Un modelo de padre que afortunadamente estamos viendo surgir, al que tanto le conciernen los cuidados diarios de sus hijos como su desarrollo emocional.
Hace 7 años, cuando su hijo mayor Joaquín tenía 4 y acababa de nacer su segundo hijo Oscar, su vida cambió. Entre la opción de ver crecer a sus hijos desde fuera o implicarse en su crianza, decidió aceptar el reto de criar a sus hijos con la naturaleza de una madre y recuperar el tiempo perdido.
Hace 19 meses nació Gabriel, su tercer hijo, quien ha sido estimulado desde el vientre y especialmente motivado desde su concepción.
Se ocupa diariamente de darles y prepararles su alimento integral, de hacer ejercicio con ellos, de bañarlos, de hacerlos dormir y de cuidarlos con la misma paciencia y el amor que lo haría una madre.
Está convencido de que a los hijos hay que consolarlos y no callarlos, de que los fracasos son enseñanzas, de que los diplomas y las buenas notas no son tan importantes como la propia superación personal y las habilidades sociales aprendidas.
El desafío de ser padre lo llevó a redescubrir los linderos de su infancia, a comparar sus olvidados primeros años con los de sus hijos y a tener claro qué repetiría con ellos y qué no.
Su experiencia le ha llevado a estar (casi) de acuerdo con la teoría de Judith Rich Harris, autora de El Mito de la Educación, de que los padres no moldeamos a nuestros hijos; sino que ellos mismos y su entorno son los artífices de su evolución.
Quienes estén interesados en conocer más a fondo la historia y se sientan identificados con sus conceptos, podéis registraros en la web PapásMaternales, “una comunidad para papás varones, criando hijos varones, sin culpas ni machismos", donde irá entregando capítulos de un manual que está preparando sobre la crianza de los hijos.
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