Al comentar que tiene 3 años, hemos recibido críticas acerca de su edad: que es demasiado grande, que tendríamos que haber comenzado antes, que el verano es el mejor momento. Me puse a pensar qué nos pasa a los adultos que estamos tan apurados por conseguir logros en nuestros hijos.
El crecimiento, el atravesar etapas superando obstáculos, implica renuncias a ciertas satisfacciones. Estos cambios no suceden de un día para el otro: debemos ser muy pacientes y esperar que ellos nos indiquen cuándo es el momento y cuál es el camino que debemos tomar.
Al controlar los esfínteres, al abandonar la teta o al suplir la mamadera por la taza o el vasito, nuestros pequeños se enfrentan a una elaboración que sería buenísimo que realizaran con nuestra ayuda, pues sabremos brindarles respeto y comprensión durante todo el tiempo que haga falta.
Decir adiós a ciertos elementos o situaciones que los acompañaron en la primera parte de sus vidas no debería ser traumático, sino una mera despedida, tal vez dolorosa, pero indicadora del logro de una espléndida autonomía.
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