"La madre no debe asistir a obras de teatro ni leer libros antes del parto" y otros consejos absurdos de maternidad y crianza de hace 100 años

No hay duda que las recomendaciones de crianza y maternidad han cambiado con el paso de los años. Varios de los consejos que repetían en la época de nuestras madres y abuelas probablemente ya no estén vigentes o han sido ajustados y corregidos conforme la ciencia va avanzando.

Pero si nos vamos un poco más atrás, a la época de nuestras bisabuelas, nos encontraremos, quizás, con que muchas de las recomendaciones de los profesionales de aquellos tiempos hoy en día serían vistos casi como una locura.

Y como muestra, basta con echar un vistazo al libro "How to raise the baby" (Cómo criar al bebé) de Bernarr Macfadden, publicado por primera vez en 1924, que tiene algunos consejos que valen la pena... pero muchos otros que, en realidad, son terribles o no tienen sentido.

Gracias a la copia digital que se encuentra en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, es posible conocer los consejos que se daban a las mujeres de principios del siglo XX cuando estaban por convertirse en madres o se encontraban criando a sus hijos. Y podemos ver que muchas cosas han cambiado (¡y menos mal que lo han hecho!).

Estos son algunos de los consejos que recomendaban a las mujeres embarazadas y las madres hace 100 años.

"Reglas para la madre antes del parto: No debe asistir a obras de teatro, leer libros ni frecuentar compañía que pueda alterar la paz de su mente o ponerla en un estado de sobreexcitación."

Durante mucho tiempo, se solía ver el embarazo de manera muy similar a una enfermedad. La madre debía ser extremadamente cuidadosa y se solía aconsejar, además de mucho reposo, que evitara cualquier actividad que requiriera el mínimo esfuerzo, así como mantener un estado de calma y tranquilidad todo el tiempo, pues se creía podía ocasionar dificultades en el desarrollo del bebé una vez nacido.

Hoy en día, aunque sabemos que es importante cuidar la salud mental de la madre durante la gestación, también se ha aprendido que el estado físico y emocional de la mujer embarazada no es tan frágil como se creía (excepto ante ciertas condiciones, en las que sí que es necesario mantener reposo y seguir ciertos cuidados especiales), e incluso es recomendable que se mantenga activa y que realice cosas que le resulten placenteras.

"Primero, se debe untar al bebé cuidadosamente con aceite de oliva puro para facilitar la eliminación de la vérnix caseosa, la sustancia untuosa que cubre el cuerpo. Luego, se procede a darle un baño tibio."

Hasta hace muy poco tiempo, era bastante habitual bañar al bebé nada más nacer para entregárselo a sus padres aseado, e incluso perfumado y vestido (afortunadamente eso de untar con aceite de oliva al bebé hoy suena totalmente absurdo y además no es recomendable). No obstante, estudios recientes aconsejan no bañarle antes de las primeras 48-72 horas tras el nacimiento para no dañar este unto sebáceo.

Y es que la vérnix caseosa cumple también importantes funciones una vez que el bebé ha nacido: protege su piel frente a infecciones bacterianas y hongos, e incluso favorece la curación de lesiones cutáneas. Además, los recién nacidos que mantienen la vérnix en su piel regulan mejor su temperatura, presentan menos cantidad de lesiones, una mayor hidratación cutánea y una mayor elasticidad en su piel.

"No pongas al bebé al pecho con demasiada frecuencia [...] Los intentos repetidos de succionar un pecho vacío deprimen tanto a la madre como al bebé."

Foto | Museums Victoria en Unsplash

Otra de las cosas que podemos notar es que las recomendaciones sobre lactancia han cambiado muchísimo si las comparamos con lo que ponen en el libro. Por ejemplo, antes recomendaban que, durante los primeros días, "es suficiente que el bebé sea amamantado cinco o seis veces en un período de veinticuatro horas" y que se le podían dar algunas cucharaditas de agua hervida o destilada de vez en cuando, mientras que se esperaba a que la leche comenzara a producirse para una alimentación más frecuente.

Sin embargo, hoy sabemos que la alimentación durante las primeras 24 horas del bebé es muy diferente: hay que mantener al bebé con libre acceso al pecho y ofrécerselo siempre que quiera, sin horarios, a demanda. El recién nacido puede llegar a hacer entre 8 y 12 tomas diarias y tomará la cantidad que necesite.

A diferencia de hace 100 años, hoy sabemos que cuanto más tiempo esté el bebé al pecho más succionará y más se activará la producción de leche, y que el pecho de la madre no solo alimenta: también da calma y seguridad. Ah, y que no debemos ofrecer agua a los bebés antes de los seis meses.

"Las necesidades del bebé son relativamente simples cuando se comprenden correctamente [...] dale al bebé su alimento natural y abundante aire fresco, y mantén su cuerpo abrigado. En comparación con esto, todas sus demás necesidades son secundarias."

Si hablamos únicamente de supervivencia, este consejo no suena tan mal: la alimentación y la ropa son necesidades esenciales para cualquier ser humano. Pero actualmente sabemos que el bebé, como todos, también tiene otra necesidad igual de importante: el contacto físico.

Como ya lo hemos dicho en alguna ocasión, los brazos son una necesidad básica del bebé, como comer o dormir,  y es esencial para su desarrollo, tanto a corto como largo plazo, sentir el contacto, el cariño y la seguridad que le aportan desde el nacimiento los brazos de mamá o papá.

"El hábito de mecer o, incluso, acunar al bebé para que se duerma en brazos es perjudicial. Es mejor acostumbrarlo a que regrese a su cuna después de alimentarse."

"Es sorprendente lo rápido que un niño adquiere un hábito", señala el libro. "Acúnalo para dormir solo una vez, y recordará la experiencia y exigirá su repetición de formas que a veces son nada menos que tiránicas." Bien podríamos decir que esta es la versión antigua del típico "no lo cojas en brazos, que se acostumbra". Y como ya sabemos, esto no es así.

De hecho, la ciencia ha descubierto que acunar o mecer al bebé es una de las mejores formas de calmarle y, en consecuencia, facilitar su descanso.

"Ni la mecedora ni la cuna mecedora deberían tener cabida en una habitación de bebés bien organizada. Ambos fomentan la formación de malos hábitos."

De la mano del consejo anterior, encontramos este en referencia a la habitación del bebé, donde recuerdan el "efecto negativo" de que los bebés sean acunados y mecidos, señalando enfáticamente que el bebé "solo debe levantarse para alimentarlo, bañarlo o cambiarlo". De caricias y mimos ni hablar.

Afortunadamente, la ciencia continúa avanzando y gracias a ella y a la psicología hoy en día podemos conocer más de las necesidades del bebé, dejando en el paso muchos de estos consejos que realmente no aportaban beneficios para ellos.

Foto de Museums Victoria en Unsplash

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