Los miedos de los padres: cómo evolucionan según la edad de los hijos y qué podemos hacer para que no interfieran en su crianza

Hace unos días leía en internet una frase que me hizo reflexionar. Decía algo así como "nada te prepara para ser madre, pero ser madre te prepara para todo".

Aunque es cierto que, como se suele decir coloquialmente, "las madres tenemos superpoderes" y no hay nada que se nos resista (lo mismo hacemos de enfermeras, que de reposteras, costureras, taxistas, maestras...), creo que hay algo que madres y padres debemos hacer un esfuerzo por dominar. Hablo del miedo.

El miedo comienza a planear sobre nuestras cabezas desde el momento en que vemos el positivo en el test de embarazo, y se acrecienta cuando sostenemos en brazos a nuestro bebé por primera vez.

Pero si eres de los que cree que a medida que tu hijo crezca tus miedos se disiparán, siento decepcionarte, pues lejos de desaparecer el miedo va aumentando, transformándose y diversificándose, pues con cada etapa llegan nuevos temores.

Desde mi experiencia, te cuento cómo evolucionan los miedos en los padres y qué podemos hacer para que no nos dominen a la hora de criar a nuestros hijos.

Del embarazo y primeros años de vida, a la adolescencia: así evolucionan los miedos de los padres

Siempre he pensado que no es hasta que te conviertes en madre/padre por primera vez cuando descubres realmente el significado de la palabra 'miedo'.

El miedo se hace hueco en nuestro vidas el mismo instante en que nos enteramos de que estamos embarazadas, y aunque esos miedos van cambiando y acrecentándose conforme avanza el embarazo, es justamente el momento en que vemos la carita de nuestro hijo por primera vez cuando comenzamos a ser conscientes de que el amor que sentimos por esa personita y el miedo a que algo le suceda caminarán siempre de la mano.

Miedo a no 'estar a la altura', a no entender sus necesidades, a que llore y no sepamos cómo calmarle, a que enferme, a que no crezca y se desarrolle bien...

Poco a poco, los miedos de las primeros meses van dando paso a otros temores, como el miedo a que se haga daño cuando empieza a caminar, a dejarle al cuidado de otras personas cuando no podemos estar con él, a que no cumpla los hitos que le corresponden por edad o a que no se adapte bien a la escuela infantil o al colegio, por poner algunos ejemplos.

Una vez iniciada la etapa escolar, podemos tener la sensación de que los miedos nos han dado una tregua. Al fin y al cabo, nuestro hijo ya es independiente y autónomo, sabe expresarnos cómo se siente, lo que le preocupa o lo que le duele en un momento dado (por lo que es más fácil ayudarle en ese sentido) y parece disfrutar de las relaciones con los demás.

Atrás quedaron los llantos y rabietas que costaba descifrar, las noches velando la fiebre y esperando a que alguna -itis se manifestara, y el cansancio provocado por la dependencia propia de un niño pequeño hacia sus padres; cansancio que, ¡cómo no!, también se mezclaba con el miedo de pensar que esa dependencia fuera a durar toda la vida.

Pero la etapa escolar trae consigo nuevos miedos: miedo a que le ocurra algo (seguro que todos los padres/madres hemos experimentando en algún momento ese miedo paralizante cuando te llaman por teléfono del colegio para darte una noticia), a que no se adapte bien o no haga amigos, miedo a que pueda ser víctima de bullying, a que tenga dificultades académicas...

Y entonces llega la adolescencia y con esta nueva etapa comienza otro nivel en cuanto a miedos se refiere. Y es que cuando echas la vista atrás y te das cuenta de que las cosas no han ido tan mal, mirar de nuevo hacia el frente genera una gran inquietud y es normal preguntarse: ¿seremos capaces de atravesar de forma airosa la adolescencia?

Porque no nos engañemos, la sola palabra suele provocar en los padres un gran temor debido a las muchas connotaciones negativas que se asocian a esta etapa de la vida.

Así que los padres de adolescentes comenzamos a experimentar un sinfín de miedos nuevos que nunca antes habíamos sentido: miedo a las primeras salidas, a las malas compañías, al inicio temprano de las relaciones sexuales, miedo a las drogas, al alcohol y a otras adicciones, miedo a que se le aleje de nosotros, a que cambie su forma de ser, miedo a no que no tenga un buen futuro profesional...

En definitiva, miedos muy poderosos que dejan de estar relacionados exclusivamente con la propia supervivencia y las dificultades de los primeros años de crianza, para centrarse en el desarrollo integral de su persona y en un futuro que quizá hasta el momento no nos habíamos planteado.

¿Se repiten los mismos miedos con los siguientes hijos?

Sin duda la experiencia es un grado y algunos de los miedos que se sienten con el primer hijo se relativizan con los siguientes. Pero como madre de tres, creo que en general los miedos no solo no desaparecen, sino que se multiplican de manera exponencial.

Además, hay que tener en cuenta que cada hijo es único y tiene su propia personalidad y necesidades diferentes, por lo que su crianza te hará enfrentarte a experiencias, retos, dificultades y miedos totalmente nuevos y desconocidos.

A esto hay que añadir los miedos comunes que los padres con más de un hijo habitualmente sentimos: ¿querré a todos por igual? ¿podré atender todas sus necesidades? ¿tendrán una buena relación de hermanos hoy y siempre? ¿estaré educándolos correctamente?...

Los miedos son necesarios, pero hay que saber manejarlos

Tener miedo es una emoción completamente normal, necesaria y natural. Todos podemos sentir miedo en un momento dado, e incluso es algo beneficioso, pues el miedo es un mecanismo de defensa y supervivencia.

Por eso es completamente lógico que cuando nos convertimos en padres sintamos miedo, ya que amamos a nuestros hijos más que a nuestra propia vida y la sola idea de que sufran física o emocionalmente nos provoca un gran desasosiego.

Pero es de vital importancia que no criemos a nuestros hijos dominados por el miedo, pues esto no solo nos dañará a nosotros, sino sobre todo a ellos.

Si los padres nos dejamos llevar por nuestros miedos probablemente actuemos sobreprotegiendo a nuestros hijos en cualquier parcela de su vida, pues querremos controlarlo todo para que no sufran, evitar que comentan errores y supervisar cualquier cosa que hagan.

Esta actitud es dañina para los niños, ya que al no tener autonomía y libertad para desarrollarse y aprender de sus errores, crecerán inseguros, miedosos y con nula confianza en sí mismos y en sus capacidades. Pero además, vivir dominados por el miedo también nos provocará un gran malestar y ansiedad, especialmente cuando nos enfrentemos a situaciones que seamos incapaces de controlar (porque es imposible controlarlo todo).

Por ello es necesario que los padres trabajemos en nuestros propios miedos (incluso buscando ayuda profesional si fuera necesario) y seamos conscientes de la importancia de no trasladarlos a nuestros hijos ni actuar desde esa emoción.

También es importante que desde la cuna fomentemos la comunicación y confianza mutua, confiemos en sus capacidades y les demos espacio para que puedan experimentar y equivocarse.

Pero sobre todo, aconsejaría relativizar aquello que en un momento dado nos perturba y preocupa, pues en muchas ocasiones nuestros miedos se derivan de un escenario negativo y catastrofista que nuestra mente recrea en respuesta a los '¿y si....?' que nos preguntamos, pero que por fortuna son situaciones que pocas veces se materializan.

Fotos | Vlada Karpovich en Pexels, Josh Willink en Pexels, iStock

En Bebés y Más | 35 cosas de las que no te avisaron antes de ser padre, Los miedos del futuro papá

También te puede gustar

Portada de Bebés y más

Ver todos los comentarios en https://www.bebesymas.com

VER 0 Comentario