Fue hace mucho tiempo, tanto que apenas puedo recordar la época, pero se que desde joven (que no es que no lo sea, o me sienta, aún) tenía lo que hoy he decidido llamar "la necesidad de ser padre". ¿Por qué? Me he preguntado muchas veces, ¿quién o qué era lo que me alentaba a tener hijos? Aún es hoy en día que sigo sin tenerlo claro, lo único que se es que ante la pregunta de, ¿quieres ser padre? Mi respuesta era, "si, claro".
Pasó el tiempo y los esbozos de tu cabeza van cogiendo forma y poco a poco cuerpo y así te ves como ese padre de los anuncios, rodeado de niños, sonriente y feliz. Si, ese era justamente el padre que yo quería ser.
Y luego, lo que llega es la realidad
Hoy, 20 años, un matrimonio y dos hijos más tarde, puedo decir que la vida ha pasado por delante como un torbellino, dejando muchos de aquellos perfectos sueños en un completo desorden de juguetes tirados por el suelo, camisas con manchas de papilla y ojeras capaces de retar hasta a los mejores correctores del mercado.
Resumiendo, podría decir que de aquel padre que quería ser no queda mucho, y es que volviendo la vista atrás puedo decir que poco queda porque tampoco había mucho. Aquel padre que yo anhelaba ser, aquel padre, amante y amigo no era más que decorado, cartón piedra y papel couché. No era realmente el padre que yo quería, sino el padre que me habían vendido. Era el padre social y laboralmente perfecto, proveedor y con hijos perfectos.
La sociedad me vendió un padre sin contratiempos, un padre con la capacidad de estar en el momento justo y el lugar adecuado, un padre formal a la par que rebelde y rompedor con el canon conocido y lo compré, de la misma forma que lo hicimos muchos. Era un producto perfecto, por qué no íbamos a quererlo...Quizás, porque no era real.
Espera, párate y piensa
Ni siquiera nos paramos a pensar lo básico,¿realmente, quiero ser padre? ¿Tengo que serlo? ¿Tengo otras opciones?
La sociedad espera de ti que continúes en la rueda, que cuestiones lo justo y critiques lo mínimo, estudia, ten un buen empleo, cásate, ten hijos y haz que ellos te den nietos. Así lo vimos, así nos lo vendieron. Nadie planteó otras opciones; bueno, alguna había, podías ser el soltero de oro, aquel que nunca paraba en una misma casa demasiado tiempo, aquel al que todas amaban pero que no amaba a ninguna...Pero había una pega, ese puesto nunca era para ti, porque o bien no eras lo suficientemente rico, o guapo, o exitoso, o como era mi caso, ninguna de las tres cosas juntas.
Así que mientras te planteabas el tipo de padre que querías ser o el que NO querías ser, el tiempo para ser el padre perfecto pasaba y se agotaba, decían. Y así, evitaban que te preguntases si realmente estabas preparado para tener hijos, pregunta que te venía de golpe cuando la enfermera depositaba tu primer hijo en tus brazos...y entonces lo que llegaba era el miedo.
¿Quién quisimos ser?¿Quién somos?¿Quién queremos llegar a ser?
Creo, como supongo le pasará a muchos más hombres y mujeres antes de ser padres o madres, que no quería ser tal y como había sido mi padre. No porque hubiera sido un mal padre ni nada de eso, sino porque los tiempos cambian, la sociedad, aunque a pasos de caracol, cambia también y demanda otras formas de educar a los hijos.
Y ojo que no estoy diciendo siquiera que haya conseguido ser ese modelo de padre (estamos trabajando en ello). Así que podríamos decir que dentro de mí conviven tres padres, aquel que imaginaba de joven, aquel que soy y aquel que he modelizado.
Podría el lector pensar que los editores que aquí publicamos tenemos una relación perfecta o idílica con nuestros hijos, pero hablando de mi caso en particular, puedo decir que dista bastante de serlo. Me enfrento al día a día con mis hijos y mi pareja intentando ser el mejor padre que pueda dar a mis hijos, pero no siempre lo consigo e incluso cuando lo hago bien, o al menos cuando estoy contento con el resultado, sé que habría cosas que se pueden mejorar.
Pero la realidad no es perfecta y en ella hay tardes de cabreos, de malas caras, de desesperación, de ganas de salir de todo esto, de tirar la toalla, de anhelar a ese modelo de padre ausente que dejaba en manos de su pareja la responsabilidad del cuidado y educación de los hijos. Pero uno de los puntos que tengo claro es que ser padre significa ser responsable y eso no es estar de apoyo del otro, sino de ser parte de la estructura principal en la familia, esa corresponsabilidad tan aclamada por gran parte de la sociedad, no soy el padre que ayuda con la crianza de mis hijos, soy su PADRE, así con mayúsculas, yo no ayudo, hago de padre, que es justo lo que debo y tengo que hacer.
Uno no es padre de la noche a la mañana
Toda esta evolución no llega de la noche a la mañana, uno no entra en el paritorio y sale con un hijo y siendo ya padre. Sales con un vínculo muy fuerte que ha entrado en ti como una tromba de agua que lo deja todo patas arriba. Ahora toca trabajar diariamente, volviendo a colocar todo de nuevo, solo que desde el momento que tienes a tu hijo o hija en brazos, probablemente ya no quieras volver a colocarlo todo en el mismo sitio donde estaba antes; Ni siquiera donde estaba ayer.
Porque serán tus hijos quienes vayan tallando el padre que serás de la misma forma que nosotros moldearemos parte de quienes ellos llegarán a ser. Da lo mismo quienes creamos ser, el tipo o la forma en que les queramos educar, ellos harán que cambies. Por supuesto no estoy hablado en que sea un cambio de la noche al día, pero un buen día te verás haciendo cosas que ni siquiera te planteabas antes de tener hijos, incluso algunas que hubieras negado rotundamente que harías.
En mi caso, no era partidario del colecho, pensaba que un niño debería tener su habitación o como mínimo su cuna, hasta que llega el día en que estás tan cansado que ni tienes fuerza para levantarte y llevarle de vuelta a su cuna y descubres que tenerle cerca tuyo lejos de no dejarte dormir, te relaja y así, otra inútil regla más que se va por el retrete.
Muchas veces, desde sitios como el nuestro o las televisiones, las revistas, los medios de comunicación en general hablamos de métodos de crianza, en definitiva de ser un padre o una madre determinado. Creo tanto estudio, tanta pauta junta es para volverse loco, sobre todo porque muchas veces, cuando intentamos comportarnos de forma diferente a como somos dentro de nosotros lo que sale deja bastante que desear, principalmente porque no nos lo creemos y no se puede educar si uno primero no cree en si mismo.
Si somos una persona poco cariñosa, por poner un ejemplo, no podemos convertirnos de la noche a la mañana en el rey de los besos y abrazos por muchos libros que leamos, cursos a los que asistamos o páginas que visitemos. Lo importante es estar seguro de querer cambiar porque ese cambio sea mejor para todos y entonces dirigir nuestro esfuerzo en esa dirección. Pasado el tiempo es probable que no seamos como esos padres modelo que nos venden, pero seguro que el padre que seamos entonces estará muy alejado del que éramos cuando decidimos cambiar y habrá sido una batalla ganada, algo de lo que podemos estar orgullosos.
Creo firmemente en que hay que cambiar el modelo de paternidad que hemos tenido hasta ahora. Creo que hay que ser padres mucho más implicados a nivel emocional con nuestros hijos, no debemos quedarnos como meros proveedores de dinero en la familia o como taxistas de fines de semana en las actividades de nuestros hijos e hijas, el trabajo es diario y titánico, porque conlleva reiniciar toda la educación que hemos recibido en el pasado, pero sé, porque lo veo, que se va consiguiendo, despacio (quizás no vendría más pisar un poco más el acelerador) pero vamos en buena dirección.
No nos quedemos con esos modelos, sino con los cambios que mejorarán la relación con nuestros hijos y ajustarlo de la forma que mejor e adapte a cada uno, porque no todos vamos a la misma velocidad ni por los mismos caminos. No seas el padre que la sociedad quiere que seas, se el padre que tus hijos quieren que seas.
Y vosotros, ¿sois el padre que siempre quisisteis ser?
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