El virus respiratorio sincitial (VRS), que causa síntomas leves, similares a los de un resfriado, en adultos y niños mayores, puede ser más problemático si afecta a bebés y niños pequeños. De hecho, este virus es la principal causa de enfermedades respiratorias en los pequeños, provocando neumonía, bronquiolitis o "virus de los bebés" y otros problemas respiratorios severos.
El mayor riesgo de sufrir este virus lo tienen los bebés prematuros y aquellos niños que tengan otras afecciones respiratorias. Los síntomas en los más pequeños son fiebre, obstrucción y/o goteo nasal, tos, apatía, hundimiento torácico y dificultades para respirar y tragar.
El VRS es altamente infeccioso: se transmite fácilmente entre los niños o tocando objetos infectados, por lo que el lavado frecuente de manos y no compartiendo utensilios para comer o beber son formas simples de prevenir la diseminación de la infección por VRS.
Concretamente, la infección puede producirse cuando el material infeccioso entra en contacto con las membranas de los ojos, la boca o la nariz, y probablemente también a través de la inhalación de partículas despedidas cuando una persona infectada tose o estornuda.
No existe vacuna para este virus, y hay varios factores de riesgo asociados al VRS: aquellos niños que al nacer no recibieron lactancia materna, niños con enfermedades asociadas, desnutrición, fumador pasivo, nivel socioeconómico bajo, bebés prematuros, asistencia a guardería (mayor riesgo de contagio)...
Las infecciones por el virus sincitial respiratorio son propias de épocas frías: suelen darse en brotes epidémicos anuales que duran desde finales del otoño hasta principios de la primavera. El periodo de incubación es de unos 4 días, y los síntomas de la enfermedad pueden sufrirse entre 8 y 15 días.
El especialista médico ha de confirmar la presencia de este virus y aunque afortunadamente la mayoría de los casos de infección son leves y no requieren ningún tratamiento específico, en ocasiones se administran fármacos broncodilatadores para ayudar a despejar las vías respiratorias.
En cualquier caso, siempre será el médico el que diagnostique la enfermedad y el que determine el tratamiento específico, ya que éste puede ser diverso según las características del bebé o niño (edad, tolerancia a ciertos medicamentos, gravedad, expectativas de evolución...).
La bebida de líquidos abundantes para evitar la deshidratación, el uso de suero fisiológico, aspiradores nasales o humidificadores para ayudar a respirar mejor y la administración de antitérmicos prescritos por el médico son algunas medidas para calmar las molestias de los pequeños en casa.
En el caso de lactantes, es posible que el especialista decida el ingreso hospitalario con el fin de controlar atentamente su estado, administrarle fluidos y, tratarle la dificultad respiratoria en caso de que fuera necesario. También son especialmente peligrosos los casos de bebés prematuros, con deficiencias inmunitarias y los pequeños que padecen alguna enfermedad pulmonar y/o cardiaca.
Son casos específicos en que se hace importante controlar esta enfermedad, ya que entre las secuelas que el virus sincitial respiratorio puede provocar se apuntan problemas de hiperreactividad bronquial o cuadros de tipo asmático en la infancia.
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