La deshidratación es la pérdida excesiva de agua y sales minerales de un cuerpo, que puede suceder por razones diversas. Constituye un riesgo para todos, pero existen grupos de población que, por sus especiales características, son más susceptibles a sus consecuencias como niños, adolescentes, personas mayores o mujeres embarazadas o en periodo de lactancia.
Vamos a centrarnos en los bebés y niños y la deshidratación en la infancia. Por sus condiciones orgánicas y el porcentaje que representa el líquido en su peso corporal total, los niños tienen más riesgo de deshidratarse. Veamos cuáles son las razones de este mayor riesgo.
En los niños el agua puede llegar a representar alrededor del 70% de su peso corporal, una cantidad mayor que el organismo de los adultos. El contenido de agua del organismo humano adulto oscila entre 50-60% del peso corporal total. En los recién nacidos es de 75-77%; en los niños de uno a doce meses de edad, 65.5% y en los de uno a diez años, 61.7%. A partir de esta edad, los cambios son mínimos hasta la edad adulta.
Los niños presentan un sistema inmunológico menos formado, tienen menos defensas que los adultos y por tanto están más expuestos a sufrir afecciones y enfermedades.
Una de las enfermedades más frecuentes en la infancia, que supone un peligro de deshidratación, es la diarrea. Estas deposiciones en muchas ocasiones asocian una pérdida de líquidos importante, por lo que hay que procurar mantener el organismo bien hidratado.
Del mismo modo, al contar con menos defensas, los bebés y niños toleran peor los cambios de temperaturas.
Los más pequeños también son propensos a sufrir afecciones respiratorias, mucosidad, vómitos... que aumentan las pérdidas de líquidos y el riesgo de deshidratación.
Los niños a partir de los tres años, al estar en fase de crecimiento y realizar un mayor gasto físico, al jugar, practicar deportes, y más adelante estudiar, gastan más líquidos que necesitan reponer.
A pesar de la importancia de mantener un correcto equilibrio entre las entradas y salidas de líquido, los niños presentan un mayor riesgo de deshidratación que los adultos, ya que su sentido de la sed aún no se ha desarrollado lo suficiente. Por eso, al no percibir esta sensación, son reacios a beber.
Por último, para alcanzar la situación de equilibrio hídrico requieren una mayor ingesta de líquido, de modo que habremos de estar atentos a su correcta hidratación para evitar la deshidratación en la infancia y acudir al pediatra si tenemos dudas de cómo hacerlo, ya que podría requerirse alguna fórmula de rehidratación oral.
Vía | Hidratación y salud Foto | YWAM Pittsburgh en Flickr En Bebés y más | La importancia del agua en la dieta infantil, Con el calor, mantener al bebé bien hidratado, ¿Cuándo empezar a ofrecer agua a los bebés y cuánta?, Rehidratación oral para salvar la vida de los niños