Desde que estoy metido de lleno en esto de la paternidad (9 años) y la paternidad 2.0 (unos 8 años en foros y blogs) he ido creciendo como persona y como padre, sintiéndome cada vez más identificado con la filosofía de crianza que conocemos como crianza respetuosa, crianza con apego o crianza natural. Esto me ha llevado a conocer a mucha gente que piensa igual y a leer muchas opiniones, mensajes, argumentos y debates, e incluso a ver a algunas madres y padres hablar de su función como de la creación de una nueva sociedad, como si estuvieran llevando a cabo una auténtica revolución social, como si estuvieran cambiando el mundo por criar a sus hijos de ese modo.
Yo mismo lo pensé en algún momento del cuidado de mis hijos, pero por suerte no tardé mucho en quitarme de encima esa idea. Hoy he decidido escribir esta entrada como toque de atención a todos esos padres que piensan que sus hijos cambiarán el mundo, a todos esos padres y madres que amamantan, colechan y crían con respeto a sus hijos para que sean los líderes del mañana.
¿Y por qué no, si amamantar hace que sean más inteligentes?
Es cierto. Lo vimos hace unos meses en un estudio que mostraba que los niños amamantados por más tiempo tenían mayor inteligencia y un mejor sueldo a los 30 años. Tomar leche materna en vez de leche artificial hace que aumenten unos puntos el cociente intelectual de los niños, pero no puede establecerse como cierta la premisa "los niños amamantados son más inteligentes que los no amamantados", porque son muchos los factores que afectan a la inteligencia final de una persona y la lactancia no es la variable que más pesa en la ecuación. Para ir más a lo seguro, digamos que los niños amamantados son más inteligentes que si ellos mismos no fueran amamantados.
¿Que cuál es el factor que más tiene que ver con la inteligencia final? El que más no lo sé, pero uno que tiene mucho más que ver es el entorno en el que nace. Un niño nacido en una familia de clase alta tiene puntuaciones en las pruebas de inteligencia bastante más elevadas que los que nacen en una familia de clase trabajadora. Si la lactancia de un niño puede hacerle variar su cociente intelectual en 4-5 puntos, nacer en uno u otro estrato social puede diferenciar a un niño de otro en hasta 15 puntos. ¿Será porque tiene más oportunidades a la hora de recibir una educación? ¿Será que sus padres obtienen más ingresos porque ya son de por sí más inteligentes, y eso lo heredan los hijos?
Por clarificar: si a un lado tuviéramos un grupo de niños de padres con bajos ingresos amamantados y al otro un grupo de niños de padres con altos ingresos de biberón, los segundos serán más inteligentes que los primeros. Sin embargo, a igualdad de condiciones, si comparamos niños del mismo estrato social, los que toman leche materna sí tienen, de media, unos 3-5 puntos más de cociente intelectual. Por eso la comparación debería ser consigo mismo: "si yo hubiera sido amamantado sería un pelín más inteligente. Como no lo fui, soy un pelín menos inteligente".
A lo que iba: sí, los niños son un poco más inteligentes si toman leche materna, pero es un error amamantarles para que sean los líderes del mañana.
¿Y por qué no, si dormir con ellos hace que crezcan más sanos y tranquilos?
Así lo dice Margot Sunderland, directora de Educación y Entrenamiento del Centro de Salud Mental Infantil en Londres, cuando recomienda que los niños duerman con sus padres al menos hasta los cinco años. Ella, y otros expertos, ven perfectamente lógico que los niños no gasten energía por la noche, con temores y miedos por estar solos, por la oscuridad, o por no saber cuándo llegará el mañana y que descansen, tranquilos, confiados y sintiéndose seguros y amados al lado de sus padres.
De ese modo reservan fuerzas y capacidades para el día a día, para aprender lo que es verdaderamente importante y no las gastan en estar alerta, de noche, de lo que pueda pasar.
Vamos, que dormir con los hijos es positivo para su desarrollo, y sin embargo es un error colechar para que sean los líderes del mañana.
¿Y por qué no, si la crianza respetuosa hace que sean personas más respetuosas?
¿Por qué pintas una pared de blanco? Porque me gusta blanca. ¿Y no sería mejor pintarla de amarillo, si la quieres blanca? No, si la quiero blanca tengo que pintarla blanca. ¿Cómo hay que tratar a un niño si quieres que sea como tú, si quieres transmitirle tus valores? Pues del mismo modo que te gustaría que te trataran y del mismo modo que tratas a otras personas. Si quieres que tu hijo sea una persona respetuosa, tienes que tratarle con respeto y tiene que ver que eres una persona respetuosa con los demás.
Si quieres que hable, que dialogue, que solucione las cosas con las palabras y no con gritos ni con el uso de la fuerza, tienes que hablar, dialogar y solucionar las cosas con él con palabras y no con gritos ni con el uso de la fuerza, y tiene que ver que haces eso mismo con el resto de la gente.
Si quieres que tu hijo sea una persona de bien, tienes que educarle así, como una persona de bien, y tiene que ver que tú también lo eres. Por eso la crianza con apego, o respetuosa, es el modo más lógico de educar y criar a un niño.
Sin embargo, es un error criar a un niño con apego para que sea uno de los líderes del futuro.
¿Por qué? Pues porque tenemos que criarlos como sintamos, no para que sean los líderes del mañana
¿Por qué hay que amamantar a los niños? Porque es lo normal, porque es lo que la naturaleza ha propuesto para todos los bebés, y porque la ausencia de lactancia materna pone trabas al desarrollo de los niños.
¿Por qué dormir con los niños? Pues porque es lo normal. Porque el ser humano es una especie altricial, que nace completamente dependiente y no es capaz de valerse por sí misma. Por eso los recién nacidos nacen con un instinto de supervivencia que les dice que "si vas a estar solo, llora". Y no "llora un poquito", sino "llora como un poseso". Ese instinto, y el llanto consecuente, les sirve para que los cojamos en brazos, los pongamos a nuestro lado, y así estén a salvo de todo riesgo.
¿Por qué tratarles con respeto? Porque es lo normal. Porque hay una máxima que dice que "no debes hacer a los demás lo que no quieres que hagan contigo", que se suma a otra que dice que "los niños aprenden más de lo que ven que de lo que dices". Todo ello hace pensar que el mejor modo de educarles es con cariño y respeto. A un niño no se le pega, porque está mal. Hay que tratar de no gritarle, porque no es un modo correcto de comunicarte con nadie. No se le castiga, porque es mejor que hagan lo correcto porque sienten que deben hacerlo así y no para evitar un castigo, y así con todo.
Pero nada de ello hay que hacerlo para que sean los líderes del mañana, ni presidentes, ni revolucionarios, ni filósofos, ni eruditos, ni aquellos que cambiarán el mundo. Ellos serán lo que quieran ser, o lo que puedan ser. Unos serán brillantes, y otros no. Unos serán luchadores, y otros no. Unos serán médicos, abogados, políticos de renombre, y otros no.
Menuda bofetada se van a llevar muchos de estos padres cuando sus hijos crezcan y se den cuenta de que sus hijos no son más especiales que otros niños, que también sacan malas notas, o que también se pelean con otros niños, o que caen en errores que ellos (los padres) también cometieron.
Lo que hagamos, como les eduquemos, debe ser siempre porque es así como creemos que debe ser, pero no con la finalidad de hacerles mágicos, niños índigo, niños cristal, "El Elegido" o el nuevo Mesías. No somos nadie para cambiar el mundo, y nuestros hijos tampoco a menos que ellos lo decidan.
Cuando era un niño quería cambiar el mundo, cuando fui joven me di cuenta de que tenía que cambiar mi país, de adulto mi familia, y ahora que voy a morir he comprendido que si hubiera cambiado YO, habría cambiado el mundo.
No me preguntéis por el autor, porque lo desconozco, pero lo que hagamos, lo que nuestros hijos hagan debe ir destinado a ser mejores personas, que no es poco. Lo demás, llegará si tiene que llegar. Demasiada presión y demasiada competitividad les mete el mundo actual como para que sus padres, los que debían respetar sus decisiones y su camino, les pida que sean los líderes del mañana, promotores de un cambio que en realidad atañe a todos.
Y en cuanto a los padres, demasiada presión pueden llegar a ponerse sobre sus espaldas si sienten que tienen la misión de hacer de sus hijos esas personas: dedicarles todo el tiempo, todas las energías, todas las ganas, por encima de sus propias necesidades, para luego darse cuenta, la mayoría, de que sus hijos son, más o menos, como todos.
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