A estas alturas, creo que todo lector sabe que no somos muy partidarios de la educación, vamos a llamarla "tradicional". Esa en la que uno de los padres, generalmente la madre, lleva la mayor parte del peso y la otra parte actúa a modo de Tribunal o Corte Suprema para los casos "más graves" y que permanece más o menos distante la mayor parte del tiempo.
En los últimos tiempos han surgido otras formas de ver la educación de nuestros hijos desde un punto de vista más bajo, justo a la altura de los ojos de nuestros hijos, una nueva educación que aboga por educar desde el cariño y el respeto hacia el niño. Educar desde su altura, respetando todas y cada una de las características innatas de ellos intentando no perderse en el mar de dudas que ya es de por si ser padres. ¿Podemos ser amigos de nuestros hijos?
Cambio de rol, de juez a amigo
En muchas ocasiones se ha criticado que los "nuevos" métodos de educación, -que por cierto, algunos de ellos no tienen nada de nuevos-, buscan convertir al padre y a la madre en "amigos" de sus hijos y es que bien se es padre o se es amigo, pero no las dos cosas a la vez. Lo que yo creo es, que como en la mayoría de las cosas, hay que analizar todo bien antes de dar un veredicto.
Y es que no se pretende que los padres ahora nos convirtamos en "colegas de pandilla" de nuestros hijos, para mi está claro que mis hijos necesitan que un igual cubra ese puesto, principalmente porque los amigos son aquellos que nosotros elegimos y no quienes nos han venido impuestos. Por mucho que deseemos tener una perfecta relación paterno-filial, no podemos olvidarnos que nosotros somos los padres y por tanto los responsables últimos de su educación y desarrollo.
Es cierto que la figura del padre distante, recto y severo no cuadra en los tiempos que corren, que como todas las cosas debe evolucionar y adaptarse a las nuevas necesidades, que debe mirar hacia dentro, reconocer sus errores y transformarse en la nueva figura que reclaman y necesitan nuestros hijos. Y eso implica bajar a su altura e intentar entablar una especie de relación de amistad con ellos, una figura intermedia entre madre y amiga.
Quizás, cuando se critica el que ahora los padres no parecen padres y que no es posible tener una relación con tus hijos despejándonos de la faceta de educadores principales, sea porque solo ven esa faceta de la amistad que empuja y fomenta la rebeldía, la ruptura de las normas y el encubrimiento o secretismo.
Pero esto no es nuevo,** ¿a quién su madre o su padre no le ha guardado algún secreto hacia el otro?** Estoy seguro que la mayoría de nosotros hemos recibido la "ayuda" de uno de nuestros progenitores a la hora de convencer al otro, bien para salir más tarde, para vestir de cierta forma o para conseguir aquello que deseábamos. ¿Cuántos padres nos han cubierto en alguna de nuestras aventuras?
Por mucho que queramos ser los amigos de nuestros hijos, antes somos sus padres
No se está pidiendo ser el confidente de nuestros hijos, ellos necesitan elegir en quien confiar y a qué nivel hacerlo. No podemos dejar de ser padres a la hora de aceptar el comportamiento de nuestros hijos, nadie lo está pidiendo, ni siquiera nuestros hijos, por mucho que se revelen contra nuestra faceta educadora y más adulta.
Pero si podemos ser ese amigo que todos hemos tenido o quizás alguno hayamos sido, que nos ancla al suelo, que dice en voz alta que aquello que vamos a hacer es una locura o que nos anima a dar ese paso que tanto nos cuesta dar. Somos los padres de nuestros hijos y por tanto nuestra función es la de enseñarles y prepararles para su futuro, no para decirles por donde deben caminar o con quien, sino para darles las herramientas necesarias para que aprendan a distinguir aquello que les conviene de lo que no y esto a veces implica hacer de amigo chafa-fiestas.
La semana pasada una madre fue absuelta por quitarle el móvil a su hijo para que estudiara. El hijo la había denunciado por nada más y nada menos que malos tratos. En la sentencia el juez reconoce el derecho de los padres a tomar las medidas que consideren oportunas para la educación de sus hijos menores de edad.
Este caso para mí es un ejemplo claro que muestra una de las diferencias principales entre ser padre y ser amigo,** un padre tienen la obligación de velar por el futuro de sus hijos, por su educación**. A pesar de como les vaya a sentar nuestra decisión a nuestros hijos no podemos actuar buscando su aprobación, no podemos ir en contra de nuestros principios, del futuro de nuestros hijos por mantener erroneamente una relación peligrosa para todos.
Es en este tipo de situaciones cuando debemos llevar la amistad a su forma más simple, a la que no tiene doble cara, la que se muestra tal cual es, la que valora por encima de todo el bienestar del ser amado y actuar de la mejor forma que sepamos en pos de la búsqueda de lo mejor para lo que más queremos en este mundo, que no es otra cosa que nuestros hijos.
Quizás no sea cuestión de ver si podemos ser o no amigos de nuestros hijos, sino de buscar la amistad con ellos desde nuestra posición de padres, relegando al juez frente al padre y la madre que velan por sus hijos.
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