La decisión de llevar a tu hijo o hija a la guardería, sobre todo cuando aún es bebé, es una de las más difíciles que un padre y una madre tienen que tomar (y más la madre, si es la que le ha cuidado todo ese tiempo).
Separarte del bebé, pensar en si va a estar bien, irte sabiendo que podría estar feliz, pero podría estar llorando, saber que dejas de ser quien le cuida, quien le controla y que le dejas con personas que no conoces pero en las que tienes que confiar, es algo a lo que nos empuja el funcionamiento de esta sociedad que sigue siendo muy doloroso para todos.
Esto es lo que sintió una mujer al llevar a su bebé de 10 meses a una guardería, dolor por separarse de ella, pero algo más, porque al dejarla descubrió que una de las cuidadoras tenía síndrome de Down. ¿Llevarías a tu bebé a una escuela infantil con una educadora con síndrome de Down? Ella decidió que no, rotundamente no, y la sacó de la guardería.
Cómo sucedió todo
Según leemos en Cuatro, la madre apuntó a la niña a la escuela infantil y la llevó a iniciar el proceso de adaptación. Cuando solo llevaba dos días yendo, con tan solo 3 horas en total, decidió que no volvería a ella porque una de las educadoras de su hija tenía síndrome de Down.
Al parecer, fue tras el segundo día, dándole vueltas en casa, tras recoger a la niña, que decidió que ya no volvería. Según los responsables de la guardería, ubicada en la ciudad de Ferrara, en Bolonia, la mujer llamó muy alterada, explicando que no volvería a llevar a la niña y recriminando que nadie le hubiera comunicado previamente que allí trabajaba "la chica esa".
"La chica esa"
Esa chica es una auxiliar de 37 años que trabaja en esa escuela infantil desde hace seis años. Antes de entrar en ella, estuvo trabajando durante ocho años en una escuela de la misma ciudad.
Su función en la guardería es la de ayudar a las tres maestras responsables de los niños de cero a tres años y, como le contestó la directora de la escuela, "está perfectamente cualificada para hacer lo que hace".
Tras la llamada, la directora se reunió con la madre, que reiteró los motivos. Según la responsable del centro:
No añadió ningún insulto o adjetivo, pero considero que estas palabras expresan un comportamiento inaceptable hacia una persona autónoma y preparada para desarrollar su trabajo y las tareas asignadas.
La auxiliar, al saber las razones por las que la madre había decidido no volver a llevar a su hija a la escuela infantil se fue a casa bastante nerviosa. La directora habló con ella para tranquilizarla y aseguró a los medios de comunicación que "tiene toda nuestra confianza".
Cuando la seguridad de nuestro bebé lo es todo
Para ella, para la madre, la seguridad de su hija lo es todo. El mero hecho de dejarla en una escuela infantil ya le generaba ansiedad, dudas y sufrimiento, y al ver que había una auxiliar con síndrome de Down, sus miedos se acrecentaron. Debió empezar a imaginársela en sus brazos y debió imaginar algún accidente y no soportó la idea de que sucediera pudiendo haberlo evitado.
Digamos que comprendo sus razones, aunque no las comparto, porque son cosas que pasan cuando no te molestas en conocer a las personas, sus capacidades y, sobre todo, todo lo bueno que pueden aportar.
Es cierto que una persona con síndrome de Down parte con cierta desventaja con respecto al resto de personas, pero eso no hace que pueda ser perfectamente válida en su trabajo, e incluso a un nivel superior a los demás: no conozco a muchas personas como ella, pero los pocos que conozco y con los que he hablado, me han demostrado siempre ser amables, afables y libres de juicios de valor hacia otras personas.
Hace unos años mi hijo tuvo la suerte de compartir clase con un niño con síndrome de Down. Era más mayor que ellos y quizás por eso estaban en un nivel bastante parejo, pero el hecho de ser compañero de él dio para muchas charlas, preguntas y respuestas: qué le pasaba, si se curaría, si era para siempre, cómo le afectaba, etc., y toda la clase se dedicó, todo el curso, a ayudarle y, en cierto modo, a protegerle y tenerle siempre en cuenta. Llegué a emocionarme el día que fueron de excursión y mi hijo iba de la mano con él, pendiente de que estuviera atento a la fila y hablando de sus cosas.
Yo sí. Yo sí llevaría a mi bebé a una escuela infantil donde hubiera una educadora con síndrome de Down. Y no lo haría solo por ella, que seguro que debe ser tremendamente cariñosa con los niños, sino porque el mero hecho de que ella trabaje ahí dice mucho de ese centro: quizás me equivoque, pero estoy seguro de que son todas unas profesionales súper cariñosas que se desviven por los niños. ¿No os parece?
Foto | iStock
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