Leemos en la edición digital de La Nación de Chile, que en ese país, al año, unos 28 mil niños no son reconocidos por sus padres, realmente una cifra escandalosa. También afirman que las pruebas de paternidad aumentaron el pasado año un 150%, de una media de dos mil, han pasado a cinco mil.
En muchos casos, el padre del bebé engendrado no es pareja de la madre, infidelidades, promiscuidad, etc., terminan afectando a niños que se ven obligados a vivir sin la figura de su papá.
También sucede en relaciones poco estables, entre jóvenes con falta de preparación y miedo a la responsabilidad. Hombres que huyen porque piensan que la mujer se ha quedado embarazada para “cazarlo”, las acusan de pensar sólo en ellas, pero entonces ¿en quién piensan ellos?. Algunos psicólogos afirman que la figura paterna ha perdido valor, León Cohen cuenta que muchos padres ocupan el lugar de hermano mayor autoritario, abuelo distante y conservador o amigo infantil del hijo.
También nos dejan perplejos estas declaraciones, “La mujer embarazada y su hijo son un mismo cuerpo y éste una víscera, fuente de sensaciones y cambios profundos en el cuerpo y la mente de la madre. El padre es un espectador cuyo papel lo da la profundidad del vínculo con la madre y con el proyecto de la pareja”. Puede ser, pero no en todos los casos, también depende de la implicación que como padre quiera tener.
De nuevo nos encontramos ante un tema en el que no se puede generalizar. El comportamiento humano no permite determinar a grandes rasgos si hay padres que no quieren reconocer a sus hijos o que no les dejan.
Vía | La Nación