"Mamá, ¿has visto lo que se hacer?", "¡Mira que dibujo más bonito he coloreado!", "¡Papá, mírame!¡ Voy a correr a toda velocidad!"... Es normal que nuestros hijos reclamen nuestra atención con frecuencia. Los padres somos su mejor público y disfrutan cuando les miramos y valoramos lo que hacen.
Aunque es fundamental atender a nuestros hijos cuando nos reclaman -hacerlo contribuye a aumentar su seguridad, felicidad y autoestima-, podría darse el caso de que el comportamiento del niño llegue a saturar o abrumar a los padres.
¿Por qué algunos niños necesitan ser siempre el centro atención? ¿Qué hay detrás de este comportamiento y cómo debemos actuar?
La importancia de atender a nuestros hijos cuando nos reclaman
Es normal que los niños busquen la atención de sus padres. Lo hacen de distintas maneras: cuando nos piden jugar, cuando nos cuentan algo que les ha ocurrido en el cole, cuando lloran, cuando quieren ayudarnos, cuando nos piden que dejemos lo que estemos haciendo y les miremos...
Cuando se acercan a nosotros de esta forma no solo se aseguran el sentido de conexión y pertenencia del que tanto hemos hemos hablado en otras ocasiones, sino que además están fortaleciendo su autoestima y autoconfianza pues se sienten queridos, valorados y tenidos en cuenta por sus padres.
Por eso es tan importante atender las necesidades de nuestros hijos, y prestarles atención cuando nos reclaman. Sin embargo, en algunos casos ese reclamo de atención es tan constante que puede llegar a saturar a los padres.
Sucede, por ejemplo, cuando el niño quiere algo y lo quiere ya, cuando intenta captar la atención de sus progenitores mediante pataletas o gritos, cuando interrumpe las conversaciones, cuando se enfada si no le atienden de inmediato... En definitiva, cuando necesita que estemos pendientes de él a cada instante.
En estos casos es necesario averiguar qué puede estar ocurriendo y actuar de forma positiva.
¿Qué hay detrás de un niño que reclama atención en exceso?
Lo primero que debemos analizar es si el comportamiento del niño ha sido siempre así o se trata de una racha que esté atravesando en la que necesite sentirse especialmente reforzado. También podría estar viviendo una serie de cambios en su vida que aumenten sus inseguridades, y por ello nos busque y nos reclame más que antes para sentirse mejor.
Hablar con él desde la calma, tratar de averiguar qué puede esconderse detrás de su actitud y darle todo el apoyo que necesita es clave para ayudarlo a superar esos momentos.
Igualmente, si el niño es pequeño debemos saber que este tipo de comportamientos son normales, pues carecen de las habilidades lingüísticas y sociales necesarias para expresar lo que sienten de otro modo. Es por ello que la forma que tienen de captar la atención de sus padres ante una necesidad que no está siendo cubierta sea mediante las rabietas (que debemos atender de inmediato con amor y respeto).
Pero si hablamos de niños más mayorcitos que siempre han actuado de esta forma, niños a los que les gusta ser el centro de atención y acaparar continuamente las miradas de sus padres sin respetar sus tiempos, sus necesidades y su espacio, es conveniente reflexionar sobre los siguientes aspectos:
¿Es mi hijo especialmente inseguro?
Los niños inseguros tienen miedo a cometer errores y por ello necesitan continuamente de la guía y la aprobación de otros. Esta inseguridad puede venir derivada de múltiples causas, siendo el tipo de apego entre padres-hijo y el estilo de crianza un aspecto fundamental en el desarrollo de la personalidad.
¿Le doy suficiente autonomía o, por el contrario, soy demasiado controlador?
Si no hemos fomentado la autonomía de nuestro hijo desde pequeño, si siempre hacemos las cosas por él/ella o si tendemos a sobreprotegerlo y controlar todo lo que hace, es normal que el niño necesite acudir continuamente a nosotros y reclame nuestra atención cada vez que se propone a hacer algo.
¿Es demasiado dependiente del juicio externo y de los elogios?
Si cada vez que nuestro hijo hace algo le premiamos, alabamos o ensalzamos sus logros, es normal que el niño acabe volviéndose adicto a los elogios y nos reclame continuamente.
Lo mismo ocurriría si nunca hemos fomentado su espíritu crítico ni le hemos educado en la toma de decisiones; es decir, si le hemos educado en la necesidad continua de un juicio externo.
¿Estoy siempre que me necesita?
También es necesario reflexionar sobre cómo reaccionamos cuando nuestro hijo reclama nuestra atención:
- ¿Eres de los que siempre responde con un "muy bien" cuando te muestra algo, sin apenas prestarle atención?
- ¿Te cuesta conectar con tu hijo o sus necesidades? (el estrés, las prisas del día a día, las preocupaciones cotidianas, las nuevas tecnologías... pueden alejarnos de quienes más queremos sin apenas darnos cuenta)
- ¿Te irritas o te enfadas cuando tu hijo te reclama? ("¡Qué pesado eres!")
Los niños perciben estas formas de desconexión por parte de sus padres, y para compensarlo es posible que algunos acaben reclamando su atención con mucha más intensidad mediante gritos, faltas de respeto, pataletas o "comportamientos poco apropiados" a ojos del adulto.
Recordemos que los niños necesitan pertenecer y sentirse parte importante de su grupo, por lo que si no damos respuesta a ese sentimiento natural de pertenencia, harán lo que sea para conseguirlo de otro modo.
Claves para tratar la situación de forma respetuosa
Ante un niño que reclama nuestra atención constantemente es normal sentirse saturado, frustrado o enfadado. Los padres también necesitamos nuestro espacio, y la demanda de atención excesiva por parte de los hijos puede llegar a agotarnos.
Sin embargo, es fundamental analizar todo lo mencionado para tratar de averiguar la causa de este reclamo, y así poder encontrar una solución.
Te compartimos algunas claves que podrían ayudarte a reconducir la situación:
- Presencia y comunicación positiva
Cuando te comuniques con tu hijo hazlo de forma positiva y demuéstrale que estás presente física y emocionalmente. Si sientes que la vorágine del día a día te engulle, probad a crear momentos de conexión diarios en familia mediante las juntas o reuniones. Esta bonita tradición favorece el diálogo y fortalece los vínculos, contribuyendo al clima positivo del hogar.
Recuerda: si tu hijo se siente escuchado, validado en sus emociones y tenido en cuenta, no necesitará llamar tu atención de otras formas.
- Pon límites con respeto y empatía
Los niños necesitan límites para crecer felices, y estos límites deben ser puestos con respeto, amor y empatía. Pero es fundamental hacerle entender que el respeto que nosotros mostramos con él/ella y con sus necesidades debe ser recíproco.
En este sentido el niño debe comprender que no puede gritarnos para captar nuestra atención, interrumpir una conversación que estemos manteniendo con otra persona, exigir atención inmediata sin necesidad cuando estamos ocupados con otra tarea... En definitiva, el respeto muto y la cooperación resultan claves.
- Fomenta la autonomía de tu hijo
Cuando hablamos de "fomentar la autonomía" del niño no nos referimos obligarlo o forzarle a hacer las cosas, si no a brindarle la posibilidad de participar activamente, creer en él y darle confianza para hacer las tareas acordes a su edad. De este modo, conseguiremos implicación y aprendizaje, además de una autoestima sana.
- Anímalo a tomar decisiones por sí mismo
Es fundamental incentivar al niño para que desde pequeño vaya tomando sus propias decisiones en ciertas parcelas de su vida. Por ejemplo, dejar que elija su propia ropa, pedirle su opinión en determinados asuntos familiares o hacerle partícipe cuando pongamos ciertos límites, le permitirá crecer sabiendo que su opinión es importante y que puede manifestarla siempre con la certeza de que será escuchada y respetada.
- Refuerza sus habilidades y confianza en sí mismo
Hay que saber encontrar el equilibrio entre el elogio excesivo y las alabanzas desmesuradas ante cada cosa que nuestro hijo haga, y el refuerzo de sus habilidades.
Y es que si reforzamos sus virtudes y fortalezas y demostramos que confiamos en él, nuestro hijo se sentirá capaz de hacer las cosas por sí mismo sin necesidad de nuestra supervisión y aprobación constante.
- Enséñale a esperar
Los niños pequeños no entienden el concepto del tiempo, y por eso muchas veces les cuesta ser pacientes. Es necesario explicarles la importancia de esperar y de respetar los tiempos de la otra persona. Para ello, nosotros también debemos ser pacientes con ellos y no trasladar nuestras prisas y nuestra inmediatez a su día a día.