porque lo que todas hacemos es algo digno de tener admiración y reconocimiento.
A la madre que se queda en casa, felicidades, porque no es fácil renunciar a todo, incluso a veces hasta a ti misma, para cuidar de tus hijos las 24 horas del día, siete días a la semana. Pero sin duda, el amor, entrega y dedicación que les das cada día, constituye uno de los trabajos más gratificantes.
A la madre que trabaja fuera, felicidades, porque dejar todos los días un pedacito de tu corazón nunca es algo fácil y atender tus dos trabajos, el de profesionista y el de madre, puede ser agotador. Pero ese ejemplo de superación y esfuerzo que le das a tus hijos, y los pequeños pero valiosísimos momentos que comparten, no tienen precio.
Cada situación de vida tiene sus ventajas y desventajas, sus beneficios y desafíos. Pero todas hacemos lo mejor que podemos y todas, absolutamente todas, somos extraordinarias. Así que dejemos de competir y comparar a la madre que se queda en casa con la madre que trabaja fuera, y dediquémonos a darnos la mano y apoyarnos en esta preciosa e impredecible aventura llamada maternidad.