Cuando una mujer está por tener un bebé y trabaja fuera de casa, llega el momento en que tomará su baja maternal, un permiso o licencia de maternidad para el parto y los primeros meses de vida de su bebé. Esto suena bien en teoría, pero en la realidad de muchos países, es insuficiente.
Por eso, y porque yo misma fui una de esas madres trabajadoras que tuvo que volver al trabajo después de una baja maternal que se queda corta, comparto una reflexión sobre lo que muchas podemos llegar a sentir.
No estaba preparada...
Hace más de seis años que pasé por ese momento, pero aquel sentimiento que viví aún está grabado en mi memoria y mi corazón. En aquel entonces, mi hija tenía menos de tres meses de haber nacido y yo era una mamá primeriza aún intentando descifrar lo básico sobre cuidar un bebé.
Hay muchas cosas de la maternidad para las que nunca estás preparada, no importa cuántos libros y blogs de mamás te leas, ni cuántos consejos recibas. Simplemente es una experiencia que solo puedes realmente comprender hasta que la vives.
Cuando pienso en mi postparto, lo recuerdo con una memoria borrosa. Esas noches eternas, en las que perdía por completo noción del tiempo y me sentía agotada y confundida, a veces se sienten como si hubiesen sido un sueño bastante extraño.
Con el paso de las semanas todo se fue acomodando. Aunque seguía llena de dudas, comencé a aprender a ser mamá y fui encontrando poco a poco las cosas que nos funcionaban a mí y a mi hija. Estábamos pegaditas todo el día, conociéndonos y descifrando juntas nuestra nueva dinámica madre e hija.
Y entonces llegó el fin de mi baja maternal. Eso sí que lo recuerdo con mayor claridad. Tal vez no están definidos los detalles ni la forma en cómo sucedieron las cosas, pero recuerdo en el fondo de mi corazón lo que sentí.
Incluso ahora que escribo sobre esto tantos años después, siento un pinchazo en el pecho y viene a mí esa sensación que aparece en los momentos previos en los que uno se echa a llorar por tristeza.
Siempre me ha gustado trabajar. La verdad es que no soy de esas mujeres que saben estarse quietas sin hacer nada. Pero pienso en ese momento y me veo a mí, una madre primeriza triste y temerosa porque al día siguiente volvería al trabajo fuera de casa.
La idea de dejar a mi hija, tan pequeña e indefensa, en manos de alguien más me parecía insoportable. No sé si a muchas madres les pase, pero me costaba mucho confiar en alguien más para su cuidado.
Encima de eso, estaba la culpa de dejarle para ir a trabajar. Mi mente estaba llena de interrogantes: ¿Estará bien? ¿Sufrirá al no sentirme cerca? ¿Estaré haciendo lo mejor para ella? ¿Cómo le afectará este cambio?
Al final, como millones de madres en todo el mundo, volví al trabajo y dejé a mi bebé bajo el cuidado de alguien más. Pero aunque sabía que ella estaba segura y bien cuidada, yo no era feliz. Me sentía miserable, porque no estaba preparada.
Eventualmente me acostumbré a salir de casa para trabajar porque como lo he dicho, no sé estarme quieta y mis amigos de la oficina eran geniales y lo hacían todo más llevadero, pero siempre tuve dentro de mí esa sensación agridulce.
La realidad es que no estaba preparada y al parecer nunca lo estuve, pues un año después presenté mi renuncia ante un jefe que no quería dejarme ir y me pidió que lo pensara. Ya lo había pensado demasiado: quería estar con mi hija más que nada en el mundo.
Tal vez no estuve tan presente en el primer año de mi hija, pero el segundo lo disfruté completamente, sobrevivimos juntas los "terribles dos" (ni tan terribles) y recuperé mi pasión por escribir al retomar mi blog de maternidad. Meses después apareció la oportunidad para trabajar desde casa con Bebés y más, pero esa es historia para otro día.
Desde luego, hablo desde mi propia experiencia y aunque hay madres que sienten lo mismo que yo, habrá otras que vivan una maternidad diferente en la que no les costó tanto (emocionalmente) volver al trabajo como a mí.
Sigamos luchando por mejores bajas maternales
Sé que ese mismo sentimiento que viví al regresar al trabajo lo han experimentado muchas madres. Y es que dejar a nuestros hijos tan pequeñitos es duro para el corazón, aunque hagamos algo que nos apasione.
De hecho, de acuerdo con un estudio realizado hace tiempo, el 37% de las madres considera renunciar a sus trabajos cuando finaliza su baja maternal. Algunas, como yo, terminan renunciando aunque esto implique más sacrificios y dificultades económicas.
Mamás y bebés necesitan por lo menos seis meses juntos tras el parto, y aún en ese caso el tiempo sería insuficiente. En un mundo ideal serían dos años, como lo han solicitado los pediatras hace unos meses. Las razones sobran.
Por un lado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda al menos seis meses de lactancia materna exclusiva y la vuelta al trabajo muchas veces la dificulta tanto, que ésta termina de forma anticipada.
Si nos vamos por el lado emocional, la realidad es que mamá y bebé necesitan pasar más tiempo juntos, porque es beneficioso para el desarrollo de ambos y porque psicológicamente las madres tardan varios meses en adaptarse a su nuevo rol.
Así que en beneficio de ambos, y para que otras madres no sufran lo que yo al volver al trabajo, continuemos exigiendo bajas maternales que puedan ser suficientes para el bienestar físico y emocional de todos.
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