Para llegar a esta conclusión, los investigadores estudiaron a un grupo de bebés de entre seis y diez meses de edad, a los que les prepararon una especie de función teatral con dibujos animados sencillos, aparecían dos personajes, una bola (escalador) y un triángulo (colaborador), el primero intentaba escalar una colina, pero no lo conseguía, así que el triángulo le ayudo.
Pero luego aparece un cuadrado (boicoteador) mostrando su naturaleza malvada, ya que empujaba a la bola hacia el sentido contrario impidiéndole llegar a la cima. También se mostró a los bebés otra animación que ni colaboraba ni entorpecía el trabajo de la bola, es el personaje neutro. Los psicólogos pudieron comprobar en otro experimento la actitud que los bebés mostraban a cada personaje, donde se percibió una clara preferencia por el triángulo (colaborador). Se realizaron distintas pruebas para reiterar esta actitud y así fue, los bebés preferían al colaborador y al neutro antes que al boicoteador.
Según la doctora en Psicología Kiley Hamlin que participó en la investigación, esta actitud de los bebés no viene dada por los padres o educadores y afirma que “los humanos se inician en la evaluación social mucho antes de lo que se pensaba y apoya la visión de que la capacidad para valorar a las personas en función de sus relaciones y comportamientos sociales es universal y no se basa en el aprendizaje".