La maternidad y la paternidad deberían ser una elección libre de los adultos y parece ser que no siempre es tan libre aunque no nos lo parezca.
Y es que de verdad, en numerosas ocasiones ¿no os habéis planteado si elegimos de verdad ser padres?
Desde la precariedad económica a la crisis en la que vivimos, hay razones para todos los gustos para decidir precisamente que no es el momento de ser padres o madres. Sobre todo porque el serlo, en muchas ocasiones nos saca del sistema económico, del sistema social, del sistema laboral, sobre todo a nosotras, las madres.
Tener hijos no es una prioridad para el sistema económico capitalista en el que vivimos y muchos son los jóvenes que rechazan ser madres o padres en un futuro cercano o lejano incluso a la vista de la perspectiva que se les plantea y no es porque sean egoístas o frívolos, es porque el cambio es importante, muy importante.
Un cambio brutal
Hay pocos servicios de guarderías, casas de niños o escuelas infantiles asequibles de verdad para el grueso de la población.
Hay poco apoyo institucional para la natalidad y hay una imposibilidad económica a la hora de solicitar excedencias a la empresa en la que se trabaja, como mucho se pueden solicitar las bajas por maternidad y paternidad que marca la ley y a veces, seamos sinceros, ni eso.
Hay un escaso apoyo social, dadas las circunstancias en las que nos estamos moviendo a diario como sociedad.
Si a ello le sumamos la realidad que es la desigual distribución de las tareas del hogar entre hombres y mujeres y el hecho de que tener un hijo implica que al menos durante los primeros años, el tiempo para uno mismo desaparece casi por completo, es evidente que convertirse en padre o madre es poco atractivo así a priori y sin que intermedien los sentimientos de los que ya los somos.
Además teniendo en cuenta que plantearse todo esto, cuando no se ha dejado uno de formar y de desarrollarse como profesional y como individuo, de pronto pensar en echar el freno en el campo profesional y abrazar al plural en el ámbito más personal, es evidente que no es algo que atraiga a la gran mayoría.
La realidad contra la realidad
A pesar de que todo lo expuesto hasta el momento es verdad, también es verdad que siguen naciendo niños en todos los rincones del planeta ¿por qué?
Hablar del “instinto maternal” dicen los expertos que es hablar de un mito sin base científica, como cuando hablamos de la supervivencia de la especie relacionándola con ese supuesto instinto. Parece ser que no hay datos sólidos que refuercen esta teoría.
Nos esforzamos y nos empeñamos, nos perpetuamos, nos lo proponemos y por condicionamientos sociales o no, por deseos personales o no, el caso es que nos convertimos en padres y madres y no nos damos cuenta de que con eso nos adjudicamos un trabajo de por vida.
Un trabajo real, a la altura de cualquier actividad profesional y que ¿por qué no? debería ser valorado y tenido en cuenta, aprendemos siendo padres y madres una serie de conceptos que quizás no sabíamos ni que podríamos llegar a aprender.
Conceptos que podemos aplicar a nuestra vida laboral perfectamente. Desde la capacidad de improvisación a contrarreloj cuando las previsiones no se cumplen, hasta la infinita capacidad negociadora con los agentes más correosos que jamás tendremos en frente en una negociación como son nuestros propios hijos, pasando por la detallada valoración y priorización de las demandas del entorno.
Aprendemos mucho y sobre la marcha, porque también dependemos mucho de nosotros mismos, como decíamos antes ni las leyes ni las empresas se plantean que la paternidad y la maternidad puedan ser rentables en sus hojas de beneficios.
No se puede negar el cambio que han vivido los padres y madres del siglo XIX con respecto a los del siglo XXI pero tampoco podemos negar que nos vendría muy bien a todos que el sistema económico se planteara otra relación con la natalidad. Es muy cierto que nos vendría estupendo que el sistema político le obligara mediante leyes que protegieran y defendieran la natalidad. Como también lo es que está en nuestra mano conseguirlo, no lo podemos negar, eso también es bien cierto.
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